25 de julio de 2014

La vivienda no tiene género





Por Noelia Leiva. La comunidad trans de Salta reclamó facilidades para acceder a la casa propia. Asegura que no tiene trabajo digno para construir o reunir los requisitos para recibir un préstamo. La transfobia se mete en el bolsillo.

El sueño de la casa propia es más que la aspiración fundamental para muchas personas de la ‘clase media’. Para el colectivo trans salteño, significa sortear una cadena demoledora de prejuicios que comienza con la discriminación por género y sigue por la reducción de las oportunidades laborales dignas. El siguiente eslabón es otra ausencia: la de ingresos para ahorrar o la de un recibo de sueldo para acceder a un crédito. Desde la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (Attta) reclamaron que el machismo se corra del mercado y las oportunidades se multipliquen.

Pensar el patriarcado no es una cuestión de mera filosofía. Su uña ponzoñosa se mete en la economía doméstica. Los mitos sobre que si alguien ‘no es mujer ni varón’ no es confiable o sólo es portador o portadora de un cuerpo exótico del que servirse se convierten en violencia laboral cuando las empresas descartan a aspirantes por ser trans. Incluso los órganos de gobierno tienen una cantidad minoritaria de trabajadores o trabajadoras de esa comunidad, todavía a modo de excepción para dar muestra de la política inclusiva. A veces, ese entramado es tan complejo que ellas y ellos mismos prefieren no postularse a algunos puestos por temor a la revictimización.

Las consecuencias son las naturales: no hay dinero para ahorrar, menos para comprar o construir una casa. Una amplia porción de la población trans reside en viviendas de familiares, amistades o en pensiones. Aunque no sólo ocurre en Salta, en la capital de esa provincia “se habla de inclusión pero no existe contención alguna, ni ante una emergencia, ni por pobreza o vulnerabilidad”, denunció Mary Robles, referente de Attta en la provincia y del Grupo de Transparencia Salteña (GTS).

Sin trabajo en blanco, tampoco hay un recibo de sueldo que les permita garantizar su solvencia para solicitar un préstamo hipotecario. Siquiera el nacional Procrear, porque requiere demostrar ingresos en el sistema formal por al menos un año: “Ingresar (a un crédito) es casi lejano para nuestra gente, más cuando se trata de burocracia”, denunció ante Marcha la también asesora del Ministerio de Derechos Humanos de la provincia.

En concreto, lo que se pide es un cupo de viviendas sociales a integrantes del colectivo, especialmente a quienes están casados o casadas, según propuso la dirigente en una jornada realizada en la Cámara de Diputados en la que se celebró los cuatro años de la Ley de Matrimonio Igualitario.

Otra opción podría ser flexibilizar los requerimientos para recibir un préstamo, ya que a la dificultad para conseguir un empleo que tiene cualquier persona en el mercado se le suma el estigma patriarcal y conservador. “Proponemos un plan de igualdad de oportunidades para reglamentar la salud, el trabajo y la educación para nosotros y nosotras”, señaló durante el encuentro en la Legislatura salteña. También se reunió con Matías Posadas, interventor del Instituto Provincial de la Vivienda (IPV) para avanzar en las tratativas pero al momento no hay más que conversaciones.

“La igualitaria”

La respuesta pequeñoburguesa esperable es preguntar por qué habría que diseñar una política exclusiva si tantas otras personas con otras problemáticas tampoco pueden tener un techo propio. Sin embargo, la violencia que asalta a los y las trans en la calle o al interior de las relaciones sociales con quienes siguen atados a la tradición más férrea agrava el marco de segregación, aunque parece no ser blanco de cuestionamiento.

La reacción no tardó: “El próximo paso será la reivindicación del boleto gay gratuito en el transporte público de pasajeros y, más tarde, el doble valor del voto gay en las elecciones generales”, ridiculizó el portal Noticias de Iruya sobre el pedido de equidad. “O (también van a reclamar) la jubilación travesti sin aportes y con el 82 por ciento móvil a los 35 años”, se burló el medio que se considera “en defensa de la libertad de expresión en Salta”.

No felices -o acaso sin comprender la magnitud del término-, definieron a Robles en el epígrafe de la foto que acompaña el artículo como “la igualitaria”, como si, en su paradigma de la exclusión, ese calificativo fuera un chiste en sí mismo. El machismo chorrea bits y tinta, mientras el trabajo sigue menguando para la población vulnerada.

Una Ley que haga cumplir la ley


Aunque la normativa que planteó que en todo el país las personas pueden definir su género sin tener que atenerse a las cualidades sexuales, culturales o impuestas desde el nacimiento también vela por el acceso homogéneo a las oportunidades y el respeto de la sociedad a esa comunidad, la arena cotidiana dice otra cosa. Más en Salta, la conservadora provincia que ya prevé reacciones de derecha y ultracatólicas frente al 29º Encuentro Nacional de Mujeres, que se realizará en octubre. Entonces, hay que reforzar la letra escrita.

Con aval de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans de Argentina, trabajan para que se trate la Ley Integral para Personas Trans, que vendría a superar todo lo escrito para bregar por la satisfacción de las necesidades básicas. La norma “tiene el objetivo de asegurar a las personas trans el ejercicio pleno y en condiciones de igualdad de sus derechos y libertades, promoviendo el respeto de su dignidad, buscando lograr la integración social a nivel cultural, económico-laboral, en el ámbito de la salud y la educación, así como en cualesquiera otros ámbitos de la vida ciudadana”, define en su primer artículo.

“Es el momento para hacer conocer nuestra situación”, enfatizó Robles. Tiene que suceder que, esta vez, el norte si exista.

Publicada en Marcha: http://marcha.org.ar/index.php/generos/5526-la-vivienda-no-tiene-genero

La mujer, ese “objeto opinado”



Por Noelia Leiva.La campaña Acción Respeto repudia el acoso callejero. No importa si se trata de un “piropo lindo”. Cuando no tiene en cuenta si la receptora quiere o no ser “halagada” es violencia. Un indicador de primer nivel de “cultura de la violación”.

“Te garcharía tan fuerte que te haría abortar”, le gritó un hombre de unos 40 años a una mujer que cursaba el octavo mes de embarazo. Es apenas uno de los miles de testimonios reales que llegaron a los y las integrantes de la campaña Acción Respeto, que define al acoso callejero como el primer registro que muchas mujeres tienen de la violencia de género. Cuando las reducen a “objetos sobre los que se opina”, se convierten en el índice público de la “cultura de la violación”, que las deshumaniza para volverlas accesorios de la satisfacción masculina. Marcha conversó con sus integrantes acerca de cómo denunciar ayuda a generar el cambio cultural que hace falta.

El anonimato es la clave de la campaña: no difunde el nombre de sus activistas ni de quiénes comparten las anécdotas que marcaron su infancia o adolescencia, o que determinan su día a día. Es que muchas saben dónde están el o los varones que creen que pueden calificar su cuerpo -como si alguien les hubiera preguntado- y se ven obligadas a cambiar de vereda para evitar el abuso. Pero cuando no pueden adelantarse, allí están ellos para intervenir el espacio personal de la transeúnte, para susurrarle o gritarle desde un colectivo, para poner en palabras la líbido que el patriarcado le ordena que exponga como indicador de que es un macho digno de su especie.

-¿Están de acuerdo con señalar que el acoso callejero es una forma de violencia simbólica? 

-Sí. Es simbólica porque se basa en el no reconocimiento de la otra persona como tal, no sólo al quitarle su derecho a caminar sin ser interpelada, sino al deshumanizarla, al cosificarla. Tenemos que considerarlo como violencia desde el momento en el que cualquier respuesta que pueda dar la mujer frente a esa situación no es tomada en cuenta y, encima, se utiliza para denigrarla y atacarla.

-¿Es una acción individual o debe considerarse un acto cultural?

-Socialmente estamos tan acostumbrados y acostumbradas a este tipo de violencia, que la tenemos asimilada culturalmente. No se puede admitir por parte de la mujer ningún tipo de respuesta. Son tan condenadas si responden como si no. Es claro que este tipo de prácticas no son un intento de interacción sino que buscan amedrentar, intimidar y, en muchos casos, humillar a la mujer. Incluso cuando se habla de “piropos lindos”, el consentimiento de ella y toda su subjetividad son eliminados de la ecuación. Lo único que se tiene en cuenta es la voluntad del hombre y su opinión. Entonces, la mujer, a nivel discursivo no es reconocida como interlocutora sino que es ubicada en el rol del tema del mensaje, el objeto que es opinado, como si fuera una prenda de ropa en una vidriera o una obra de arte.

-Como mencionaron, hay personas que señalan que un “piropo” no es cuestionable y sí lo es una grosería. ¿Por qué creen que lo sostienen?

-En parte por la costumbre cultura y por falta de análisis de la situación. El piropo es cuestionable en base a lo que planteamos recién: no se trata de una interacción, se trata de una imposición de opiniones. Hay personas que toman al piropo como algo diferente a la grosería únicamente por el contenido del mensaje, porque se supone que uno es lindo y resalta las virtudes físicas de la persona mientras que el otro es denigrante y agresivo. Sin embargo, no se detienen a analizar que el mensaje de fondo es el mismo: opino sobre vos, sobre tu cuerpo y no espero ni una respuesta ni una reacción, sólo que lo aceptes y sigas tu camino. Más aún, la gran mayoría de los “piropos lindos” suceden acompañados de un lenguaje corporal intimidante, como la invasión del espacio personal, acorralamientos, inclinación sobre el cuerpo de la mujer; todas actitudes físicas que marcan el dominio físico que un hombre cree que puede ejercer sobre ella. O vienen con un tono usualmente libidinoso. Un “hola, linda” con un lenguaje corporal amenazante y un tono sexual deja de ser un mensaje halagador y se transforma en una intimidación, porque el mensaje que el tono y el lenguaje corporal transmiten es completamente otro.

-¿Por qué suelen ser los varones los que se dirigen a las mujeres en la calle para interpelarlas y no al revés?

-Está ligado a los estereotipos que nos inculcan desde el momento en que nacemos. Los hombres deben acercarse a la mujer, deben validarse frente a los otros varones, deben reafirmar su sexualidad expresando el deseo. Lo interesante es que quizás no existe un deseo real al momento de interpelar a la mujer, sino que es sencillamente un mecanismo de reafirmación de la masculinidad.

-Algunos colectivos de mujeres señalan que el acoso callejero es un primer paso para ser cómplice de la cultura de la violación. ¿Coinciden con esta interpretación? 

-Sostenemos que el acoso callejero es parte de un conjunto de actitudes que, por definición, son parte de la cultura de la violación. Esto no quiere decir que el hombre que acosa verbalmente por la calle sea un violador o vaya a violar a una mujer, sino que es parte de la cultura que deposita en las mujeres todo tipo de culpas y responsabilidad por las reacciones de los hombres. Son los cimientos de la percepción del hombre sobre la mujer, cómo deja de percibirla como ser humano independiente y comienza a entenderla como un accesorio para su deleite. Varias personas que trabajamos en Acción Respeto también trabajamos hace varios años con la Marcha de las Putas, que aborda el tema de la justificación de los abusos sexuales y cómo se perpetúa la cultura de la violación desde lo discursivo. Se abordan dos aspectos de lo mismo, a tal punto que las justificaciones que vemos en relación a casos de abuso, como la ropa, la actitud, la imposibilidad de control de los impulsos en los hombres, la relativización del consentimiento y los límites puestos por la mujer, surgen también para el acoso callejero. No es coincidencia, señala al acoso como un engranaje más en el mecanismo de la cultura de la violación. Es el primer encontronazo para muchísimas mujeres con la violencia de género.

-¿Qué pasa si ese primer registro le sucede a una niña que empieza a salir a la calle?
-Cuando una nena de 11 años recibe comentarios agresivos y sexuales por la calle, y la sociedad hace la vista gorda. Lo que le están enseñando es que así tratan los hombres a las mujeres, que el cuerpo de mujer que empieza a desarrollar genera violencia hacia ella y que eso es normal y esperable. Peor aún, cuando cuenta las situaciones de acoso y recibe en respuesta cuestionamientos a su forma de vestir y a su posible provocación, se le enseña que es culpa de ella si un hombre reacciona violentamente hacia su cuerpo. Estas cosas son las que construyen la cultura de la violación, las que preparan el terreno para que las víctimas de abusos sexuales no denuncien y no cuenten lo que les pasó por miedo a ser juzgadas. Entonces, callan.

-En abril realizaron acciones de repudio con carteles que reproducían lo que los varones le suelen decir a las mujeres en la calle. ¿Cuáles fueron las reacciones?

-Fueron variadas. Desde apoyo total a la campaña hasta rechazo debido a su crudeza. Es interesante, porque son todas frases reales. No podemos desoír la realidad únicamente porque nos incomoda, al contrario. Una de las reacciones más curiosas fue la de adultos que cuestionaban los carteles porque “los ven los niños”. Por un lado, nos parece curioso porque se habla de que esto les sucede a las niñas desde los 9 o 10 años. Por el otro, la mayoría fueron padres de niños preocupados por cómo explicarles a sus hijos lo que dicen los afiches, a lo que sólo podemos responder que de eso se trata la educación de los chicos y que es, justamente, una gran oportunidad para enseñarles que está mal. Es doblemente llamativo porque recibimos algunas contribuciones para la campaña donde niños de entre 6 y 10 años arrojan frases sexuales a mujeres y niñas por la calle. Eso nos parece bastante más preocupante que lo lean en un cartel. La gente cree que los chicos están exentos de esto, pero muchas madres cuentan que fueron acosadas con sus hijos en brazos o de la mano. ¿Cómo podemos pensar que un chico no va a entender la situación? Es necesario trabajar en entender qué es violencia para que las próximas generaciones crezcan con una noción más clara de lo que es la desigualdad hacia las mujeres.

Publicada en Marcha: http://marcha.org.ar/index.php/generos/violencias/5246-la-mujer-ese-objeto-opinado

21 de julio de 2014

“No soy tu chiste”, una campaña por amor a la diversidad



Por Noelia Leiva. Seis millones de personas replicaron los afiches que creó el venezolano Daniel Arzola, traducida a 20 idiomas. Marcha le preguntó sobre su repudio a la violencia homo/lesbo/transfóbica y las etiquetas de género.
 
“No soy tu chiste”, una campaña por amor a la diversidad

Frente a la embajada rusa en Buenos Aires los besos brotaron la semana última como arma pacífica de repudio de la prohibición de Vladimir Putin hacia lo no hétero. Geográficamente lejos de esa consigna pero no de su sentido se ubica Daniel Arzola, que se define como “artivista”. Venezolano, caminante del mundo, amante de las artes visuales, es también un activista de la lucha por romper las estructuras machistas que ejercen violencia contra lo lésbico, homosexual, trans o queer. Por amor a la diversidad, a ser quien se quiere sin por qués, elaboró la campaña gráfica “No soy tu chiste”, que se viralizó en las redes sociales. Marcha le preguntó sobre los argumentos de su compromiso.
Un hombre con barba de mariposas, dos personas negras aparentemente mujeres que quieren huir de esa casilla, un rostro varonil que brilla en celeste en la mitad y en rosa en el otro 50 por ciento. Las piezas digitales de la campaña que tuvo repercusión en los cinco continentes potencian el color y destruyen las únicas dos caras de la moneda patriarcal: ser mujer o ser hombre. Ponen en discusión la obligación de atarse a las reglas de los sexos y, sobre todo, impugna del “odio” contra las identidades disidentes.
Arzola nació en 1989 en Maracay, Venezuela. A los 17 años ya había lanzado un blog donde difundía sus denuncias sobre la vinculación estrecha entre genitalidad y moral. Esa misma plataforma, la web, lo contactó con el mundo desde que en 2013 lanzó “No soy tu chiste”, para señalar la “burla como forma de violencia”. Con esa consigna coincidió el millón de personas que la compartió en sus primeros seis meses de difusión. Por tal repercusión, los siete afiches que diseñó en 2014 se tradujeron a 20 idiomas, en asociación con el proyecto estadounidense “It Gets Better” (“Mejorará”) que pide el fin de la discriminación luego de que varones adolescentes se suicidaran por ser segregados debido a que le gustaban los chicos. Otros cinco millones se hicieron eco a través de las redes sociales.


Nací hombre, siempre fui mujer” o “No tengo que gustarte para que me respetes” son algunas de las frases que acompañan sus ilustraciones, que en mayo último se expusieron en el Senado de la Nación y planea volver a mostrar en Argentina en la segunda mitad del año. Su arte se convirtió en la primera campaña artística en defender masivamente desde las redes los derechos de la comunidad lgbtiq.
-El nombre de la campaña interpela ¿A quién o quiénes va dirigida?
-A todo aquel que ataca lo que no entiende, a los que usan la burla como violencia. Es para aquellos que creen que ser diferente es motivo de broma. En Venezuela, los medios de comunicación no son capaces de mostrar a un personaje sexodiverso que sea humano. Siempre hay un estereotipo dañino en relación a las personas homosexuales y trans. De este modo, muestran al hombre homosexual como un bufón y a la mujer lesbiana como una fantasía del hombre heterosexual. Las personas trans casi siempre son descontextualizadas.
-¿Cómo surge la idea de denunciar la burla de la que son objeto personas que no adhieren a la dicotomía “varón- mujer”?
-Alguien tenía que hacerlo, ya llevaba tiempo cansado del asunto. Además de que me parece que tener que recurrir al humor con base en algo que no se puede cambiar carece de ética. Una cosa es reírme porque te falta un brazo y otra porque te falta honestidad, la primera no puede modificarse. Creo que la burla es un tipo de violencia.
-Si tuvieras que definir qué son los géneros ¿Cuál sería tu respuesta?
-Etiquetas creadas para separarnos. Ilusiones, cáscaras que no definen nuestra esencia. Ojalá en el futuro la gente fuese más a lo Tilda Swinton (NR: actriz australiana que juega con lo andrógino), la ambigüedad me parece la más pura expresión humana.
 
-¿Te considerás feminista o antipatriarcal?
-Me considero humanista, no creo que las capacidades de alguien dependan de sus genitales, como sostiene el machismo. Creo que la maldad como la bondad no tienen que ver con ser hombre o mujer. Esto responde a lo otro también, la sociedad está acostumbrada a usar la imagen de la mujer como algo malo. Creo que ahí está la base de la homofobia: colocar al hombre en plan de “quién es la mujer”, como si ser mujer fuese una ofensa. Creo que una persona se mide en sus valores, no en su aspecto o etiquetas.
-Sin embargo te definís con una categoría nueva, la de “artivista” ¿En qué consiste?
-En promover, defender y educar sobre derechos humanos a través de la creación artística.


-¿Por qué elegiste al color como un factor prioritario en tus creaciones?
-El color influye en el comportamiento humano, esto se llama psicología del color y eso está basado mi trabajo. Las personas con síndrome de Asperger pensamos en imágenes, de ese modo interpretamos todo de modo literal. Cuando leo un poema o lo escribo, todas esas imágenes están en mi cabeza, alguien puede ser azul o rosado, alguien puede tener una barba de mariposas. Creo que el color es una de las expresiones naturales del mundo y yo constantemente tengo la necesidad de expresarme.
-¿Por qué tuvo una respuesta masiva la campaña, según tu criterio?
-Creo que hay mucha gente allá afuera sintiéndose como yo, quizá por eso se identifiquen con lo que hago. Busco sentirme cómodo en un discurso: no creo que todos y todas seamos iguales, creo que somos distintos y eso nos hace especiales. Todos somos diferentes pero tenemos derecho a ser tratados como iguales.

Lohana Berkins: de referente travesti a candidata presidencial

Por Noelia Leiva. Su lucha por suprimir los prejuicios de género en la Justicia, su lucha para que sus compañeras se reconozcan “dignas” para exigir sus derechos y su amor por Salta en una entrevista que Marcha realizó a la aspirante a la Casa Rosada en 2015.
 


En 2013 las redes sociales replicaron fotos de Lohana Berkins con su rostro iluminado por el sol que sirvieron para lanzar su candidatura a la Presidencia en 2015. Había una metáfora encerrada: salir a la luz, dejar de aceptarse como “la escoria de la sociedad”, como históricamente le obligaron al colectivo que representa. Aunque no hay una propuesta partidaria que la avale formalmente, ella sostiene que serviría “para ver qué pasa en la política si hay una jefa de Estado travesti”. Titular de la Oficina de Identidad de Género y Orientación Sexual que funciona en el ámbito judicial porteño, entiende que la comunidad travesti y trans ya no debe pedir permiso para estudiar o trabajar. “No soy el payasito de nadie”, instó.
-El año pasado circuló una campaña que la proponía como candidata a Presidenta ¿En qué consiste esa iniciativa?
-Para mí sería un desafío, un modo de generar una dialéctica en el mundo de la política para ver qué pasaría si hubiese una presidenta travesti. Veríamos cuánto avanzamos si, a la hora de imputarme una crítica, se basarían en mis gestiones o en su nudo travestofóbico. Más allá de la adscripción partidaria de cada quien, cuando atacan a la Presidenta lo hacen desde la misoginia, imaginate qué podría pasar conmigo.
-¿Cuáles serían los proyectos de su gobierno?
-En la comunidad estamos muy obsesivas con el tema del empleo, no sólo como petición al Estado, que está dando buenas respuestas como el apoyo a cooperativas, sino también a los privados. Nosotras podemos ser meseras, médicas, abogadas, diputadas, senadoras. Ese también es un desafío: que nuestra identidad de género no sea puesta como una minusvalía. Tengo tantas capacidades o discapacidades como cualquiera, no tiene que ver con mi travestismo. Basta de pensarnos como enfermas, infectadas, ladronas, poco confiables, que no nos podemos capacitar para estar en un puesto de decisión, que no podemos sostener un acuerdo.
-¿Lo conversó con algún espacio político?
-Siempre lo charlamos. No hubo una conversación concreta porque más lo tomo como desafío, como un modo de transgredir. Puedo hablar horas de mi situación de privilegio pero estaría siendo deshonesta con el 90 por ciento de mis compañeras que no viven lo mismo que yo, que tengo un empleo, un cargo, un sueldo. La lucha se trata de generar un sentido de la igualdad real, no su ficcionalidad. No me siento avergonzada de haber sido prostituta; todo lo que me pasó, me pasó. Pero si eso lo contextualizo creo que la idea de la lucha es generar una posibilidad. Por ejemplo, a mí el matrimonio igualitario no me interesa porque no me casaría con nadie, pero tengo el derecho de hacerlo si quisiera.
-¿Cuál es el rol de la Oficina que coordina?
-Está cuadrada dentro del Observatorio de Género que dirige Diana Maffia en la Ciudad de Buenos Aires. Trabaja los obstáculos que hay para el ingreso de nuestra comunidad al derecho o a la Justicia y revisa los prejuicios y creencias que traen los operadores y operadoras judiciales. También nos ocupamos de la educación vinculada a estos temas, por lo que tratamos de hacer publicaciones, dar clases y acercar material que dé cuenta de cómo se fueron modificando algunos derechos.
-¿Cómo se derriban los preconceptos que identifican?
-No es una cuestión matemática. Nosotras estamos estableciéndonos recién hace un año. Esas cosas no se pueden predecir pero el esfuerzo está, todavía no podemos hablar de resultado ni de la estrategia correcta. Del otro lado muchas veces se actúa por desconocimiento. Además, cuando tiene que ver con prejuicios y discriminación, los resortes cambian, no se sigue siempre un mismo patrón.
-¿Cómo describe al contexto político en el que se creó el área?
-Hay un Estado receptivo a nuestras históricas demandas. Vemos por primera vez cómo se construyen posibles soluciones. También nosotras como comunidad entendimos que politizarse era una de las estrategias válidas para satisfacer nuestras necesidades. Sirvieron, en términos de logros concretos, la Ley de Matrimonio Igualitario y la de Identidad de Género. Podemos hablar de tres etapas en nuestra lucha. La primera fue la de pedir por el derecho la educación, la salud, la vivienda y el trabajo. Después nos dimos cuenta de que eso ya estaba en la Constitución, entonces en la segunda etapa buscamos el acceso y la permanencia dentro de esos sistemas. Ahora estamos en la etapa de la exigibilidad de los derechos. Ya no te pido permanencia ni me interesa discutir, yo exijo ese derecho.
-En el territorio bonaerense hay militantes travestis y trans que reclaman el acceso integral a la salud ¿Está de acuerdo?
-Absolutamente. En el artículo 11 de la Ley de Identidad de Género está clarísimo que debe garantizarse. No entendemos por qué el ministro (de Salud de la Nación, Juan) Manzur no hace que a lo largo y lo ancho del país se respete la salud integral, entendida no sólo en términos de enfermedad sino de un cuerpo sano que quiere saber cómo prevenir. También se trata de empezar a conocer el propio cuerpo, para que deje de hacer los recorridos históricos de la ilegalidad y empiece a transitar los canales de la legalidad. Entonces, si hay un Estado que aprobó una ley con todo su arco político, una Presidenta que, como autoridad máxima habla constantemente de la inclusión, no entendemos por qué se niega.
-Las dificultades para acceder a la atención médica no sólo se da frente a intervenciones quirúrgicas complejas sino en la consulta cotidiana en las unidades sanitarias ¿Por qué sucede?
-En términos de derecho lo más difícil es el acceso en la órbita doméstica, tanto para las mujeres como para las travestis. Se ve también en algo de todos los días, como cuando te cortan la luz abusivamente. Hay una cuestión de desentendimiento y desconocimiento del derecho cotidiano. La gente no sabe que un montón derechos nos son negados a todos y todas por prejuicios de las personas.
-¿Cómo se evita ese avasallamiento?
-Con campañas, con un Estado proactivo, a partir de conocer lo que está escrito. En Cuba cuentan que había un gran debate porque una ley indicaba que todos los niños varones debían ir con el pelo muy corto. Un día una madre dijo que su hijo quería tenerlo largo. Empezaron a investigar y no existió nunca una ley aprobada que lo impidiera. Entonces, una cosa es la norma en sí misma y otra las leyes de costumbre, en general basadas en pretendidas cuestiones morales. Hay que empezar a desentramar eso en términos de derechos.

De “fenómenos” a sujetas de derecho

La lucha por la equidad aspira a ir más allá del discurso correcto de la inclusión: no es sumar a partir de ‘tolerar’ las diferencias, como si alguien ‘normal’ tuviera la piedad de aceptarlas, sino vivir en igualdad de oportunidades sin que la identidad de género sea un casillero a llenar para acceder a ellas. Mientras, en los programas del prime time y algunos noticieros, el colectivo de travestis y trans es todavía pieza ‘curiosa’ de la pantalla.
-Desde los medios aún se cataloga como un hecho fuera de lo habitual que una niña o un niño defina su identidad trans en los primeros años ¿Por qué cree que sucede?
-Porque hay partes de la sociedad que no dimensiona los cambios. La Ley de Identidad de Género beneficia a toda la sociedad. Que un niño o una niña tenga un conflicto a la hora de la construcción de su identidad y sexualidad permite interrogarse y poder dialogarlo. A mí antes me pedían el documento hasta para entrar al baño de la estación, ahora no. Entonces toda la sociedad puesta en eso trae el beneficio de interpelarse. Me parece algo muy bueno que nosotras no vivimos. Mi sobrina me contó que en su grupo de la universidad una compañera dijo que no se iba a llamar más Juan sino que iba a cambiar, y entonces fueron a la casa de mi hermana a probarse ropa para ir a bailar. Me lo contó como si hubiera sucedido cualquier otra cosa. Esa joven ya está viviendo otra vida. No sólo ella sino sus amigos y amigas, que tienen la posibilidad de convivir con la diferencia.
-¿Por qué si en la vida cotidiana se hace cada vez más fácil todavía hay reticencias mediáticas a incorporarlo?
-Es que los lugares históricos que nos dieron los medios de comunicación fueron el show business, las páginas policiales o el rubro 59. Cuando abrimos la oficina salió un recortecito en los diarios, pero si mañana me pescan con un hombre en mi oficina o robo algo, sería tapa. Siempre estamos vistas de manera bufonesca. Fijate cómo nos ridiculizan en el programa de (Marcelo) Tinelli o en el que hacen los cómicos que aprendieron con él en Canal 11 (por “Sin Codificar”).
-¿Las redes sociales ayudan a cambiar la mirada?
-Sí, totalmente. Vivimos en otra era. Nosotras usamos mucho Facebook. También hay nuevos modos de comunicación en el mundo trava; hay cada vez menos perfiles hechos solamente con fotos en pose, por ejemplo. No teníamos el hábito de leer o ver noticieros. Ahora muchas chicas lo hacen. Les contás de tus ideas, debatís. Hay cosas que nos pasaron por ignorancia, por eso la educación es el arma más poderosa.
-¿Internet permite ayudar a más compañeras?
-En eso somos cautas. Tenemos en claro que si se tiene un problema hay que ir a la Justicia. Ahora si la compañera dijo que fue y no le respondieron, ahí actuamos. Yo recomiendo que no vengan a Buenos Aires cuando tengan un problema en otro sitio sino que busquen resolverlo allá, que golpeen la puerta del hospital o del lugar que sea. Si quiere estudiar o atenderse, hay que informarse y exigir los derechos ahí. Hay que convencer donde está la pelea.

De Salta a Buenos Aires

-¿Cómo se viven estas problemáticas en su Salta natal, donde en octubre se realizará el Encuentro Nacional de Mujeres?
-Al que voy a ir, como todos los años. Allá se vive de la misma manera. El conservadurismo está en todos lados. La concentración del poder está acá pero los resortes son iguales en todos lados. Hay que tener en cuenta que la ley per sé no cambia nada. La que debe cambiar es la compañera. Las situaciones son las mismas, incluso, en América Latina. Por ejemplo, en Buenos Aires si voy por la calle y un policía me identifica como travesti, puede detenerme y acusarme de que ofrezco un servicio sexual. No se hace porque no es políticamente correcto pero no se hizo el esfuerzo de erradicarlo y generar una política distinta. Como en los hospitales, que no te quieren atender. ¿Por qué hay que ir con la ley bajo el brazo? Son resabios del totalitarismo. No podemos ignorar que hay una cuestión de recambio generacional: una travesti ahora ya nace con documento.
-¿Usted pudo charlar con personas de su entorno cuando decidió ser Lohana?
- No, mi historia fue mucho más triste. Ya pasó, es una etapa que se tiene que superar.
-¿Se hace necesario no volver a pensar en el pasado?
-No, es que soy activista más que nada, no quiero seguir construyendo un personaje. Además sí son cuestiones dolorosas. No niego nada, trato de ser una persona muy positiva. Tuve una infancia muy dura, nací en una provincia muy conservadora que, igual, visito todos los años y me parece maravillosa. Me encantaría terminar mis años en Salta.
-¿En Pocitos?
-Volvería a la ciudad, seguramente. A Pocitos voy porque están mis hermanos. Conservo mis mismas amistades de siempre. Voy a sus casas, me gusta hablar más de lo domestico, escuchar sus cosas, ser la misma persona. Nunca imaginé que viviría en Buenos aires pero las circunstancias se dieron así. Ahora ya no pero durante muchos años me sentí una exiliada.
-¿Por qué?
-Porque no entendía la cultura y las formas a pensar aunque era el mismo país e idioma. Ahora vive acá gente conocida de Salta así que algunas costumbres conservamos, como la forma de comer, de cocinar, de encontrarse.
-Hay muchas personas que admiran su lucha y que se encuentren en una situación similar a la de usted en sus primeros años ¿Qué les recomendaría?
-Que se sientan orgullosas de lo que son. Yo me siento plena, amo ser trava. No hay nada que me avergüence ni de mi pasado. Hay que exigir todos los derechos. Es así como vamos a lograr que la sociedad revierta su conservadurismo. Ya no somos las travestis de antes que vivíamos escondidas. Nos hicieron creer que éramos la escoria de la sociedad, pero eso ya pasó. Ya muchas pagamos un altísimo precio para que estas niñas travestis de hoy lo puedan valorar y vivir plenamente. Yo no soy payasito de nadie.

Publicado en Marcha Noticias:http://marcha.org.ar/index.php/generos/entrevistas-genero/5362-berkins-de-lider-travesti-a-candidata-presidencial