1 de noviembre de 2012

Del Conurbano yo soy

Por Noelia Leiva


Muchas historias se reúnen en el Gran Buenos Aires, que vive al límite de su oposición con la city porteña ¿Cuál es la identidad de esa porción de la provincia? Que, por más diversos que sean sus habitantes, logra pensarse como un conjunto. La mística de los barrios no se queda atrás y provoca, a veces, la suspicacia de quienes viven del otro lado de la General Paz.

Aprender a cruzar la calle, andar en bicicleta con amigos, encontrar algún amor: en el barrio suceden las experiencias de vida que ponen a las personas en contacto con otras ¿Cuánto de todo eso hace a la identidad de cada quien? Mucho. Y más cuando el conjunto de vecindarios conforma un conglomerado enorme y diverso pero con una historia en común. Así es el Conurbano, poseedor de una “identidad”: la diversidad que lo compone y la oposición histórica a lo porteño.
“Cabecita negra” o “descamisados” fueron términos con los que, en el bagaje social y político del país, los habitantes de la Capital Federal calificaron a quienes no pertenecían a ella. Y sobre todo a los bonaerenses, que estaba tan cerca - apenas al cruzar la General Paz- pero que consideraban tan distintos, acaso inferiores. Una oposición que puede rastrearse desde la guerra civil entre unitarios y federales, dos bandos y dos paradigmas de pensamiento.
De ese contexto deriva el Conurbano, que se define por oposición, porque no es parte de ‘la city’; y por inclusión, porque es lo que hacen de él un montón de barrios juntos de diferentes clases sociales pero que, en su mayoría, estuvieron atravesados alguna vez por la necesidad de su gente de movilizarse hacia Buenos Aires para trabajar o recrearse. En esa diversidad “el rasgo en común es diferenciarse de la centralidad que caracteriza a los porteños”, definió ante LA TERCERA Mónica Bennati desde la comisión directiva del Colegio de Sociólogos provincial.
Tener que viajar por al menos una hora en medios de transporte públicos cuyo buen funcionamiento siempre es una incógnita, madrugar y amontonarse en el vagón de un tren para luego repetir la escena en un subte y otra vez al regreso, en el orden inverso. Todo eso es parte del folklore de los bonaerenses que viajan hacia la ciudad del Obelisco para cumplir con sus obligaciones laborales o ir a estudiar. Si bien podrá reducirse porque “está en plena transformación debido al desarrollo de varias actividades más cercanas”, todavía es considerable el flujo de locales que cruza todos los días. El ‘conurbanense’ va y se la ‘banca’. Aunque no falta el que alimenta su mal humor con los apretujones.
Por eso, en el imaginario que rodea a la identidad regional se resalta la capacidad de resistir y de (re)buscar salidas en la adversidad. “La vida en el aquí conlleva un plus de dificultades derivado de la situación socioeconómica de la mayoría de los habitantes, así como de las deficiencias infraestructurales que marcan el devenir en los barrios. Este plus de dificultades hace que su habitante sea también más emprendedor, ingenioso, solidario y mucho menos egoísta e individualista”, evaluó Javier Garín, abogado e historiador lomense. Si bien “en todos lados viven personas trabajadoras que deben preocuparse cotidianamente por su futuro y el de su familia, sucede que las condiciones de transporte están lejos de ser óptimas para trasladarse. Sólo con eso se hace duro salir”, evaluó, en tanto, la socióloga.
Si hay que ‘ponerle el pecho’, ahí está el o la ciudadana de la provincia. Si hay que compartir con amigos, también. Estar en la calle, que los chicos jueguen o anden en bicicleta en la vereda o las familias se junten a comer eran parte de los hábitos comunes de la zona, pero “quizás se están perdiendo a causa de la delincuencia e inseguridad”, señaló Bennati. Puertas adentro, las ganas de reunirse -acaso cercanas a todos los vecindarios trabajadores de la zona urbana- se conservan.
Hay un área que se aleja de la caracterización más sufrida del habitante local: la del norte bonaerense. Por su contundente poder adquisitivo, para los ‘laburantes’ del sur y el oeste esas personas son casi tan cuestionables como las porteñas, o al menos no aprendieron tanto de la vida como aquellos que alguna vez tuvieron que trabajar de lo que se encuentre. En los tiempos que corren, los y las jóvenes de esos lugares copan las oficinas de telemarketing ubicadas en ‘Baires’, por ejemplo.

La oposición que inhibe

La General Paz divide. Desde la metrópolis, no faltan los calificativos despectivos que ayudan, por diferenciación, a la formación del ideario del Conurbano. Sin embargo, esa relación dicotómica puede ser contraproducente. Según Garín, la conciencia de pertenecer “se encuentra inhibida a causa de la discriminación que existe” sobre quienes viven en la otra vera del Riachuelo.
“Para la mentalidad discriminadora de los sectores medios capitalinos, los habitantes bonaerenses son ‘negros’ o ‘villeros’ si pertenecen a la clase trabajadora o ‘blancos pero de segunda’ si son de clase media”, acusó el abogado, que se definió como exponente de la idiosincrasia del Gran Buenos Aires. Que los medios masivos de comunicación se gesten en la Ciudad Autónoma también complota contra el reconocimiento de la identidad porque busca instalar ideas ajenas al bagaje propio, tanto que “en el pueblito más remoto de la Cordillera saben del estado del tránsito” de la arteria que comunica ambos lados. Por eso es “necesario romper con la hegemonía simbólica que ejerce la Capital”, convocó, en tiempos de la Ley de Medios.


El barrio que iguala

Como diverso es el conglomerado bonaerense, organizado en ‘cordones’, igual de disímil es la opinión sobre si existe o no una identidad que abrace a toda esa heterogeneidad. “Yo creo que la gente que vive en la zona tiene características tan comunes como la de afuera”, planteó Crees, el graffitero autor de los perros que observan desde las calles de Monte Grande. Para él, la identidad tiene que ver con cada barrio y con sus “referentes”, aunque reconoció que “mucha gente toma a la Capital como ‘lo verdadero’ ya sea en lo cultural o por estudios, por ejemplo”, explicó. Se apela a las mismas categorías sociales que  “la gente que compara a Argentina con Europa”, a la que anhela que su país se parezca. Entonces, también hay bonaerenses que quieren “parecerse” a los capitalinos porque creen que eso les da mayor “estatus”.
Con la experiencia de haber recorrido con su arte cuanta esquina pudo de su localidad echeverriana, el autor del perro más conocido del sur rescató que en algunas manzanas las personas “salen a la calle y se saludan, como si de un pueblo se tratara”. Acaso que la historia de muchos distritos sea relativamente corta y todavía falte para funcionar con el individualismo de las urbes más desarrolladas sea otro factor cultural de la región.
En su variedad, lo mejor que tiene el Conurbano es conocerlo y hacerlo. “Pinta tu ciudad y pintarás tu mundo”, citó Crees, que sí que lo hace.

El pueblo que construye

“De aquí surgieron los ‘cabecitas negras’ y los ‘descamisados’ de Evita y las masas del 17 de octubre de 1945. El Conurbano es el gran reservorio de los gobiernos populares”, definió Garín, que si bien en sus libros investiga a los personajes que gestaron la Patria “al interrogarse sobre la conformación de la nacionalidad, hay elementos que se vinculan con la región porque, por su conformación sociológica y la afluencia de corrientes migratorias diversas, es un gran conglomerado representativo de la diversidad regional de las provincias y los países vecinos”, explicó.
Según esa mirada, afianzar un sentimiento de pertenencia en una base social hecha de orígenes y objetivos disímiles es la cualidad central de lo que implica vivir en la zona, pero sobre todo porque en su historia reciente logró una lógica de lo colectivo que no se nombra pero que está y por eso sirvió de cimientos a movimientos políticos como el peronismo. Por eso “es un territorio tan rico y en construcción, aún indeterminado y por eso mismo incitante, que es la gran síntesis de ‘lo popular’ argentino”, enfatizó.

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