28 de mayo de 2014

Mujeres que vivieron Malvinas

Por Noelia Leiva. Fueron señaladas como “compañeras” de los ex combatientes. Pero no sólo esperaron, también sostuvieron a sus familias durante la guerra, contextualizada en los años oscuros de la historia nacional.

Fueron esposas, novias, madres, hermanas y amigas que esperaron desde sus barrios que los jóvenes de 1982 regresaran de defender las islas Malvinas, señaladas como propias en el mapa y disputadas a la ‘potencia’ inglesa, en el marco de la dictadura cívico-militar. También fueron enfermeras que aceptaron viajar a la zona del conflicto para atender a los heridos de guerra, tan vinculada con lo masculino entendido como instinto bestial de defender lo propio incluso a costa de la sangre. No es casualidad que en ese ámbito “ni los medios ni la sociedad” les dedicaran su atención a las mujeres en ese periodo, señalaron desde espacios que piden el reconocimiento para ese trozo de la historia viviente.

Difícil es apartar, en una primera lectura, la vinculación de las ciudadanas con el rol de la paciente, de la que le pone el cuerpo a la espera. Sin embargo, ellas también asumían el comando de sus hogares o de sus propias vidas, en un contexto en el que no se había masificado el debate sobre el empoderamiento femenino. Muchas, tal como repite el imaginario colectivo, vieron cómo los varones que querían se iban con sus 18 años a emplear armas para derrocar a un ‘enemigo’ complejo de dimensionar.

“Recuerdo que el 2 de abril me dirigía a la facultad cuando comencé a ver banderas y gente que festejaba con euforia. Así me enteré que se habían recuperado las islas, y lo había hecho el Batallón de Infantería de Marina 2, donde estaba mi entonces novio”, describió Laura Leguizamón, que junto con Adriana Aranda iniciaron Mujeres por Malvinas Almirante Brown. Como reflejo del cambio de ánimo popular en los 73 días de enfrentamiento, la alegría duró poco. “Viví todo el conflicto buscándolo en las listas de muertos y desaparecidos”, señaló.

Telegramas, frazadas y chocolates eran herramientas con que contaban para darle esperanza a la ausencia, aunque las posibilidades de que llegaran eran pocas, según supieron con los testimonios de los que regresaban. Había actores que, aunque con la misma juventud, tenían puestos en espacios de “más fácil acceso”, señaló la escritora echeverriana Carmen de Sabbagh, que se casó con Jorge, su novio de aquellos años e integrante del equipo de Comunicaciones militar. “Yo le mandé un telegrama que todavía guardamos, que decía: ‘Compré cocina. Te necesito pero Argentina te necesita más’”, relató la mujer, que había empezado a amueblar la futura casa, fiel a los mandatos de la época.

“No recordamos que los medios ni la sociedad hayan dedicado un espacio y atención a las mujeres en ese periodo”, señalaron desde el colectivo originado en Brown y con representantes en el Conurbano. De acuerdo a los parámetros del deber ser de entonces, las hermanas tenían que contener a las madres dolientes por la incertidumbre de la vuelta del hijo, pretendida herencia de la ‘jefatura’ familiar. Las novias tuvieron que aceptar la decisión de que ese compañero entendiera que la Patria, comandada por la Juntas del Terrorismo de Estado, debía defenderse al echar a Inglaterra de ese punto austral del mapamundi. No pudieron repudiar la violencia sino que, movidas por la manipulación mediática del discurso de lo soberano, alimentaron y absorbieron el círculo de lo que lo supremo demandaba.

Las enfermeras

Hubo veinte mujeres especializadas en instrumentación quirúrgica y enfermería que quisieron vivir la guerra en primera persona, no a través de los ojos de los combatientes. Siete arribaron a Puerto Argentino. “Forman un grupo casi desconocido, el de las veteranas; recién ahora la historia las empieza a reconocer”, aseguraron desde Mujeres por Malvinas. Susana Maza, Silvia Barrera y María Marta Lemme pertenecen a esa lista, que en muchos casos vivían la vocación de servicio como herencia familiar porque eran hijas de integrantes de las Fuerzas Armadas.

“Encontrar a un veterano es como volver a ver a un amigo de toda la vida, aunque pasen años”, enfatizó Silvia, que tenía 22 años al ‘alistarse’, según difundió la Asociación de Veteranos de Guerra de Salta en su portal. “El 8 de junio nos reunieron en el Hospital Militar Central y nos dijeron que necesitaban instrumentadoras quirúrgicas para viajar a Malvinas. Nos ofrecimos 20. Nos dijeron: ‘Hay que salir mañana’. Entonces quedamos cinco”, relató.

En 1982 había sido el primer año que el Ejército había abierto la posibilidad de que las mujeres se inscribieran en sus filas como enfermeras. Pese a que el pasado latinoamericano ya tenía en su arcón nombres de luchadoras, no eran consideradas aptas para integrar un combate hecho por varones de uno y otro bando. También, a lo largo de la historia, la violencia patriarcal las convirtió en ‘trofeos’ de las peleas, sometidas por el deseo devorador de los varones.

Qué lectura asumirían, más de treinta años después, los movimientos de mujeres si sus pares debieran atravesar por el rol de acompañar a la distancia a los varones de su familia es una hipótesis poco analizada en contextos en los que un conflicto armado está aparentemente lejos. En paralelo al énfasis de que la violencia no soluciona diferencias, también el relato de lo que sucedió espera una lectura más precisa sobre el rol de ellas en los años cruentos del pasado cercano.

Publicada en Marcha Noticias: http://marcha.org.ar/index.php/nacionales/92-generos/4987-mujeres-que-vivieron-malvinas

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