Mostrando entradas con la etiqueta Conurbano. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Conurbano. Mostrar todas las entradas

21 de junio de 2013

“Busco cambiar las formas de mirar”



Por Noelia Leiva

Lo definió Celeste Robles, una vecina de Temperley que hace cuatro años pinta murales en las calles de la región. Elige los sitios donde más peatones pasan, para que sus diseños interpelen y generen preguntas. Su propuesta es “modificar” las formas de pertenecer a la sociedad desde pequeños colectivos comunitarios. 

Ella sale a “zapar” pero su instrumento no es una guitarra sino un pincel y algunos tarros de pintura. Hace cuatro años que Celeste Robles camina las calles del Conurbano sur (sobre todo las de Banfield, donde nació; y las de Temperley, donde vive) y es recién cuando encuentra una pared que cree adecuada que el dibujo que dejará impreso empieza a tener forma en su mente. Pero no todo es azar, sino que hay un motivo: “modificar” la forma de pensar y también su entorno, para que cada persona y su comunidad sean el motor de lo nuevo.
Aunque estudió en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano de Barracas, su arte trasciende la formación académica. Rechaza las galerías de exposición por ser un ámbito “elitista” y se distancia del Street Art porque, aunque concebido como expresión callejera, “se vuelve inalcanzable” cuando busca asociar una marca a un exponente. “Péle” -como le dicen desde los 15- dialogó con LA TERCERA sobre su experiencia en el trabajo ancestral de dejar huellas en la pared.
-¿Cómo comenzaste tu labor en el Conurbano?
-Fue antes de empezar a estudiar, con un amigo que trabajaba para un mapuche que marcaba murales con motivos originarios. Hacía una olla popular y los murales eran comunitarios. Después, fui voluntaria en el hospital Borda, donde compartí talleres con los internos. Ahí conocí a un grupo de chicas que estudiaban en la Escuela de Bellas y me dijeron que por qué no hacía la carrera; así que comencé a cursar ahí. También pinto cuadros como un trabajo personal pero no le encuentro mucho sentido a la galería y la exposición, son ámbitos muy chicos y elitistas que están dirigidos a las personas que invitás o que ya realizan esa actividad.
-¿Qué rescatás de esas primeras experiencias?
-Encontrás de todo. Al principio no sabés muy bien cómo hacer las cosas. A veces depende los barrios, porque en los más pobres la gente responde menos a lo público y lo privado. En cambio, en otros con más recursos las personas creen que toda la cuadra es de ellos y, aunque no estés en su frente, llaman a la Policía. No es un delito pero pueden demorarte. Ahora, por ejemplo, dejé de trabajar de noche, que era lo que hacía que la gente tuviera más miedo. Sí sigo sin pedir permiso porque lo que hago tiene que ver con la modificación de un espacio. Es así como lo descubren las personas. Además, si nadie te pide permiso para colocar un cartel publicitario, tampoco lo tengo que hacer yo, que no te vendo nada.
-¿Buscás una constante temática para tus obras?
-Al principio no lo hacía, pesaba más el desafío de salir, la adrenalina. Todos los que hacemos esto somos un poco transgresores. Pero cuando la gente empieza a buscar y a hacerse preguntas, hay que tener un concepto. Yo hago zapadas, como si fuera un músico: no sé qué voy a hacer, llevo los elementos y veo qué sale. Pero hace dos años que tengo una cierta militancia por que el símbolo anarquista deje de asociarse con algo violento y se vincule como la búsqueda del cambio. Si bien no se puede salir del sistema, uno en lo individual puede hacer su propia versión, sin que exista ningún mandato social.
-¿Lo comunitario pesa también en quienes te dan una devolución, mientras trabajás?
-Los chicos son los que rápidamente te van a decir algo porque no son como las personas adultas que van a mirar y a cuidarse de hablar. A mí me completa más cuando se acerca gente más grande que no tiene ningún contacto con el arte. Si sale un señor de trabajar y te dice “gracias”, ahí se cumplió. La modificación de las cosas es lo que busco, por eso uso más que nada pasajes peatonales porque a veces los alegran y sienten que es para ellos. Las primeras preguntas que me hacían era si alguien me pagaba por hacerlo. Que se vayan pensando que todavía hay gente que hace cosas porque tiene ganas es una modificación. Por eso no creo hacer Street Art, donde buscás tus diseños y la gente empieza a registrarte. Si es arte callejero, tiene que mutar todo el tiempo. Lo que quiero es modificar, y el Street Art se volvió inalcanzable. Antes de que asocien mis dibujos con mi cara, prefiero que las personas cambien su forma de mirar.
-Esa conceptualización se vincula con tu intención de modificar lo que se piensa del anarquismo.
-Sí, no tengo una militancia partidaria pero sí anarquista. Si bien el viejo pensamiento político está asociado con cambiar el sistema, considero que eso no va a llegar; es una batalla perdida. No creo en el formato social sino en la comunidad. Por ejemplo, mi manera de salir es compartir un alquiler de palabra con varias personas. Con quienes pensás similar podes asociarte en lo micro, creer que se puede salir. Se basa en la confianza y en los vínculos: si sos bueno en algo, te vas a destacar por eso en la comunidad y el resto de los roles se van a distribuir en los otros.


Tributo al “último punky”

Si bien Celeste elige crear en el momento, frente a la pared que pudo encontrar y con las pinturas con las que contaba ese día, hay un proyecto que tiene en mente: homenajear a Ricky Espinosa, el ‘pibe de Gerli’ que descolló en Flema y que para “Péle” es “el último punky”. Como su fuerte no son los retratos y es eso lo que busca plasmar para luego armar un “santuario dibujado”, necesita alguien que “vectorice e imprima” la imagen. Después, restará dar con una “pared alta” en lo posible en su localidad natal, para reunir rock, cultura popular y arte en movimiento.
*
Para conocer su obra, se puede buscar su perfil en Facebook: “Pinto Elconurbano”.
*
Por fuera del Conurbano, llevó sus pinceles a La Boca, a partir del proyecto “Rioba” que busca modificarle la cara a las calles de ese barrio porteño. Espera que un día crucen la frontera y vayan a pintar con ella al otro sur.

Publicado en La Tercera http://www.diariolatercera.com.ar/0/vnc/nota.vnc?id=273#gallery1v25271v2

1 de noviembre de 2012

Del Conurbano yo soy

Por Noelia Leiva


Muchas historias se reúnen en el Gran Buenos Aires, que vive al límite de su oposición con la city porteña ¿Cuál es la identidad de esa porción de la provincia? Que, por más diversos que sean sus habitantes, logra pensarse como un conjunto. La mística de los barrios no se queda atrás y provoca, a veces, la suspicacia de quienes viven del otro lado de la General Paz.

Aprender a cruzar la calle, andar en bicicleta con amigos, encontrar algún amor: en el barrio suceden las experiencias de vida que ponen a las personas en contacto con otras ¿Cuánto de todo eso hace a la identidad de cada quien? Mucho. Y más cuando el conjunto de vecindarios conforma un conglomerado enorme y diverso pero con una historia en común. Así es el Conurbano, poseedor de una “identidad”: la diversidad que lo compone y la oposición histórica a lo porteño.
“Cabecita negra” o “descamisados” fueron términos con los que, en el bagaje social y político del país, los habitantes de la Capital Federal calificaron a quienes no pertenecían a ella. Y sobre todo a los bonaerenses, que estaba tan cerca - apenas al cruzar la General Paz- pero que consideraban tan distintos, acaso inferiores. Una oposición que puede rastrearse desde la guerra civil entre unitarios y federales, dos bandos y dos paradigmas de pensamiento.
De ese contexto deriva el Conurbano, que se define por oposición, porque no es parte de ‘la city’; y por inclusión, porque es lo que hacen de él un montón de barrios juntos de diferentes clases sociales pero que, en su mayoría, estuvieron atravesados alguna vez por la necesidad de su gente de movilizarse hacia Buenos Aires para trabajar o recrearse. En esa diversidad “el rasgo en común es diferenciarse de la centralidad que caracteriza a los porteños”, definió ante LA TERCERA Mónica Bennati desde la comisión directiva del Colegio de Sociólogos provincial.
Tener que viajar por al menos una hora en medios de transporte públicos cuyo buen funcionamiento siempre es una incógnita, madrugar y amontonarse en el vagón de un tren para luego repetir la escena en un subte y otra vez al regreso, en el orden inverso. Todo eso es parte del folklore de los bonaerenses que viajan hacia la ciudad del Obelisco para cumplir con sus obligaciones laborales o ir a estudiar. Si bien podrá reducirse porque “está en plena transformación debido al desarrollo de varias actividades más cercanas”, todavía es considerable el flujo de locales que cruza todos los días. El ‘conurbanense’ va y se la ‘banca’. Aunque no falta el que alimenta su mal humor con los apretujones.
Por eso, en el imaginario que rodea a la identidad regional se resalta la capacidad de resistir y de (re)buscar salidas en la adversidad. “La vida en el aquí conlleva un plus de dificultades derivado de la situación socioeconómica de la mayoría de los habitantes, así como de las deficiencias infraestructurales que marcan el devenir en los barrios. Este plus de dificultades hace que su habitante sea también más emprendedor, ingenioso, solidario y mucho menos egoísta e individualista”, evaluó Javier Garín, abogado e historiador lomense. Si bien “en todos lados viven personas trabajadoras que deben preocuparse cotidianamente por su futuro y el de su familia, sucede que las condiciones de transporte están lejos de ser óptimas para trasladarse. Sólo con eso se hace duro salir”, evaluó, en tanto, la socióloga.
Si hay que ‘ponerle el pecho’, ahí está el o la ciudadana de la provincia. Si hay que compartir con amigos, también. Estar en la calle, que los chicos jueguen o anden en bicicleta en la vereda o las familias se junten a comer eran parte de los hábitos comunes de la zona, pero “quizás se están perdiendo a causa de la delincuencia e inseguridad”, señaló Bennati. Puertas adentro, las ganas de reunirse -acaso cercanas a todos los vecindarios trabajadores de la zona urbana- se conservan.
Hay un área que se aleja de la caracterización más sufrida del habitante local: la del norte bonaerense. Por su contundente poder adquisitivo, para los ‘laburantes’ del sur y el oeste esas personas son casi tan cuestionables como las porteñas, o al menos no aprendieron tanto de la vida como aquellos que alguna vez tuvieron que trabajar de lo que se encuentre. En los tiempos que corren, los y las jóvenes de esos lugares copan las oficinas de telemarketing ubicadas en ‘Baires’, por ejemplo.

La oposición que inhibe

La General Paz divide. Desde la metrópolis, no faltan los calificativos despectivos que ayudan, por diferenciación, a la formación del ideario del Conurbano. Sin embargo, esa relación dicotómica puede ser contraproducente. Según Garín, la conciencia de pertenecer “se encuentra inhibida a causa de la discriminación que existe” sobre quienes viven en la otra vera del Riachuelo.
“Para la mentalidad discriminadora de los sectores medios capitalinos, los habitantes bonaerenses son ‘negros’ o ‘villeros’ si pertenecen a la clase trabajadora o ‘blancos pero de segunda’ si son de clase media”, acusó el abogado, que se definió como exponente de la idiosincrasia del Gran Buenos Aires. Que los medios masivos de comunicación se gesten en la Ciudad Autónoma también complota contra el reconocimiento de la identidad porque busca instalar ideas ajenas al bagaje propio, tanto que “en el pueblito más remoto de la Cordillera saben del estado del tránsito” de la arteria que comunica ambos lados. Por eso es “necesario romper con la hegemonía simbólica que ejerce la Capital”, convocó, en tiempos de la Ley de Medios.


El barrio que iguala

Como diverso es el conglomerado bonaerense, organizado en ‘cordones’, igual de disímil es la opinión sobre si existe o no una identidad que abrace a toda esa heterogeneidad. “Yo creo que la gente que vive en la zona tiene características tan comunes como la de afuera”, planteó Crees, el graffitero autor de los perros que observan desde las calles de Monte Grande. Para él, la identidad tiene que ver con cada barrio y con sus “referentes”, aunque reconoció que “mucha gente toma a la Capital como ‘lo verdadero’ ya sea en lo cultural o por estudios, por ejemplo”, explicó. Se apela a las mismas categorías sociales que  “la gente que compara a Argentina con Europa”, a la que anhela que su país se parezca. Entonces, también hay bonaerenses que quieren “parecerse” a los capitalinos porque creen que eso les da mayor “estatus”.
Con la experiencia de haber recorrido con su arte cuanta esquina pudo de su localidad echeverriana, el autor del perro más conocido del sur rescató que en algunas manzanas las personas “salen a la calle y se saludan, como si de un pueblo se tratara”. Acaso que la historia de muchos distritos sea relativamente corta y todavía falte para funcionar con el individualismo de las urbes más desarrolladas sea otro factor cultural de la región.
En su variedad, lo mejor que tiene el Conurbano es conocerlo y hacerlo. “Pinta tu ciudad y pintarás tu mundo”, citó Crees, que sí que lo hace.

El pueblo que construye

“De aquí surgieron los ‘cabecitas negras’ y los ‘descamisados’ de Evita y las masas del 17 de octubre de 1945. El Conurbano es el gran reservorio de los gobiernos populares”, definió Garín, que si bien en sus libros investiga a los personajes que gestaron la Patria “al interrogarse sobre la conformación de la nacionalidad, hay elementos que se vinculan con la región porque, por su conformación sociológica y la afluencia de corrientes migratorias diversas, es un gran conglomerado representativo de la diversidad regional de las provincias y los países vecinos”, explicó.
Según esa mirada, afianzar un sentimiento de pertenencia en una base social hecha de orígenes y objetivos disímiles es la cualidad central de lo que implica vivir en la zona, pero sobre todo porque en su historia reciente logró una lógica de lo colectivo que no se nombra pero que está y por eso sirvió de cimientos a movimientos políticos como el peronismo. Por eso “es un territorio tan rico y en construcción, aún indeterminado y por eso mismo incitante, que es la gran síntesis de ‘lo popular’ argentino”, enfatizó.