Muchas historias se reúnen en el Gran
Buenos Aires, que vive al límite de su oposición con la city porteña ¿Cuál es
la identidad de esa porción de la provincia? Que, por más diversos que sean sus
habitantes, logra pensarse como un conjunto. La mística de los barrios no se
queda atrás y provoca, a veces, la suspicacia de quienes viven del otro lado de
la General Paz.
Aprender a cruzar la calle, andar en
bicicleta con amigos, encontrar algún amor: en el barrio suceden las
experiencias de vida que ponen a las personas en contacto con otras ¿Cuánto de
todo eso hace a la identidad de cada quien? Mucho. Y más cuando el conjunto de
vecindarios conforma un conglomerado enorme y diverso pero con una historia en
común. Así es el Conurbano, poseedor de una “identidad”: la diversidad que lo
compone y la oposición histórica a lo porteño.
“Cabecita negra” o “descamisados” fueron
términos con los que, en el bagaje social y político del país, los habitantes
de la Capital Federal
calificaron a quienes no pertenecían a ella. Y sobre todo a los bonaerenses,
que estaba tan cerca - apenas al cruzar la General Paz- pero que
consideraban tan distintos, acaso inferiores. Una oposición que puede
rastrearse desde la guerra civil entre unitarios y federales, dos bandos y dos
paradigmas de pensamiento.
De ese contexto deriva el Conurbano, que
se define por oposición, porque no es parte de ‘la city’; y por inclusión,
porque es lo que hacen de él un montón de barrios juntos de diferentes clases
sociales pero que, en su mayoría, estuvieron atravesados alguna vez por la
necesidad de su gente de movilizarse hacia Buenos Aires para trabajar o
recrearse. En esa diversidad “el rasgo en común es diferenciarse de la
centralidad que caracteriza a los porteños”, definió ante LA TERCERA Mónica Bennati desde la comisión directiva del
Colegio de Sociólogos provincial.
Tener que viajar por al menos una hora en
medios de transporte públicos cuyo buen funcionamiento siempre es una
incógnita, madrugar y amontonarse en el vagón de un tren para luego repetir la
escena en un subte y otra vez al regreso, en el orden inverso. Todo eso es
parte del folklore de los bonaerenses que viajan hacia la ciudad del Obelisco
para cumplir con sus obligaciones laborales o ir a estudiar. Si bien podrá
reducirse porque “está en plena
transformación debido al desarrollo de varias actividades más cercanas”,
todavía es considerable el flujo de locales
que cruza todos los días. El ‘conurbanense’ va y se la ‘banca’. Aunque no
falta el que alimenta su mal humor con los apretujones.
Por eso, en el imaginario que rodea a la
identidad regional se resalta la capacidad de resistir y de (re)buscar salidas
en la adversidad. “La vida en el aquí
conlleva un plus de dificultades derivado de la situación socioeconómica de la
mayoría de los habitantes, así como de las deficiencias infraestructurales que
marcan el devenir en los barrios. Este plus de dificultades hace que su
habitante sea también más emprendedor, ingenioso, solidario y mucho menos egoísta
e individualista”, evaluó Javier Garín, abogado e historiador lomense. Si bien
“en todos lados viven personas trabajadoras que deben preocuparse
cotidianamente por su futuro y el de su familia, sucede que las condiciones de
transporte están lejos de ser óptimas para trasladarse. Sólo con eso se hace
duro salir”, evaluó, en tanto, la socióloga.
Si hay que ‘ponerle el
pecho’, ahí está el o la ciudadana de la provincia. Si hay que compartir con
amigos, también. Estar en la calle, que los chicos jueguen o anden en bicicleta
en la vereda o las familias se junten a comer eran parte de los hábitos comunes
de la zona, pero “quizás se están perdiendo a causa
de la delincuencia e inseguridad”, señaló Bennati. Puertas adentro, las ganas
de reunirse -acaso cercanas a todos los vecindarios trabajadores de la zona
urbana- se conservan.
Hay un área que se aleja de la
caracterización más sufrida del habitante local: la del norte bonaerense. Por
su contundente poder adquisitivo, para los ‘laburantes’ del sur y el oeste esas
personas son casi tan cuestionables como las porteñas, o al menos no
aprendieron tanto de la vida como aquellos que alguna vez tuvieron que trabajar
de lo que se encuentre. En los tiempos que corren, los y las jóvenes de esos
lugares copan las oficinas de telemarketing ubicadas en ‘Baires’, por ejemplo.
La
oposición que inhibe
La General Paz divide. Desde la
metrópolis, no faltan los calificativos despectivos que ayudan, por
diferenciación, a la formación del ideario del Conurbano. Sin embargo, esa
relación dicotómica puede ser contraproducente. Según Garín, la conciencia de
pertenecer “se encuentra inhibida a causa de la discriminación que existe”
sobre quienes viven en la otra vera del Riachuelo.
“Para la mentalidad discriminadora de los
sectores medios capitalinos, los habitantes bonaerenses son ‘negros’ o
‘villeros’ si pertenecen a la clase trabajadora o ‘blancos pero de segunda’ si
son de clase media”, acusó el abogado, que se definió como exponente de la
idiosincrasia del Gran Buenos Aires. Que los medios masivos de comunicación se
gesten en la Ciudad Autónoma
también complota contra el reconocimiento de la identidad porque busca instalar
ideas ajenas al bagaje propio, tanto que “en el pueblito más remoto de la Cordillera saben del
estado del tránsito” de la arteria que comunica ambos lados. Por eso es
“necesario romper con la hegemonía simbólica que ejerce la Capital”, convocó, en
tiempos de la Ley
de Medios.
El barrio que iguala
Como diverso es el
conglomerado bonaerense, organizado en ‘cordones’, igual de disímil es la
opinión sobre si existe o no una identidad que abrace a toda esa
heterogeneidad. “Yo creo que la gente que vive en la
zona tiene características tan comunes como la de afuera”, planteó Crees, el
graffitero autor de los perros que observan desde las calles de Monte Grande.
Para él, la identidad tiene que ver con cada barrio y con sus “referentes”,
aunque reconoció que “mucha gente toma a la Capital como ‘lo verdadero’ ya sea en lo cultural
o por estudios, por ejemplo”, explicó. Se apela a las mismas categorías
sociales que “la gente que compara a
Argentina con Europa”, a la que anhela que su país se parezca. Entonces, también hay bonaerenses que quieren
“parecerse” a los capitalinos porque creen que eso les da mayor “estatus”.
Con la experiencia de haber recorrido con
su arte cuanta esquina pudo de su localidad echeverriana, el autor del perro
más conocido del sur rescató que en algunas manzanas las personas “salen a la
calle y se saludan, como si de un pueblo se tratara”. Acaso que la historia de
muchos distritos sea relativamente corta y todavía falte para funcionar con el
individualismo de las urbes más desarrolladas sea otro factor cultural de la
región.
En su variedad, lo mejor que tiene el
Conurbano es conocerlo y hacerlo. “Pinta tu ciudad y pintarás tu mundo”, citó
Crees, que sí que lo hace.
El
pueblo que construye
“De aquí surgieron los ‘cabecitas negras’
y los ‘descamisados’ de Evita y las masas del 17 de octubre de 1945. El
Conurbano es el gran reservorio de los gobiernos populares”, definió Garín, que
si bien en sus libros investiga a los personajes que gestaron la Patria “al interrogarse
sobre la conformación de la nacionalidad, hay elementos que se vinculan con la
región porque, por su conformación sociológica y la afluencia de corrientes
migratorias diversas, es un gran conglomerado representativo de la diversidad
regional de las provincias y los países vecinos”, explicó.
Según esa mirada, afianzar un sentimiento
de pertenencia en una base social hecha de orígenes y objetivos disímiles es la
cualidad central de lo que implica vivir en la zona, pero sobre todo porque en
su historia reciente logró una lógica de lo colectivo que no se nombra pero que
está y por eso sirvió de cimientos a movimientos políticos como el peronismo.
Por eso “es un territorio tan rico y en construcción, aún indeterminado y por
eso mismo incitante, que es la gran síntesis de ‘lo popular’ argentino”,
enfatizó.
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