12 de noviembre de 2012

LGBTIQ: marchar con orgullo



 Fotos: Guillermo D'Ambrosio

Por Noelia Leiva

La Marcha del Orgullo LGBTIQ cumplió sus 21 años con logros legislativos. Señaló la educación sexual, la despenalización del aborto y el trabajo inclusivo como deudas. Y la erradicación de la violencia como una responsabilidad social.

“Bombón” sugería un cartel abandonado por algún carrito ni bien se ponía un pie en la porteña Plaza de Mayo al salir del subte. Bombona, bombxn: la insignia perdida por un heladero ambulante de los que nunca faltan se podía resignificar y escuchar en medio de la multitud que participó en la 21° Marcha del Orgullo LGBTIQ, plena de colores y besos con sabor a lucha, porque consignó a la educación sexual, el aborto legal y el trabajo inclusivo como deudas para con la igualdad. “Nuestros derechos no son de ningún gobierno”, criticaron, de rojo y a la izquierda, las organizaciones territoriales que denunciaron la “manipulación política” del oficialismo para que la lista de pendientes no se modifique.
Había razones para celebrar. Ya desde las 15, la tradicional plaza fue rodeada por puestos que ofrecían desde jabones artesanales hasta revistas independientes. La Ley de Identidad de Género, sancionada en mayo, y la de matrimonio igualitario, de 2010, hicieron al clima de fiesta en tanto logros del movimiento que, en sus orígenes -con la fundación del grupo Nuevo Mundo en 1969- era sólo gay y ahora llama a respetar los derechos de lesbianas, gays, bisexuales, travestis, transexuales, transgéneros, intersexuales y queers (LGBTIQ).
La multitud colorida fue la misma que todos los días se enfrenta a los paradigmas machistas de la heterosexualidad obligatoria. Pero cada segundo sábado de noviembre es para muchos la oportunidad de “salir del closet” o de reafirmar el dominio sobre el propio cuerpo. “Estoy ganando un mango sin fastidiar a nadie pero muchos héteros, incluso hoy, vienen a molestar porque quieren que vivamos debajo de la vereda”, graficó Alessandra Babino mientras despachaba bebidas frías en una tarde también fresca. Ella además es una de las protagonistas de la versión que la Cooperativa de Ar/TV Trans hace de La Casa de Bernarda Alba en centros culturales porteños.
Un Sarmiento con pelo rubio y labios carnosos fue el símbolo del bachillerato popular Mocha Celis, que está orientado a personas trans y tuvo su stand en la Feria del Orgullo para cuestionar la dicotomía patriarcal biologicista hombre/mujer. “Compartir experiencias es un ‘volver a empezar’, retomar un derecho que estaba vedado para nosotras”, describió Virginia Silveyra, una de las estudiantes. La apuesta a que “la calle no sea la única opción” del colectivo 'T' fue una constante de las historias, aunque también algunas exponentes replicaban en sus cuerpos la objetivación hegemónica, acaso para metabolizar la violencia y hacerse fuertes. El riesgo es naturalizarla.
Las trans con atuendos brillantes, las parejas ‘sado’, las mujeres maravilla, los novios o casados, los chicos en minishort, las que prefirieron el jean, los 'darks', los 'osos', las que se quitaron la tortura del corpiño. Todos y todas, libres, partieron en caravana a las 19 hasta el Congreso nacional. “Para nosotras la Marcha es importante porque nos visibiliza”, destacó Gabriela Bacin de Les Madres, un grupo de lesbianas mamás que luchan por el “reconocimiento legal, jurídico y social” de sus hijos.
En la cabecera de la movida fueron Alex Freyre y José María Di Bello -primeros casados bajo la ley igualitaria- y las legisladoras porteñas María José Lubertino y María Rachid, entre otros. Atrás el trailer de 100 % Diversidad y Derechos llevó pura electrónica. Calle 13 estuvo entre el repertorio de la disco ambulante de La Campora Diversia, que también tuvo a un Néstor Kirchner y un gorila gigantes. Y los Putos Peronistas, de La Matanza, llevaron cumbia para menear, mientras algunos sorprendidos miraban desde los bares tradicionales.
“Se nos privó de la posibilidad de decir ‘soy todo hombre, en cuerpo, alma y espíritu’”, cuestionó Gregorio Tobar desde la bandera de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM), que reúne a cristianos, metodistas, anglicanos, pentecostales y evangelistas y se dice libre de prejuicios sobre los géneros. “Se tergiversó el sentido de los textos sagrados para implementar ideas donde la sexualidad es mala y tiene que ser sólo reservada a la procreación, sin goce”, cuestionó.
En esa diversidad que marcó territorio también estuvo la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) con su dirigente César Ciglliutti, la Colectiva Santa Concha, que pedía a su diosa no “caer en el pudor”, y las Lesbianas Afrodescendientes, que sumaron la consigna “No al racismo”. Sobre Rivadavia, un graffiti recordaba que hace diez días el movimiento de mujeres reclamó “aborto legal en el hospital”.

Derechos sin gobierno
 

En los últimos años, la Marcha adquirió un acento kirchnerista porque desde el Gobierno nacional manifestaron su aval a reclamos históricos del movimiento LGBTIQ. Pero esas conquistas no se replican en el campo palpable de las relaciones entre personas, o al menos así lo resaltaron un grupo de organizaciones territoriales y de izquierda que llamaron a una “contramarcha”, aunque luego mezclaron sus banderas en una única caravana hasta Congreso, donde ya pocas banderas rojas se quedaron frente al escenario en el que cantaron Lía Crucet, Kumbia Queers, Leo García y la ovacionada Celeste Carballo.
“Reclamamos la libre adopción de las parejas igualitarias. Los hombres y quienes no se casen no tienen la posibilidad de adoptar. Además, no se garantiza en los hospitales públicos las intervenciones quirúrgicas ni los tratamientos hormonales para las personas trans”, denunció Daiana Asquini, de Las Piqueteras. Junto a ellas estuvieron la Federación Juvenil Comunista y el Socialismo, entre otros. Coincidieron en criticar la pérdida de estado parlamentario del proyecto para despenalizar el aborto, así como la “estatización de la comisión organizadora”, formada por colectivos afines al oficialismo.
En el acto central llamaron a aplicar la Ley de Educación Integral, erradicar la trata y derogar los códigos contravencionales que ejercen la “violencia institucional” contra el colectivo, sobre todo hacia las trans en situación de prostitución. Abuchearon a dirigentes políticos y sociales que instalan la discriminación: al jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri, por vetar la Ley de Aborto No Punible; al Consejo Superior de Educación Católica por ir contra la laicidad de las escuelas; al gobernador cordobés, Juan Manuel De la Sota, por no actuar contra la “represión transfóbica” ni apoyar el esclarecimiento del femicidio de la militante travesti Vanesa Ledesma; y al mandatario salteño Juan Manuel Urtubey y su par tucumano, José Alperovich, por “imponer la educación religiosa”. En cambio, homenajearon, entre otras personas, a Claudia Pía Baudracco, coordinadora nacional de la Asociación de Travestis Transexuales y Transgénero de la Argentina (Attta), que falleció en marzo último.
La emoción se compartía debajo del escenario. Acaso como siempre pero con menos miedo
porque estaban juntos. “Hace dos días que me separé. Ahora que estoy sola por ahí me
lastiman más, espero que no”, le dijo a esta cronista una muchacha que había nacido con
nombre de varón. Pero no. El desafío es que ni ella ni nadie se quede en soledad si se trata
de recuperar sus derechos.


Publicada en Marcha.org.ar: http://www.marcha.org.ar/1/index.php/nacionales/92-generos/2465-lgbtiq-marchar-con-orgullo

6 de noviembre de 2012

Para la soberanía alimentaria del pueblo Qom



Por Noelia Leiva

La Facultad de Agronomía de la UBA desarrolla un proyecto para que la comunidad originaria formoseña produzca sus propias semillas. Evitaría que dependan de productos industriales. Señalaron que buscan “acompañar” con su investigación y no imponer conocimientos.

Fomentar la autonomía agrícola de la comunidad Qom de Formosa a partir de sus propios conocimientos y necesidades, con la colaboración de un equipo técnico interdisciplinario. Ése es el objetivo del trabajo que lleva a cabo la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (Fauba) en el marco de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria. El pueblo originario aplicará sus criterios para seleccionar en la cosecha las plantas de maíz criollos que crean más apropiadas para obtener semilla y continuar el ciclo, sin depender de comprar insumos industriales. La ingeniera agrónoma lomense Ana Broccoli es investigadora invitada en la iniciativa.
Desde que el ‘carayé’ Qom Félix Díaz se acercó a la casa de altos estudios porteña para consensuar un plan de trabajo que tomara las potencialidades del monte y los alrededores de La Primavera, un grupo de nueve profesionales se reunió para desarrollar un programa de mejoramiento del cultivo que ofrezca herramientas sin avasallar las raíces culturales de los autóctonos, que tradicionalmente obtenían el alimento por la caza y la recolección.
“Tener en el equipo una antropóloga nos permitió comprender a la comunidad. Intentamos que el desarrollo agrícola contenga la repoblación con parte del monte sobre el que históricamente basaron su alimentación”, le explicó a LA TERCERA Gustavo Scharauf, secretario de Desarrollo y Relaciones Institucionales de Agronomía y miembro del plantel. Con una perspectiva ‘agroecológica’, los primeros dos viajes a Formosa tuvieron una “recepción muy cálida” por parte de los lugareños. “Vimos avances que le permitieron a la comunidad llegar a cosechar su maíz, pero también encontramos falencias, como la carencia de herramientas o las dificultades para comercializar sus productos”, describió el también especialista en genética.
Un encuentro de bienvenida en el que Díaz y los ancianos de la comunidad avalaron la presencia de los docentes fue el primer paso para desempeñarse en La Primavera. Ese acercamiento fue importante porque los investigadores apuntan a “un dialogo de saberes, el campesino-indígena y el académico”, definió Ana Broccoli, profesora de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ) que trabaja sobre ‘mejoramiento participativo’.
Ese procedimiento apunta a lograr “el empoderamiento al poder proveerse de la propia semilla y no necesitar una industrial o tecnológica, que en el caso del maíz es un híbrido, ni tener que agregar paquetes de insumos químicos”, le planteó la especialista local a este medio. Se sembró maíz criollo que había sido obtenido en esa región y que estaba almacenado en el Banco de Germoplasma de la Cátedra de Botánica de la Fauba, con lo que se aseguraron que las plantas tengan las características genéticas necesarias para adaptarse al medio en el que se encuentran.
“Los agricultores de la comunidad seleccionan en la cosecha el material de acuerdo a criterios que son de su propio interés, con el apoyo técnico que le damos”, ancló. A partir de ese material elegido se trabajará para obtener las futuras semillas. Por ejemplo, el maíz debe ser apto para secarse en el mismo campo y no en un ámbito artificial protegido, por lo que la mazorca ideal debía estar cubierta por sus hojas lo suficiente para evitar el ingreso de humedad e insectos. “Nuestra intención es lograr un acompañamiento en el que se dé lugar a las impresiones de la comunidad. No llevamos un proyecto inmodificable sino que está en permanente investigación a través de la acción participativa”, recalcó la especialista.
Además de Scharauf y Broccoli, el equipo de trabajo está compuesto por los ingenieros agrónomos Carlos Carballo, Ana María García, Libertad Mascarini y Susana Pariani, la antropóloga Lorena Cardin y las estudiantes formoseñas Andrea y María Belén Galeano, que serán importantes para darle continuidad a la iniciativa y favorecer la comunicación entre los actores.

Publicado en La Tercera del 5 de noviembre de 2012

Un amparo contra los agrotóxicos


Por Noelia Leiva


Vecinos y vecinas del distrito bonaerense de Presidente Perón impulsaron un recurso judicial para que no se fumigue con glifosato. Acusan a los productores de un campo de 90 hectáreas de emplear químicos peligrosos. Una ordenanza municipal lo prohíbe desde 2010.

“Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras”. Así reza desde 1994 el artículo 41 de la Constitución Nacional. Pero el territorio que da cuerpo al país del que habla ese texto manifiesta que sucede lo contrario. Como en el norte la megaminería amenaza la vida, en el sur del Conurbano bonaerense las empresas y los propietarios de campos usan agrotóxicos para desmalezar y fumigar, aunque dañen a sus vecinos. Una asociación civil de Presidente Perón impulsó un recurso de amparo ambiental para que cese la contaminación con glifosato, que provocó, según investigan, enfermedades respiratorias y dérmicas y abortos espontáneos.
Hace al menos cuatro años que comenzaron las sospechas en la zona. Cuando las hectáreas de Guernica, cabecera del distrito, comenzaron a mostrarse sin rastros de vegetación molesta para el cultivo también empezaron a repetirse las erupciones en la piel y las afecciones al respirar. Luego de reuniones y denuncias de organizaciones sociales, la lucha se transformó en un recurso de amparo en el que la Clínica Jurídica Ambiental de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) patrocinó al Centro Agroecológico Ashpa, en representación del colectivo social que señala que en el campo ubicado entre 41 y 91 se usa glifosato y hasta 2.4D (Ácido 2.4 Dicloro fenoxiacético) para quitar las malezas.
A principios de octubre, los vecinos señalaron frente al Juzgado 3 de La Plata a Jorge Alberto Gavelini como quien ordenó las fumigaciones con tóxicos en el terreno de 90 hectáreas que está a su cargo y cuya titularidad está a nombre de Norma Moreno. El Ejecutivo municipal, encabezado por Aníbal Regueiro, y el bonaerense también fueron acusados porque “son autoridades competentes y deben ejercer el poder de policía ambiental respecto de las actividades desarrolladas por los sujetos privados que fueron demandados. Son considerados responsables y ‘legitimados pasivos’ por el incumplimiento de las funciones de protección a la salud humana”, le explicó a Marcha Andrés Makowiecki, uno de los abogados que presentó el recurso. Hasta el momento, el juez Juan Pablo Masi no se expidió.
En una audiencia en la que participaron las partes involucradas, “los demandados se opusieron a la producción de pruebas porque consideraron como ‘abstracto’ el reclamo judicial y entendieron que no se registraron violaciones normativas”, detalló el legista. Sin embargo, se notificó que a fin de mes el Ministerio de Salud provincial realizará un relevamiento de la zona, aunque no se le notificó a los vecinos “cuáles serán las medidas a adoptar” durante y a partir de ese trabajo, ni “cuál es el estado de la gestión” para evaluar la viabilidad del operativo.
“Si vienen al barrio va a ser bueno porque van a conocer lo que nosotros vemos siempre, van a salir de sus escritorios”, enfatizó la miembra de Ashpa Stella Maris Mangione. Sin embargo, surge una contradicción entre la minimización del amparo ambiental frente al juez por parte de los ‘acusados’ y el aviso de que se realizará una evaluación del caso. La asociación ya había confeccionado una encuesta a 135 familias de los barrios Las Lomas y Santa Teresita, de los más afectados de Guernica. “Con la información se confeccionó un mapeo epidemiológico que permitió observar que algunas afecciones se repetían cada vez que fumigaban, como alergias, eccemas, abortos espontáneos y problemas en las mucosas”, detalló.
Si el juez recibe y da valor a las pruebas de que se fumigó con químicos nocivos, deberá ordenar inmediatamente el cese del daño. Los vecinos aclararon que también sospechan del mal uso de esas sustancias en el establecimiento “Haras de Jorge Antonio”, ubicado sobre San Martín del Barrio Parque Americano, y el campo “de las Cuatro Bocas”, en Las Lomas. Observaron, además, que en las últimas semanas se redujeron los indicios negativos sobre el campo de Gavelini, acaso presionado por la presentación judicial. No obstante, “este tipo de daño perdura en el tiempo y en el espacio en forma considerable. Las consecuencias que se generan pueden ser tanto mediatas como inmediatas”, aclaró Makowiecki.

En la vía de la contaminación

En 2010, la ordenanza 708 puso la salud de las personas por encima de los herbicidas y otros químicos empleados las prácticas agrarias invasivas que perjudiquen la salud de las personas. Sin embargo, no sólo en los campos del distrito se continuó su aplicación sino también en las vías del ferrocarril. El último episodio que Ashpa denunció sucedió hace diez meses, a un año de que la norma entrara en vigencia. Sobre la calle 128 del barrio San Pablo identificaron a una cuadrilla de trabajadores de la Línea Roca con sus mochilas blancas de fumigación y bidones con la etiqueta de glifosato, tal como dejaron constancia ante el equipo de Inspección municipal que fue convocado.
La preocupación de las organizaciones sociales que participan de la campaña contra los agrotóxicos se acrecienta en tanto aumenta la variedad y agresividad de los preparados empleados. Según el relevamiento del Centro Agroecológico, además de glifosato hallaron en los campos de la zona -entre ellos, el involucrado en el amparo- rastros del 2.4 D, “clasificado por su toxicidad como de categoría II, ‘Producto moderadamente peligroso nocivo’, que fue fabricado en la Segunda Guerra Mundial como arma química porque es similar al ‘agente naranja’ 2.4.5 T, utilizado en la Guerra de Vietnam”, denunció la asociación a través de su informe.
También hallaron atrazina, empleado habitualmente para el control de malezas en las plantaciones de soja, al igual que el glifosato. La sustancia “está prohibida en la Unión Europea desde 2006” porque, capaz de atravesar el suelo hasta llegar a arroyos o canales de agua subterráneos, puede “afectar la producción y el funcionamiento normal de las hormonas sexuales”.
En ese contexto se prolonga la espera de una resolución. El respeto al derecho de tener una vida y un ambiente saludables también fue obligado a demorarse.


Publicado en Marcha.org.ar www.marcha.org.ar/1/index.php/nacionales/94-ambiental/2391-un-amparo-contra-los-agrotoxicos

1 de noviembre de 2012

Del Conurbano yo soy

Por Noelia Leiva


Muchas historias se reúnen en el Gran Buenos Aires, que vive al límite de su oposición con la city porteña ¿Cuál es la identidad de esa porción de la provincia? Que, por más diversos que sean sus habitantes, logra pensarse como un conjunto. La mística de los barrios no se queda atrás y provoca, a veces, la suspicacia de quienes viven del otro lado de la General Paz.

Aprender a cruzar la calle, andar en bicicleta con amigos, encontrar algún amor: en el barrio suceden las experiencias de vida que ponen a las personas en contacto con otras ¿Cuánto de todo eso hace a la identidad de cada quien? Mucho. Y más cuando el conjunto de vecindarios conforma un conglomerado enorme y diverso pero con una historia en común. Así es el Conurbano, poseedor de una “identidad”: la diversidad que lo compone y la oposición histórica a lo porteño.
“Cabecita negra” o “descamisados” fueron términos con los que, en el bagaje social y político del país, los habitantes de la Capital Federal calificaron a quienes no pertenecían a ella. Y sobre todo a los bonaerenses, que estaba tan cerca - apenas al cruzar la General Paz- pero que consideraban tan distintos, acaso inferiores. Una oposición que puede rastrearse desde la guerra civil entre unitarios y federales, dos bandos y dos paradigmas de pensamiento.
De ese contexto deriva el Conurbano, que se define por oposición, porque no es parte de ‘la city’; y por inclusión, porque es lo que hacen de él un montón de barrios juntos de diferentes clases sociales pero que, en su mayoría, estuvieron atravesados alguna vez por la necesidad de su gente de movilizarse hacia Buenos Aires para trabajar o recrearse. En esa diversidad “el rasgo en común es diferenciarse de la centralidad que caracteriza a los porteños”, definió ante LA TERCERA Mónica Bennati desde la comisión directiva del Colegio de Sociólogos provincial.
Tener que viajar por al menos una hora en medios de transporte públicos cuyo buen funcionamiento siempre es una incógnita, madrugar y amontonarse en el vagón de un tren para luego repetir la escena en un subte y otra vez al regreso, en el orden inverso. Todo eso es parte del folklore de los bonaerenses que viajan hacia la ciudad del Obelisco para cumplir con sus obligaciones laborales o ir a estudiar. Si bien podrá reducirse porque “está en plena transformación debido al desarrollo de varias actividades más cercanas”, todavía es considerable el flujo de locales que cruza todos los días. El ‘conurbanense’ va y se la ‘banca’. Aunque no falta el que alimenta su mal humor con los apretujones.
Por eso, en el imaginario que rodea a la identidad regional se resalta la capacidad de resistir y de (re)buscar salidas en la adversidad. “La vida en el aquí conlleva un plus de dificultades derivado de la situación socioeconómica de la mayoría de los habitantes, así como de las deficiencias infraestructurales que marcan el devenir en los barrios. Este plus de dificultades hace que su habitante sea también más emprendedor, ingenioso, solidario y mucho menos egoísta e individualista”, evaluó Javier Garín, abogado e historiador lomense. Si bien “en todos lados viven personas trabajadoras que deben preocuparse cotidianamente por su futuro y el de su familia, sucede que las condiciones de transporte están lejos de ser óptimas para trasladarse. Sólo con eso se hace duro salir”, evaluó, en tanto, la socióloga.
Si hay que ‘ponerle el pecho’, ahí está el o la ciudadana de la provincia. Si hay que compartir con amigos, también. Estar en la calle, que los chicos jueguen o anden en bicicleta en la vereda o las familias se junten a comer eran parte de los hábitos comunes de la zona, pero “quizás se están perdiendo a causa de la delincuencia e inseguridad”, señaló Bennati. Puertas adentro, las ganas de reunirse -acaso cercanas a todos los vecindarios trabajadores de la zona urbana- se conservan.
Hay un área que se aleja de la caracterización más sufrida del habitante local: la del norte bonaerense. Por su contundente poder adquisitivo, para los ‘laburantes’ del sur y el oeste esas personas son casi tan cuestionables como las porteñas, o al menos no aprendieron tanto de la vida como aquellos que alguna vez tuvieron que trabajar de lo que se encuentre. En los tiempos que corren, los y las jóvenes de esos lugares copan las oficinas de telemarketing ubicadas en ‘Baires’, por ejemplo.

La oposición que inhibe

La General Paz divide. Desde la metrópolis, no faltan los calificativos despectivos que ayudan, por diferenciación, a la formación del ideario del Conurbano. Sin embargo, esa relación dicotómica puede ser contraproducente. Según Garín, la conciencia de pertenecer “se encuentra inhibida a causa de la discriminación que existe” sobre quienes viven en la otra vera del Riachuelo.
“Para la mentalidad discriminadora de los sectores medios capitalinos, los habitantes bonaerenses son ‘negros’ o ‘villeros’ si pertenecen a la clase trabajadora o ‘blancos pero de segunda’ si son de clase media”, acusó el abogado, que se definió como exponente de la idiosincrasia del Gran Buenos Aires. Que los medios masivos de comunicación se gesten en la Ciudad Autónoma también complota contra el reconocimiento de la identidad porque busca instalar ideas ajenas al bagaje propio, tanto que “en el pueblito más remoto de la Cordillera saben del estado del tránsito” de la arteria que comunica ambos lados. Por eso es “necesario romper con la hegemonía simbólica que ejerce la Capital”, convocó, en tiempos de la Ley de Medios.


El barrio que iguala

Como diverso es el conglomerado bonaerense, organizado en ‘cordones’, igual de disímil es la opinión sobre si existe o no una identidad que abrace a toda esa heterogeneidad. “Yo creo que la gente que vive en la zona tiene características tan comunes como la de afuera”, planteó Crees, el graffitero autor de los perros que observan desde las calles de Monte Grande. Para él, la identidad tiene que ver con cada barrio y con sus “referentes”, aunque reconoció que “mucha gente toma a la Capital como ‘lo verdadero’ ya sea en lo cultural o por estudios, por ejemplo”, explicó. Se apela a las mismas categorías sociales que  “la gente que compara a Argentina con Europa”, a la que anhela que su país se parezca. Entonces, también hay bonaerenses que quieren “parecerse” a los capitalinos porque creen que eso les da mayor “estatus”.
Con la experiencia de haber recorrido con su arte cuanta esquina pudo de su localidad echeverriana, el autor del perro más conocido del sur rescató que en algunas manzanas las personas “salen a la calle y se saludan, como si de un pueblo se tratara”. Acaso que la historia de muchos distritos sea relativamente corta y todavía falte para funcionar con el individualismo de las urbes más desarrolladas sea otro factor cultural de la región.
En su variedad, lo mejor que tiene el Conurbano es conocerlo y hacerlo. “Pinta tu ciudad y pintarás tu mundo”, citó Crees, que sí que lo hace.

El pueblo que construye

“De aquí surgieron los ‘cabecitas negras’ y los ‘descamisados’ de Evita y las masas del 17 de octubre de 1945. El Conurbano es el gran reservorio de los gobiernos populares”, definió Garín, que si bien en sus libros investiga a los personajes que gestaron la Patria “al interrogarse sobre la conformación de la nacionalidad, hay elementos que se vinculan con la región porque, por su conformación sociológica y la afluencia de corrientes migratorias diversas, es un gran conglomerado representativo de la diversidad regional de las provincias y los países vecinos”, explicó.
Según esa mirada, afianzar un sentimiento de pertenencia en una base social hecha de orígenes y objetivos disímiles es la cualidad central de lo que implica vivir en la zona, pero sobre todo porque en su historia reciente logró una lógica de lo colectivo que no se nombra pero que está y por eso sirvió de cimientos a movimientos políticos como el peronismo. Por eso “es un territorio tan rico y en construcción, aún indeterminado y por eso mismo incitante, que es la gran síntesis de ‘lo popular’ argentino”, enfatizó.

23 de octubre de 2012

Parir no es doler


Por Noelia Leiva

Los colectivos que reclaman “humanizar” el parto cuestionan las prácticas médicas invasivas. Una discusión sobre la noción del cuerpo y contra el “sufrimiento” de dar a luz. La experiencia de partos respetados en barrios populares.



Un embarazo no es una enfermedad. La afirmación parece obvia, pero debió ratificarla la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que se deje de entender que ‘dar a luz’ es sinónimo de ‘riesgo’. Desde el movimiento de mujeres denuncian que incluso así sus derechos no son tenidos en cuenta durante el parto, que no es “respetado”. Buscan desnaturalizar el dolor, para que la sala donde parir no sea otro lugar de conquista del patriarcado.

De cúbito dorsal y obligada a pujar contra la gravedad: así se encuentran las mujeres instantes antes de expulsar al mundo al fruto de su vientre. Peridural, oxitocina sintética, anestesias varias y la inmovilización sobre la camilla convierten un acto que se repitió desde el principio de la humanidad en un episodio que hasta puede ser traumático para ellas, tratadas como“pacientes”. Hasta en esa clasificación hay una mirada atravesada por el poder de quienes “tienen la ciencia” -en general varones- porque las protagonistas de ese encuentro se convierten en “pasivas”, que según las convenciones deben esperar y sufrir, respirar y calmarse, no quejarse del dolor y volver a esperar.

“La falta de consideración y respeto por la fisiología del nacimiento, la naturalización de las intervenciones innecesarias y la despersonalización de la atención hacia la mujer hicieron necesaria la formulación de la Ley nacional 25.929 de Derechos de Padres e Hijos durante el Proceso del Nacimiento, que fue sancionada en 2004 y todavía no se reglamentó”, le explicó a Marcha Mirta Merino, partera asesora de la asociación "Dando a Luz", pionera en la modificación de la normativa.

En la provincia de Buenos Aires reclaman -por ejemplo, a través de un proyecto legislativo del Frente Amplio Progresista- que la Gobernación adhiera a ese texto para que en sus centros sanitarios los profesionales cuenten con el instructivo que ordene las prácticas y conductas profesionales de acuerdo a la ley tanto en instituciones privadas como hospitales públicos. Y, lo más importante, que el nuevo paradigma no sólo se aplique en los lugares privados sino también en los hospitales, a los que a veces las vecinas llegan por primera vez con los nueve meses cumplidos porque no pudieron acceder a controles previos. La ley sostiene que al parir la madre tiene derecho a “ser considerada, en su situación respecto del proceso de nacimiento, como persona sana, de modo que se facilite su participación como protagonista de su propio parto”.

El arribo de los bebés no tiene complicaciones en “un 90%” de los casos, aseguró "Dando a Luz", que desde 2000 se ocupa de bregar por la humanización del nacimiento. Aunque no haya riesgos comprobados, la rutina de la sala de nacimientos ya incorpora medicación y prácticas para acelerar los tiempos orgánicos, como el ‘goteo’. Y ellas, cuando fueron criadas para obedecer al poder, asumen que deben esperar y sentir dolor. “Hay trabajos científicos que demuestran que el parto normal planificado en domicilio o casas de partos es tan seguro como en una institución médica”, aseguró Merino. Por eso algunas prefieren contar con la asistencia de un equipo obstétrico pero adoptar una posición más cómoda que la tradicional, como de cuclillas o sentadas; y otras eligen traer a su descendencia en el agua o en su propia cama, en compañía de su familia. “Es importante que la mujer pueda empoderarse, es decir, hacerse dueña de lo propio”, remarcó la referente. Y hasta encontrar placer en ese tránsito del útero al universo, si se da un “entorno amoroso, con buenos tratos, masajes, ingesta de bebidas y alimentos”.

Poder ancestral

Para las agrupaciones que bregan por la equidad de los géneros, ser mujer no es sinónimo de ser madre, sino que esa función social es una elección y una capacidad que puede desarrollar un humano o humana. Rescatan de las prácticas originarias la contención colectiva.

De esa concepción surgen las “doulas”, un grupo de mujeres que dieron a luz y que se dedican a acompañar y sostener afectivamente a sus pares cuando les toca llegar a esa situación. “Las doulas siempre existimos pero nos institucionalizamos cuando las mujeres comenzaron a internarse para parir, se quedaron solas y sin asistencia femenina”, describió Melina Bronfman, una de las referentes en este tipo de labor en Argentina y madre “desde 1990”. Cuando le tocó a ella estar ahí, contó con una “excelente partera” que la “sostuvo emocionalmente y dio recursos para estar bien”. Su mejor amiga fue su aval durante el post parto, como si fuera una miembra de la escuela pero formada con el conocimiento de lo que había sentido.

Es importante para ejercer ese rol conocer a la futura mamá y su entorno, saber qué desea y qué le preocupa. “Antes había mucho miedo al dolor, pero hoy le temen a la institución, a sus ‘normas y protocolos’, al maltrato y a la separación de su bebé apenas nacido. Y tienen razón”, planteó la también musicoterapeuta, que también coincidió con la importancia de que esa mirada se instale en los servicios públicos. Se logra “humanizar” la asistencia cuando, incluso en los ámbitos tradicionales, los equipos médicos entienden que “es la mujer quien protagoniza el parto, ellos cuidan y vigilan discretamente que se mantengan los más altos estándares de salud para madre y bebé”.

Parir en el barrio

En las barriadas más pobres, pensar en garantizar partos respetados parece un objetivo difícil de alcanzar. “Conversamos de eso con las vecinas como un tema conexo a lo que empezamos a trabajar, que es que los maridos puedan acompañar a las mujeres en ese momento, si ellas lo desean”, señaló Myriam Machaca, trabajadora social y coordinadora de Las Mariposas de Villa París, un grupo territorial que busca empoderar a las mujeres en una toma de Glew, distrito bonaerense de Almirante Brown. “La mayoría está en situación de exclusión y hay otros temas urgentes”, reconoció.

En esa instancia, la prioridad es incentivar a que se realicen los controles periódicos durante el embarazo. Sin embargo, también pueden apelar a los conocimientos de sus madres, tías, hermanas o amigas porque “siempre hay mujeres experimentadas alrededor. Lo que importa es que esa experiencia sea validadora del potencial de la mujer para parir, criar y amamantar”, enfatizó, en tanto, Bronfman.

Algunas recomendaciones para humanizar ese momento pueden volcarse como factores comunes: preguntar, elegir, decidir, respetar los propios tiempos, reencontrarse con el cuerpo y reconocerlo en su nueva faceta. Pero cada una llevará adelante su parto en función de lo que es y de lo que desea, con la contención de quienes ya pasaron por ese lugar. Sólo así la bienvenida al mundo de sus nuevos integrantes será “humanizada".

 Publicada en Marcha: http://www.marcha.org.ar/1/index.php/nacionales/92-generos/2314-parir-no-es-doler

Las formas de venir


Por Noelia Leiva
 
¿Cómo y dónde parir? La cultura intervino en la definición de ese momento central en la vida de los pueblos. En esa red, algunas mujeres arman sus propias definiciones.
 




   Izquierda: Maternidad Digna de Cecilia Monroy, México. 
Derecha: Pobreza económica, riqueza de amor maternal, de Gustavo Raúl Amador, Honduras.

“Que cada una elija el momento y la comodidad al conocer sus tiempos y su cuerpo, para que el proceso sea menos traumático”. La propuesta es de una descendiente de la tribu originaria Huarpe que se dedica a la recuperación de los valores de su pueblo y tiene que ver con cómo parir. Es que los registros antropológicos de África y América antes de la llegada europea señalan que las mujeres daban a luz rodeadas por sus pares y en contacto con la naturaleza, distinto del que propone la medicina más difundida. El cosmos y su propio universo físico eran el contexto que recibía a las criaturas, en nacimientos “sin dolor”.

Fue el mismo Bartolomé de Las Casas quien en su libro “Historia de las Indias” aseguró que en el suelo americano que exploraba las mujeres no sufrían al parir. Algunos historiadores aseguran que casi dos siglos más tarde una orden del rey Luis XIV de Francia lo cambió todo: como quería presenciar el nacimiento de sus hijos, dispuso que las madres debían ubicarse acostadas, aunque esa postura las obligaba a hacer más fuerza por perder la ayuda de la gravedad con la que contaban cuando se ubicaban de forma vertical  y sostenían con sus manos al recién nacido, para acurrucarlo inmediatamente sobre su pecho. Ése fue, aseguran, el origen de la horizontalidad del parto, que llevó a la ciencia a desarrollar herramientas para facilitar la llegada del bebé en esa posición.
Es que las formas de venir al mundo no son prácticas solamente orgánicas o, al menos, la valoración del cuerpo en esa situación está atravesada por la cultura. La mirada que cada pueblo tuvo a lo largo de la historia sobre el nacimiento, lo femenino y la vida fueron condicionantes para el ritual de traer al nuevo integrante de la comunidad. Por ejemplo, la flexión de las piernas para colocarse en cuclillas en el alumbramiento era preferida por las kollas y todavía lo es para las más tradicionales que acceden poco a los doctores que no forman parte de su colectivo.
“Cada tribu se ocupa de las mujeres de diferentes maneras, pero en general las parturientas son atendidas por las ancestras, que lo saben todo”, explica Sergina Boa Morte, afrobrasilera que en Argentina fundó la Asociación “A turma da bahiana”. En África, el proceso se daba “en chozas especiales, acostadas; o al borde del río”, detalla a partir del relato que les contaba su abuela. Incluso en la americana San Pablo, donde la mujer creció, la presencia del agua durante el alumbramiento tenía que ver con su vinculación con la deidad u orixá Yemoja, cuyo nombre precisamente significa “madre cuyos hijos son peces” y que representa “al útero que resguarda al nuevo ser y que alimenta a través de sus aguas; aquella que sufre y cuida a sus hijos pero es implacable a la hora de un castigo aunque después llore desconsoladamente”, define Indiana Bauer, perteneciente a la línea Batuque de la religión Umbanda y la nación procedente Jeje, también de raíces africanas.
Entre los pueblos originarios latinoamericanos la orientación es vertical, con variaciones: de rodillas, en cuclillas, de pie, apoyadas sobre un compañero o en un árbol, sentadas en alguna piedra, entre otras elecciones. Las mapuches reciben masajes y tratamientos con hierbas previos a dar a luz para ubicar al niño o niña en la posición adecuada para que se conduzca por el canal vaginal. Al parir, la madre se acomoda en cuclillas, cerca de un árbol y con su rostro orientado al Este. Siempre las allegadas son las encargadas de ayudar a la embarazada.
“En la cultura de la mayoría de los pueblos originarios de nuestra América, el embarazo es asistido y vivenciado por todo el grupo que rodea a la mujer. Las más ancianas, cuidan atentamente de la dieta y las actividades de la grávida. Se recomiendan algunos alimentos especiales, sobre todo relacionados con la carne, y al padre se le pide no cazar animales ya que puede provocar abortos no esperados”, describe Norma Aguirre, cantante popular y descendiente de los Huarpes. Comprometida con la equidad de género, recomienda que las tradiciones no vayan en detrimento de que “cada una elija el momento y la comodidad al conocer sus tiempos y musculatura genital, para que el proceso sea menos traumático”.
En aquellas que no fueron criadas en la ciudad pero viven en ella, las prácticas ancestrales se cruzan con las de la medicina ‘occidental’, que entiende como saludable realizar consultas regulares durante la gestación. El último informe que la consultora Aresco hizo para el Ministerio de Salud de la Nación sobre “Condiciones de Salud Materno Infantil de los Pueblos Originarios” data de 2008 e indica que unas 18.400 integrantes de familias indígenas consultadas, 88 de cada cien embarazadas y puérperas realizaron consultas para controlarse, una minoría de ellas en el sistema privado. Tres de cada cuatro buscaron atención sólo en el primer trimestre de gestación. Las que no fueron a consultorios preguntaron a los chamanes, aunque a veces no iban porque los profesionales no comprendían su lengua. “Algunas que están globalizadas prefieren la cesárea”, reconoce Boa Morte.
Así, desempeñarse en un sistema de valores distinto al que traen de su infancia a muchas les genera controversias porque son acusadas (o se ‘autoacusan’) por alejarse de sus orígenes. Es que “junto con la educación vienen otras aspiraciones, otras visiones. No es solamente lo económico, también comienzan a vivir y se abren de lo que fueron sus abuelas o sus madres”, evalúa Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), que coincide con que “el embarazo y la maternidad son roles definidos culturalmente”. Pero como cada colectivo está compuesto por personas, el desafío es buscar el espacio de pertenencia a la mismo tiempo que se oye a los propios deseos.

 Publicada en la Revista Acción