23 de octubre de 2012

Las formas de venir


Por Noelia Leiva
 
¿Cómo y dónde parir? La cultura intervino en la definición de ese momento central en la vida de los pueblos. En esa red, algunas mujeres arman sus propias definiciones.
 




   Izquierda: Maternidad Digna de Cecilia Monroy, México. 
Derecha: Pobreza económica, riqueza de amor maternal, de Gustavo Raúl Amador, Honduras.

“Que cada una elija el momento y la comodidad al conocer sus tiempos y su cuerpo, para que el proceso sea menos traumático”. La propuesta es de una descendiente de la tribu originaria Huarpe que se dedica a la recuperación de los valores de su pueblo y tiene que ver con cómo parir. Es que los registros antropológicos de África y América antes de la llegada europea señalan que las mujeres daban a luz rodeadas por sus pares y en contacto con la naturaleza, distinto del que propone la medicina más difundida. El cosmos y su propio universo físico eran el contexto que recibía a las criaturas, en nacimientos “sin dolor”.

Fue el mismo Bartolomé de Las Casas quien en su libro “Historia de las Indias” aseguró que en el suelo americano que exploraba las mujeres no sufrían al parir. Algunos historiadores aseguran que casi dos siglos más tarde una orden del rey Luis XIV de Francia lo cambió todo: como quería presenciar el nacimiento de sus hijos, dispuso que las madres debían ubicarse acostadas, aunque esa postura las obligaba a hacer más fuerza por perder la ayuda de la gravedad con la que contaban cuando se ubicaban de forma vertical  y sostenían con sus manos al recién nacido, para acurrucarlo inmediatamente sobre su pecho. Ése fue, aseguran, el origen de la horizontalidad del parto, que llevó a la ciencia a desarrollar herramientas para facilitar la llegada del bebé en esa posición.
Es que las formas de venir al mundo no son prácticas solamente orgánicas o, al menos, la valoración del cuerpo en esa situación está atravesada por la cultura. La mirada que cada pueblo tuvo a lo largo de la historia sobre el nacimiento, lo femenino y la vida fueron condicionantes para el ritual de traer al nuevo integrante de la comunidad. Por ejemplo, la flexión de las piernas para colocarse en cuclillas en el alumbramiento era preferida por las kollas y todavía lo es para las más tradicionales que acceden poco a los doctores que no forman parte de su colectivo.
“Cada tribu se ocupa de las mujeres de diferentes maneras, pero en general las parturientas son atendidas por las ancestras, que lo saben todo”, explica Sergina Boa Morte, afrobrasilera que en Argentina fundó la Asociación “A turma da bahiana”. En África, el proceso se daba “en chozas especiales, acostadas; o al borde del río”, detalla a partir del relato que les contaba su abuela. Incluso en la americana San Pablo, donde la mujer creció, la presencia del agua durante el alumbramiento tenía que ver con su vinculación con la deidad u orixá Yemoja, cuyo nombre precisamente significa “madre cuyos hijos son peces” y que representa “al útero que resguarda al nuevo ser y que alimenta a través de sus aguas; aquella que sufre y cuida a sus hijos pero es implacable a la hora de un castigo aunque después llore desconsoladamente”, define Indiana Bauer, perteneciente a la línea Batuque de la religión Umbanda y la nación procedente Jeje, también de raíces africanas.
Entre los pueblos originarios latinoamericanos la orientación es vertical, con variaciones: de rodillas, en cuclillas, de pie, apoyadas sobre un compañero o en un árbol, sentadas en alguna piedra, entre otras elecciones. Las mapuches reciben masajes y tratamientos con hierbas previos a dar a luz para ubicar al niño o niña en la posición adecuada para que se conduzca por el canal vaginal. Al parir, la madre se acomoda en cuclillas, cerca de un árbol y con su rostro orientado al Este. Siempre las allegadas son las encargadas de ayudar a la embarazada.
“En la cultura de la mayoría de los pueblos originarios de nuestra América, el embarazo es asistido y vivenciado por todo el grupo que rodea a la mujer. Las más ancianas, cuidan atentamente de la dieta y las actividades de la grávida. Se recomiendan algunos alimentos especiales, sobre todo relacionados con la carne, y al padre se le pide no cazar animales ya que puede provocar abortos no esperados”, describe Norma Aguirre, cantante popular y descendiente de los Huarpes. Comprometida con la equidad de género, recomienda que las tradiciones no vayan en detrimento de que “cada una elija el momento y la comodidad al conocer sus tiempos y musculatura genital, para que el proceso sea menos traumático”.
En aquellas que no fueron criadas en la ciudad pero viven en ella, las prácticas ancestrales se cruzan con las de la medicina ‘occidental’, que entiende como saludable realizar consultas regulares durante la gestación. El último informe que la consultora Aresco hizo para el Ministerio de Salud de la Nación sobre “Condiciones de Salud Materno Infantil de los Pueblos Originarios” data de 2008 e indica que unas 18.400 integrantes de familias indígenas consultadas, 88 de cada cien embarazadas y puérperas realizaron consultas para controlarse, una minoría de ellas en el sistema privado. Tres de cada cuatro buscaron atención sólo en el primer trimestre de gestación. Las que no fueron a consultorios preguntaron a los chamanes, aunque a veces no iban porque los profesionales no comprendían su lengua. “Algunas que están globalizadas prefieren la cesárea”, reconoce Boa Morte.
Así, desempeñarse en un sistema de valores distinto al que traen de su infancia a muchas les genera controversias porque son acusadas (o se ‘autoacusan’) por alejarse de sus orígenes. Es que “junto con la educación vienen otras aspiraciones, otras visiones. No es solamente lo económico, también comienzan a vivir y se abren de lo que fueron sus abuelas o sus madres”, evalúa Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), que coincide con que “el embarazo y la maternidad son roles definidos culturalmente”. Pero como cada colectivo está compuesto por personas, el desafío es buscar el espacio de pertenencia a la mismo tiempo que se oye a los propios deseos.

 Publicada en la Revista Acción
 


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