25 de noviembre de 2009

Silencio o palabra obligada: cómo el discurso dominante ejerce violencia


Por Noelia Leiva

Desde hace diez años, cada 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Pero el sistema patriarcal lleva muchos más en la reducción del rol que le asigna a ellas. Los caminos para recortar la libertadr son múltiples. La reproducción de estereotipos machistas en los medios y la opresión de la posibilidad de decir son vehículos instalados para agredir a las mujeres.

Lucha, resistencia, cambio. La palabra hecha propia puede ser una herramienta de modificación de la realidad sostenida y confirmada por el discurso dominante que transmiten instituciones vinculares o de orden estatal. Por eso, la opresión que genera el silencio contravoluntario o un significante que cosifica es una forma más de violencia contra las mujeres, en el camino por derrumbar viejos modelos patriarcales. Acerca de cómo los estereotipos ejercen su rol de verdugo en la búsqueda de decidir sobre sí mismas.
Los mecanismos para vituperar la identidad de las mujeres por el sólo hecho de serlo tienen múltiples variantes. A través de la historia, las estructuras machistas de la sociedad se colaron en un modelo de familia siempre regulada por el “jefe de hogar”, una Justicia con martillos masculinos o Estados gobernados por hombres cuyas esposas eran disminuidas, casi sin excepción, a figuras de decoración en la escena política. En ese circuito, el acceso a la posibilidad de decir era exclusividad de quienes se jactaban de llevar el mando.
Aunque los avances hacia la equidad genérica que impulsan los movimientos feministas son notorios, la desigualdad prima. En un marco posmoderno de redes globales, la utilización discriminatoria de la palabra está vigente, a la vez que se profundizada por la diseminación de esas pautas a través de cada vez más vías. “Hay un estereotipo de género que coincide con cómo nosotras fuimos 'construidas' culturalmente. Si no entrás (en esa categoría), recibís la mirada juzgadora del resto, así como desde lo mediático se tiende a la minimización” de las sujetas, explicó a LA TERCERA la comunicadora social Norma Aguirre, de Presidente Perón.
Así, la horizontalidad de la posibilidad de hablar aún no está difundida. Se produce “una doble opresión, la de género y la de clase”, categorizó la también integrante del Movimiento Territorial de Liberación (MTL) de Lanús. Es decir, las mujeres pobres no cuentan con ámbitos comunicacionales de amplio espectro para contar su realidad. Y la mayoría de las que sí acceden, por tener más recursos, se enmarcan en modelos predeterminados.
“Los medios gráficos muestran fotografías del cuerpo (femenino) y ven el femicidio como homicidio en situaciones que provocó la mujer”, víctima por el sólo hecho de no ser varón. “Hay un discurso que lleva a ese juicio social”, entendió Aguirre, de modo que esas muertes se catalogan como crímenes pasionales o cuadros de inseguridad, pero nunca se aborda el detrás de escena cultural.
“Desde lo radial –continúo su análisis la comunicadora- somos las acompañantes del conductor, las que decimos los horóscopos y las recetas de cocina. La televisión es tan violenta que establece a la mujer como objeto, no como sujeta que integra la sociedad, que decide y define”. Tal forma de utilización de vínculos comunicacionales está catalogada por la flamante ley 26.485 como “violencia mediática”, que se define como la “publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de mujeres o sus imágenes, la injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra su dignidad”.
Esta forma de agresión se evidencia en la representación de escenas pornográficas o de contenido sexual donde ellas –adultas, adolescentes o niñas- son vehículos del placer para el varón. La cosificación de la mujer, cuya máxima expresión es la utilización de su cuerpo con fines económicos y la trata, asume variantes en la intimidad doméstica.

Violencia privada: los límites del ‘decir’


“Las palabras denigratorias son violencia, muy comunes en una relación conyugal” cuyos lazos no están sanos, definió Marisú Devoto, presidenta de la Fundación Propuesta con sede en Lanús pero con trabajo en todo el Conurbano Sur. ‘No servís’ u ‘otra vez hiciste esto’ son formas verbales de la agresividad patriarcal que se repiten en los casos que atiende la entidad y que “no tienen que ver con un hecho concreto sino con considerar a la mujer un objeto o un sujeto devaluado”, precisó la especialista.
En este marco, ellas están reducidas a responder a la voluntad de sus parejas o familiares dentro de los límites del hogar, al tiempo que no les reconocen su capacidad para desenvolverse en ámbitos públicos de decisión. Pero, autojustificadas en el amor o movidas por el temor, la denuncia de esos vínculos se dilata. Aún más en los episodios en los que el varón dice arrepentirse, la antesala de la próxima embestida que puede vestirse de desacreditación oral, privación de las actividades sociales, golpes o violaciones sexuales. Un comportamiento que va más allá de las fronteras económicas y del reconocimiento legal de la unión.
“Es un comportamiento histórico-cultural que, a veces, tiene que ver con inseguridades (de ellos) porque están construidos socialmente para ser ganadores, para dominar”, desglosó Devoto.

Para aprender a hablar

Así como el lenguaje articulado se enseña hasta que se transforma en la herramienta para que los sujetos y las sujetas doten de significado al mundo, pedir ayuda también puede aprenderse.  “Sin la palabra, no hay posibilidad de cambios”, juzgó Cristina Estruch, psicóloga del browniano centro de salud “El Encuentro”.
Por eso, los diagnósticos se logra desde “las herramientas que tiene cada persona”. En ese marco, que “la problemática esté más socializada” disminuye obstáculos hacia el fin de un paradigma de larga data. Desde la misma óptica, la abogada y licenciada en seguridad Rossana Malpartida, que se desempeña en los Tribunales de Lomas de Zamora, hizo hincapié en que las mujeres “no se cansen y golpeen puertas” para cambiar su situación.
En la práctica, son “14 defensoras para 500 mil causas, cuyo 80 por ciento va a la Defensoría porque no tienen para pagar” un estudio jurídico privado, detalló, sobre el funcionamiento del distrito judicial lomense que abarca también a Esteban Echeverria, Almirante Brown, Avellaneda y Lanús. Pese a la sobrecarga de casos, la legista destacó la existencia de otros caminos complementarios para lograr ser escuchadas, como la asistencia gratuita en los Colegios de Abogados.
“La legislación es perfecta como herramienta para reclamar derechos pero muchos no la conocen”, admitió la letrada. Según entendió, además de la injerencia del contexto patriarcal, existe la “desinformación” de los jueces pero “aunque son leves, hay logros”.
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MUJER PÚBLICA

Los rostros de la violencia de género son tantos como espacios donde se interrelacionan las mujeres. No faltan en la lucha sindical o la militancia social, terrenos para los que la historia dominante reservó sólo genitales masculinos. LA TERCERA conversó con Graciela Dravicevich, presidenta de la porteña Asociación Mutual Sentimiento, que alcanzó presencia mediática cuando recibió amenazas de desalojo del edificio en el que desarrolló, por una década, actividades relacionadas con la salud y la cultura.
-¿Ser mujer es un obstáculo en el ámbito de las actividades sociales?
-Siempre es un obstáculo. El problema fundamental es tratar de coordinar, siendo mujer, a un montón de compañeros y compañeras, porque ellas también están acostumbradas a la conducción de un varón. El machismo está en nosotras. Hay mayor dificultad cuando hay que hacer una presentación con miembros del Gobierno u hombres de otras empresas sociales.
-¿Hubo avances en los últimos tiempos?
-Muchos. Pero, después de tantos siglos de opresión, no alcanza. En la mutual lo discutimos siempre, porque a veces se nos disparan en la cabeza construcciones machistas, ancestrales, contra las que tenemos que combatir. 
-Y en las asambleas en las que participa, ¿se nota la opresión?
-Sí. A veces usan la palabra de forma irónica, otras de forma explícita. En todos los ámbitos. Hace 15 años, me presenté ( a pedir trabajo) en una reconocida empresa de traffic en Buenos Aires y tuve que ir con una gorra para ocultar el pelo, lentes, pantalón y remera ancha. O disimulaba que era mujer, o no me dejaban hacer la fila.
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Cada 25 de noviembre

A través de la resolución 54/134, hace una década, la Asamblea General de las Naciones Unidas determinó la fecha para que el mundo reclamase la erradicación de la violencia machista. Fue en conmemoración del asesinato -en 1960- de Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, activistas en la República Dominicana al mando de Rafael Trujillo.

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