27 de noviembre de 2009

Para que todas las mujeres tengan todos los derechos

Por Noelia Leiva

Unas 250 personas participaron en el encuentro que invitó a pensar claves para impulsar la reglamentación de la flamante ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. La visibilización de la problemática y la distinción de sus modalidades fueron los epicentros del debate.


                                                            Foto: Analía Luna/ Mariana Correa

La distribución desigual del poder en el ámbito público y el privado entre hombres y mujeres, que deriva en la inequidad sustentada por un sistema patriarcal todavía vigente, fue el núcleo de debate del encuentro que se celebró el sábado último en la Universidad Nacional de Lanús (UNLA), ante 250 personas. Se propuso como el primer paso para conformar una red social que difunda los contenidos e impulse la reglamentación de la flamante ley 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra ellas.
“Todas las mujeres, todos los derechos” fue, a la vez, el nombre de la convocatoria y la síntesis de la temática que se abordó en cinco comisiones, una por cada modalidad de agresión machista que la nueva normativa distingue. Porque si se trata de ordenarlas en categorías, algunas son más frecuentemente identificadas en el imaginario colectivo. Así ocurre con la variable “doméstica”, en la que la integridad psíquico-física de la víctima se denigra en manos de un varón con quien mantiene un vínculo sentimental o parental.
Pero hay otras menos visibles. La violencia “institucional” es la que ejercen los órganos del Estado cada vez que, por ejemplo, en las Comisarías o la Justicia culpan a la víctima de haber generado los mismos ataques que ella sufrió, por el sólo hecho de su condición de mujer. Es que “todavía hay poco tratamiento de lo que significa pensar en clave de género porque la desigualdad no se hizo visible”, evaluó Violeta Correa, presidenta del programa de la casa de altos estudios convocante que articula en las carreras que integran su oferta académica el concepto de distribución horizontal de las posibilidades.
Articulada con las violaciones a los derechos que vehiculizan las entidades de orden público va el tipo de atropello que atenta contra la salud “obstétrica”, que niega la igual atención sanitaria reproductiva para todas y la práctica de la interrupción de embarazos en los casos que el artículo 86 del Código Penal exime de pena, es decir, cuando corre riesgo la vida de la madre o si fue causado por “una violación o un atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota o demente”, según sentencia la normativa. El congreso fue otro espacio en el que las organizaciones sociales y feministas pidieron la despenalización del aborto.
El dogma de que ellas merecen una paga inferior a los varones en su desempeño laboral, incluso cuando cumplen las mismas tareas que ellos, también integra el abanico de categorías que definió la ley sancionada en marzo último. Lo completa la cara de la violencia que atraviesa a características socieconómicas y geográficas: la “simbólica”, con su variante “mediática”.
“No sólo tenemos que redistribuir la riqueza sino también la palabra, de eso nos tenemos que encargar”, enfatizó la diputada nacional de Libres del Sur Cecilia Merchán en la mesa de inauguración del encuentro, que compartió con su par bonaerense Laura Berardo, Correa y la periodista Mariana Carabajal. “La disputa  por el poder está en todos los ámbitos; el doméstico, el de las organizaciones, de las instituciones y en todos los espacios de representación”, le explicó a Alma del Sur la legisladora cordobesa.
Las actividades fueron organizadas por la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados bonaerense, la de Derechos Humanos del Concejo Deliberante local, el Instituto de Políticas Públicas Juana Azurduy y la casa de altos estudios.

Primeras conclusiones
Luego de los espacios de debate, los más de dos centenares de mujeres y varones del Conurbano Sur que participaron se reunieron en un plenario para sintetizar ante los demás los puntos abordados. Las comisiones coincidieron en la importancia de visibilizar la problemática desde la multiplicidad de variantes.
Con ese fin,  ideas para realizar campañas en los centros de salud, las escuelas y los institutos de formación docente se repitieron en las exposiciones. Por su parte, profesionales de la psicología, el trabajo social y el derecho acordaron mencionar la normativa en sus estudios o diagnósticos, para aportar a su diseminación.
Como propone la ley, la intención es la de “sensibilizar, prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres”. Para ello, todavía resta su reglamentación y la asignación de partidas en el presupuesto federal para el abordaje territorial de la problemática.

Alma del Sur

25 de noviembre de 2009

Silencio o palabra obligada: cómo el discurso dominante ejerce violencia


Por Noelia Leiva

Desde hace diez años, cada 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Pero el sistema patriarcal lleva muchos más en la reducción del rol que le asigna a ellas. Los caminos para recortar la libertadr son múltiples. La reproducción de estereotipos machistas en los medios y la opresión de la posibilidad de decir son vehículos instalados para agredir a las mujeres.

Lucha, resistencia, cambio. La palabra hecha propia puede ser una herramienta de modificación de la realidad sostenida y confirmada por el discurso dominante que transmiten instituciones vinculares o de orden estatal. Por eso, la opresión que genera el silencio contravoluntario o un significante que cosifica es una forma más de violencia contra las mujeres, en el camino por derrumbar viejos modelos patriarcales. Acerca de cómo los estereotipos ejercen su rol de verdugo en la búsqueda de decidir sobre sí mismas.
Los mecanismos para vituperar la identidad de las mujeres por el sólo hecho de serlo tienen múltiples variantes. A través de la historia, las estructuras machistas de la sociedad se colaron en un modelo de familia siempre regulada por el “jefe de hogar”, una Justicia con martillos masculinos o Estados gobernados por hombres cuyas esposas eran disminuidas, casi sin excepción, a figuras de decoración en la escena política. En ese circuito, el acceso a la posibilidad de decir era exclusividad de quienes se jactaban de llevar el mando.
Aunque los avances hacia la equidad genérica que impulsan los movimientos feministas son notorios, la desigualdad prima. En un marco posmoderno de redes globales, la utilización discriminatoria de la palabra está vigente, a la vez que se profundizada por la diseminación de esas pautas a través de cada vez más vías. “Hay un estereotipo de género que coincide con cómo nosotras fuimos 'construidas' culturalmente. Si no entrás (en esa categoría), recibís la mirada juzgadora del resto, así como desde lo mediático se tiende a la minimización” de las sujetas, explicó a LA TERCERA la comunicadora social Norma Aguirre, de Presidente Perón.
Así, la horizontalidad de la posibilidad de hablar aún no está difundida. Se produce “una doble opresión, la de género y la de clase”, categorizó la también integrante del Movimiento Territorial de Liberación (MTL) de Lanús. Es decir, las mujeres pobres no cuentan con ámbitos comunicacionales de amplio espectro para contar su realidad. Y la mayoría de las que sí acceden, por tener más recursos, se enmarcan en modelos predeterminados.
“Los medios gráficos muestran fotografías del cuerpo (femenino) y ven el femicidio como homicidio en situaciones que provocó la mujer”, víctima por el sólo hecho de no ser varón. “Hay un discurso que lleva a ese juicio social”, entendió Aguirre, de modo que esas muertes se catalogan como crímenes pasionales o cuadros de inseguridad, pero nunca se aborda el detrás de escena cultural.
“Desde lo radial –continúo su análisis la comunicadora- somos las acompañantes del conductor, las que decimos los horóscopos y las recetas de cocina. La televisión es tan violenta que establece a la mujer como objeto, no como sujeta que integra la sociedad, que decide y define”. Tal forma de utilización de vínculos comunicacionales está catalogada por la flamante ley 26.485 como “violencia mediática”, que se define como la “publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de mujeres o sus imágenes, la injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra su dignidad”.
Esta forma de agresión se evidencia en la representación de escenas pornográficas o de contenido sexual donde ellas –adultas, adolescentes o niñas- son vehículos del placer para el varón. La cosificación de la mujer, cuya máxima expresión es la utilización de su cuerpo con fines económicos y la trata, asume variantes en la intimidad doméstica.

Violencia privada: los límites del ‘decir’


“Las palabras denigratorias son violencia, muy comunes en una relación conyugal” cuyos lazos no están sanos, definió Marisú Devoto, presidenta de la Fundación Propuesta con sede en Lanús pero con trabajo en todo el Conurbano Sur. ‘No servís’ u ‘otra vez hiciste esto’ son formas verbales de la agresividad patriarcal que se repiten en los casos que atiende la entidad y que “no tienen que ver con un hecho concreto sino con considerar a la mujer un objeto o un sujeto devaluado”, precisó la especialista.
En este marco, ellas están reducidas a responder a la voluntad de sus parejas o familiares dentro de los límites del hogar, al tiempo que no les reconocen su capacidad para desenvolverse en ámbitos públicos de decisión. Pero, autojustificadas en el amor o movidas por el temor, la denuncia de esos vínculos se dilata. Aún más en los episodios en los que el varón dice arrepentirse, la antesala de la próxima embestida que puede vestirse de desacreditación oral, privación de las actividades sociales, golpes o violaciones sexuales. Un comportamiento que va más allá de las fronteras económicas y del reconocimiento legal de la unión.
“Es un comportamiento histórico-cultural que, a veces, tiene que ver con inseguridades (de ellos) porque están construidos socialmente para ser ganadores, para dominar”, desglosó Devoto.

Para aprender a hablar

Así como el lenguaje articulado se enseña hasta que se transforma en la herramienta para que los sujetos y las sujetas doten de significado al mundo, pedir ayuda también puede aprenderse.  “Sin la palabra, no hay posibilidad de cambios”, juzgó Cristina Estruch, psicóloga del browniano centro de salud “El Encuentro”.
Por eso, los diagnósticos se logra desde “las herramientas que tiene cada persona”. En ese marco, que “la problemática esté más socializada” disminuye obstáculos hacia el fin de un paradigma de larga data. Desde la misma óptica, la abogada y licenciada en seguridad Rossana Malpartida, que se desempeña en los Tribunales de Lomas de Zamora, hizo hincapié en que las mujeres “no se cansen y golpeen puertas” para cambiar su situación.
En la práctica, son “14 defensoras para 500 mil causas, cuyo 80 por ciento va a la Defensoría porque no tienen para pagar” un estudio jurídico privado, detalló, sobre el funcionamiento del distrito judicial lomense que abarca también a Esteban Echeverria, Almirante Brown, Avellaneda y Lanús. Pese a la sobrecarga de casos, la legista destacó la existencia de otros caminos complementarios para lograr ser escuchadas, como la asistencia gratuita en los Colegios de Abogados.
“La legislación es perfecta como herramienta para reclamar derechos pero muchos no la conocen”, admitió la letrada. Según entendió, además de la injerencia del contexto patriarcal, existe la “desinformación” de los jueces pero “aunque son leves, hay logros”.
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MUJER PÚBLICA

Los rostros de la violencia de género son tantos como espacios donde se interrelacionan las mujeres. No faltan en la lucha sindical o la militancia social, terrenos para los que la historia dominante reservó sólo genitales masculinos. LA TERCERA conversó con Graciela Dravicevich, presidenta de la porteña Asociación Mutual Sentimiento, que alcanzó presencia mediática cuando recibió amenazas de desalojo del edificio en el que desarrolló, por una década, actividades relacionadas con la salud y la cultura.
-¿Ser mujer es un obstáculo en el ámbito de las actividades sociales?
-Siempre es un obstáculo. El problema fundamental es tratar de coordinar, siendo mujer, a un montón de compañeros y compañeras, porque ellas también están acostumbradas a la conducción de un varón. El machismo está en nosotras. Hay mayor dificultad cuando hay que hacer una presentación con miembros del Gobierno u hombres de otras empresas sociales.
-¿Hubo avances en los últimos tiempos?
-Muchos. Pero, después de tantos siglos de opresión, no alcanza. En la mutual lo discutimos siempre, porque a veces se nos disparan en la cabeza construcciones machistas, ancestrales, contra las que tenemos que combatir. 
-Y en las asambleas en las que participa, ¿se nota la opresión?
-Sí. A veces usan la palabra de forma irónica, otras de forma explícita. En todos los ámbitos. Hace 15 años, me presenté ( a pedir trabajo) en una reconocida empresa de traffic en Buenos Aires y tuve que ir con una gorra para ocultar el pelo, lentes, pantalón y remera ancha. O disimulaba que era mujer, o no me dejaban hacer la fila.
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Cada 25 de noviembre

A través de la resolución 54/134, hace una década, la Asamblea General de las Naciones Unidas determinó la fecha para que el mundo reclamase la erradicación de la violencia machista. Fue en conmemoración del asesinato -en 1960- de Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, activistas en la República Dominicana al mando de Rafael Trujillo.

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24 de noviembre de 2009

Femicidio, el ciclo de la violencia por su nombre

Por Noelia Leiva

En lo que va del año, 82 mujeres y niñas fueron víctimas de homicidio. Sus asesinos fueron, sobre todo, varones con los que tenían un vínculo sentimental o familiar que comenzó con un abuso ocluso. La estructura patriarcal multiplica el silencio. De eso no se habla.

No hay datos oficiales. Las historias de las 82 mujeres y niñas asesinadas en la primera mitad de 2009 en Argentina aparecen reflejadas en las crónicas periodísticas involucradas en casos de "crímenes pasionales" o "inseguridad". Sin embargo, no se habla de "femicidios", es decir, de cuando el circuito de la violencia de género alcanza su máximo escalón: la muerte. La importancia de dar voz para llamar a cada cosa por su nombre.
Homicidios causados por parejas, ex parejas o familiares directos y violaciones que concluyen en la extinción de la vida se enumeran en el análisis que realizó la asociación civil porteña La Casa del Encuentro. Del total de casos relevados, 60 murieron en manos de varones con quienes mantenían o habían mantenido vínculos sentimentales, seis padecieron ultrajes sexuales y las restantes fueron asesinadas por personas con las que, al parecer, no sostenían una relación. Para los especialistas, no se trata de raptos de locura del victimario sino de un comportamiento aprehendido y enmarcado en la estructura socio-cultural del patriarcado.
“La violencia es abuso de poder”, definió a El Cruce Marta Boimel, sexóloga educativa y asesora del Consorcio Latinoamericano de Anticoncepción de Emergencia (CLAE). Es que “la cultura patriarcal cosifica los cuerpos de las mujeres como objetos de pertenencia de otro, los objetiviza”, explicó, por su parte, Fabiana Tuñez, coordinadora general Casa del  Encuentro, que elaboró el conteo a partir de las coberturas de agencias de noticias y diarios nacionales. “El femicidio es el asesinato de mujeres, niñas y personas allegadas a causa de la violencia de género”, precisó para apelar a las palabras que los ámbitos de poder evitan.
En este contexto que entiende a las prácticas lesivas desde un marco social, la muerte va más allá de la edad o zona de residencia. El 22 por ciento de las víctimas tenían entre 19 y 30 años, mientras que un 17 por ciento correspondía a la franja etárea de 13 a 18. En la mayoría de los casos, había antecedentes de “vínculos violentos pasados”, señaló la referente de la asociación porteña.

LA DEUDA JUDICIAL

"Femicidio" es un vocablo ausente en el discurso cotidiano de medios de comunicación y políticas sociales, una falta que alcanza al ámbito judicial. El Código Procesal Penal no reconoce esa figura y mucho menos la aplica como una forma de “crimen contra los derechos humanos”, como lo entiende Tuñez. Para las militantes, la explicación recae otra vez sobre el andamiaje que avala que el hombre se asuma superior.
Los casos exceden los límites del hogar. “Es violencia institucional: cuando la mujer va a radicar la denuncia, en la comisaría le dicen ‘es el padre de tus hijos, andá, hacele un guiso y mimalo’”, sin darle curso a la presentación, cuestionó la sexóloga. Tres de los femicidas de casos que fueron incluidos en el informe, tenían antecedentes por agresiones.
Organizaciones como la que integra esa referente feminista bregan por que la Justicia incorpore a su balanza el concepto de "homicidio por cuestiones de género", para cuyos culpables piden la pena de prisión perpetua (35 años de reclusión) y la eliminación de las prerrogativas de la patria potestad, pero no de sus obligaciones.
“Los jueces tienen un gran poder político derivado de su formación histórica”, criticó, por su parte, Celina Rodríguez, del Espacio de Mujeres del Frente Popular Darío Santillán (FPDS). “La mujer tiene derecho a cambiar de vida, a vivir feliz, y para eso necesitamos una relación horizontal donde el poder esté planteado en forma democrática”, concluyó.

LOS CAMINOS DE LA VIOLENCIA

A partir de las marcas iniciales, la agresión hacia las mujeres -por ser mujeres- recorre un círculo que termina cuando ellas deciden alejarse o se produce el femicidio. Comienza con “la descalificación y el maltrato, el control, los celos y el alejamiento del entorno social y afectivo”, enumeró Tuñez. Hasta que explota, “es como una olla a presión”, graficó Boimel.
Luego, se genera una etapa de arrepentimiento, “como una luna de miel donde el varón llora, se justifica, hace regalos y promete cambiar, por lo que la mujer siente culpa”. La naturalización de los episodios que censuran las libertades de ellas favorece que el ciclo siga su curso, porque justifica el sometimiento desde la aceptación de preceptos patriarcales, cuando no se trata de miedo o apremios económicos para sostener el hogar.
El varón violento mina progresivamente su entereza hasta que “ella misma se transforma en lo que él quiere, aunque nunca llega a conformarlo”, detalló la coordinadora de Casa del Encuentro.
Esta retroalimentación es, con frecuencia, sostenida por el ámbito familiar de la afectada debido a compartir los preceptos de la pretendida superioridad masculina o no creer la veracidad de las afecciones, porque el victimario exhibe una cara afable y distinta a la del ámbito doméstico.

LA IMPORTANCIA DE DECIR

Cuando a la búsqueda de ayuda responden puertas cerradas, el silencio se convierte en violencia por omisión. “Lo que no se nombra, no existe”, sentenció Claudia Perugino, abogada y miembra de la Red Par (Periodistas de Argentina en Red-Por un periodismo no sexista). Las palabras pueden volverse aliadas del cambio o artífices del ocultamiento. Ese mismo que hace “una telenovela de los episodios policiales donde las víctimas son mujeres”, como el abordaje mediático de los casos de Nora Dalmasso y María Marta García Belsunce.
Por siglos, las mesas familiares estuvieron presididas por varones que gozaban de la autoridad para definir qué era correcto y qué no. “Nos negaron la palabra, la posibilidad de expresarnos, de opinar sobre el mundo público”, criticó la comunicadora. De allí, la importancia de comenzar a nombrarse, de acompañarse para cambiar el curso de la realidad social. La necesidad de hacer visibles la problemática y de no naturalizar la opresión.

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“POR SER MUJER, JOVEN Y POBRE”


No se trata de estadísticas, sino de las personas que están detrás. El femicidio de Sandra Ayala Gamboa, de 21 años, es uno de los casos que integran la lista de muertes de 2007, pero las pautas de impunidad están marcadas con más fuerza: a la joven peruana la violaron y asesinaron en un edificio de La Plata que dependía del Ministerio de Economía bonaerense, donde actualmente funciona una sede de la Agencia de Recaudación de la provincia. Había ido a una entrevista de trabajo con un conocido. Encontraron su cuerpo seis días después, el 22 de febrero.
“A Sandra la mataron por ser mujer, joven y pobre”, consideró Celina Rodríguez, del FPDS local y una de las militantes que acompañó a la familia en la búsqueda del esclarecimiento. La investigación que lleva adelante la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 2 platense, a cargo del fiscal Tomás Morán, no presenta “ningún avance”, se indignó ante El Cruce la mamá de la chica, Nélida Gamboa Guillén. “Para mí hay muchas pistas, pero para la Justicia no hay nada, son todos testigos”, cuestionó. Los allegados a la muchacha todavía no saben quién permitió su acceso y el de su femicida al área de Archivos de la oficina estatal, por entonces en remodelación.
“De sólo pensar por lo que pasó mi hija, no quiero que otra esté en ese lugar”, señaló Nélida, que cada año encabeza un acto para recordar a Sandra en el sitio del asesinato, en la calle 7, entre 45 y 47. Allí donde un cartel reza “Femicidio = asesinato de mujeres”.

Publicado en: Revista El Cruce

13 de noviembre de 2009

“Yo, sí puedo”, la experiencia cubana para la alfabetización

Por Noelia Leiva

El programa busca enseñar a leer y escribir a personas mayores de 10 años. Otorga las herramientas básicas para incorporarse al sistema de educación de adultos u oficios. Emplea un método de asociación de números con letras. Y denosta los prejuicios que plantea al “iletrado” y el “sabio” como opuestos. Desde hace 15 días, se aplica en el distrito.


Creer que es posible, decir que sí. Luego de recorrer más de 30 países, incluso aquellos desarrollados donde la pobreza es ono de una desigualdad paradójica, el programa de alfabetización creado en Cuba “Yo, sí puedo” comenzó a trabajar en cuatro barrios de Almirante Brown. En dos años, esperan alfabetizar a 7 mil personas, cantidad fijada a partir de los relevamientos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) que, aunque cuestionados en Argentina, son la muestra testigo que los organismos internacionales toman como referencia para determinar las necesidades educativas del país. LA TERCERA dialogó con Roberto del Valle, asesor cubano del plan en el distrito. El abordaje desde el propio lugar, el barrio, contra “la forma actual de esclavitud de los pueblos”.
El método de difusión de las herramientas de la lectoescritura está destinado a mayores de 10 años. Se nutre de clases audiovisuales de 30 minutos que se comparten en grupo a lo largo de 65 encuentros, con el acompañamiento de facilitadores o facilitadoras que saben leer y escribir, pero no necesariamente tienen experiencia en la docencia. En el subcontinente, se articula a partir del Instituto Pedagógico Latinoamericano, que llega a este punto del mapa a través de un convenio entre la Fundación Un Mundo Mejor Es Posible (Ummep) y la comuna browniana.
“Si usted quiere insultar a una persona, le dice analfabeta y ya, la humilla. Es la forma en que obligan a firmar con el dedo y a hacer mil cosas, sobre todo en procesos electorales”, observó Del Valle. El acercamiento a estrategias para cambiar esa realidad “puede constituir una masa importante para la proyección teórica y de políticas de desarrollo pero, también, una peligrosamente opositora”, sobre todo gracias a la particularidad argentina de “opinar desde la primera frase”, observó el educador.
Para lograr el objetivo, el programa usa un mecanismo de asociación de números –que, para el desempeño cotidiano, la mayoría de las personas conoce- a letras,en función de su frecuencia de uso. Luego de un rastreo de las personas con necesidad de ser alfabetizadas, se efectúa un “adiestramiento”, en el que se ejercita la expresión oral y la representación numérica. Segundo, se enseñan las letras y las combinaciones silábicas para formar palabras y expresar frases con ideas. Por último, se “consolidan” esos conocimientos, como nexo con el sistema educativo formal.

La universalidad de la pobreza

-¿El programa avanza sobre las necesidades sociales?
-Está concebido para alfabetizar América Latina. Tiene un componente relacionado con la enseñanza de la lectoescritura y otro con la formación cultural integral de la persona. En este caso, se trabajan elementos de salud, educación sexual, literatura, arte. No está concebido sólo para Argentina, en cada país se contextualiza.
-Incluso dentro de una misma región hay realidades disímiles. Por ejemplo, no es lo mismo hablar de la Ciudad de Buenos Aires que del Conurbano ¿Se hace hincapié en estas particularidades?
-No, el programa atiende a las necesidades más generales que tienen los pobres del mundo, que son necesidades globales. Porque los iletrados son pobres, los ricos tienen con qué pagar (la alfabetización). No particulariza en la idiosincrasia
de cada región. Está pensado para un llanero venezolano, un campesino boliviano, un hombre de la serranía de Colombia…
-Paulo Freire (pedagogo brasileño, autor de la concepción de que el educador
y el educando se relacionan en un proceso de liberación mutua) apunta a trabajar desde las necesidades,el conflicto o el desconocimiento ¿Coinciden?
-El programa toma de la teoría de Freire el concepto de palabra y frase generadora,pero que parten de lo vivido por la persona sin buscar posiciones políticas. Parte de su práctica cotidiana, de lo que él conoce. Se dice (en la cartilla que se usa en las clases) “una casa latinoamericana” porque todo el mundo sabe lo que es una casa, tenga o no. Se dice “un beso” porque todo el mundo sabe lo que es, aunque no tenga quién lo bese.

Contar con las palabras

El mecanismo de asociación de letras a números “fue una idea del comandante en jefe Fidel Castro”, aclaró Del Valle. Se parte de que las personas analfabetas “saben contar, porque sino no pueden vivir”. En función de la frecuencia de uso de cada letra en Latinoamérica, se le asignó una numeración a cada una. Así, la “A” es la 1 y la “W”, la 30. Mediante el mecanismo de identificación de un objeto –a través de su imagen- con su nombre,se separa en sílabas la palabra, se numera cada letra, se realizan las combinaciones silábicas y se trabaja sobre la nueva letra, porque cada clase se concentra en una.


Barrios que pueden
Para empezar, “se buscan cuatro elementos fundamentales: el iletrado, un facilitador, que es el nexo entre la videoclase y el participante; el punto de alfabetización, donde podamos colocar una video y un televisor; y todas las personas que quieran apoyar”. El rectángulo de voluntades se completó en los barrios Amancay, de Glew; La Cumbre, de Burzaco, Loma Verde y Barrio Lindo, de Malvinas Argentinas. Allí, son 22 quienes van a clase hace 15 días y otros 60 los que fueron “detectados”. Además, se proyecta trabajar en San Gerónimo, El Gaucho y Don Orione.

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