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28 de mayo de 2014

“No quería ser madre”: historias sobre el aborto


Por Noelia Leiva.
Para la ley argentina decidir sobre el propio cuerpo no es un derecho sino un delito, cómplice de la clandestinidad. Por eso, miles de mujeres interrumpen sus embarazos en escenarios riesgosos. Otras tantas mueren. Aquí, algunos testimonios sobre esa lucha.


Hace cinco semanas que Florencia está embarazada, le dijo una médica que acaba de conocer. No quiere ser madre: ya no es adolescente pero sí lo bastante joven como para terminar su carrera y buscar trabajo sin un hijo o hija que cuidar. Todavía no siente esa presencia en su vientre ni quiere hacerlo: es su cuerpo y decide ‘decidir’. Como ella, miles de jóvenes y adultas transitan el derrotero clandestino para la interrupción de la gestación que, criminalizada, a veces genera culpa y la necesidad de callar. Las mujeres se convierten en presas políticas del Estado heteropatriarcal y la opresora Iglesia. A días de la nueva presentación en el Congreso del proyecto de ley de aborto legal, seguro y gratuito, las historias claman que la discusión se agilice para que no haya ni una muerta más.

Los relatos sobre el aborto en la clandestinidad son tan distintos como mujeres existen en el mundo pero su pertenencia al campo de lo sancionado genera experiencias comunes. “Me sentía mal pero no quería ser mamá. No se lo dije a nadie. Mi novio fue el único que me acompañó. Él se encargó de averiguar dónde vendían las pastillas (el misoprostol) y comprarlas, pero es injusto tener que sentirse así por decidir no seguir adelante con un embarazo que no quería”, relató a Marcha Florencia, estudiante universitaria de 22 años que vive en Lomas de Zamora y que, aunque no se llama así en la vida real, sí es bien cierto su registro de cuando un derecho es señalado como crimen.

Entender que hay que preservar la acción al ámbito de lo más privado suele ser una constante, aunque a veces el tiempo permite “elaborar el duelo”, señaló Andrea (27), empleada de un estudio de abogados de Monte Grande, en el distrito bonaerense de Esteban Echeverría. “Yo no sabía qué hacer porque me embaracé después de tener relaciones sexuales con un hombre al que estaba conociendo y sabía que mi familia iba a acusarme por acostarme con quien yo quería en el momento que quisiese”, relató, sobre la historia que había vivido tres años antes. En un reconocido centro sanitario privado de su localidad le habían ofrecido practicarle el aborto por 5 mil pesos, que ella estaba dispuesta a pagar, hasta que investigó en internet y se contactó con militantes feministas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que le contaron cómo abortar con píldora.

“Ahora me parece que hay más información, incluso hay libros online que te cuentan qué te pasa si tomás la pastilla (por el material digital que elaboró la línea Más Información, Menos Riesgos), pero cuando a mí me pasó tuve que esperar un mes para conseguirlas”, describió. Vinieron dolores similares a los menstruales y una sensación de cansancio generalizada, propios de cómo el químico actúa en el organismo. “Me sentía mal pero no podía creer que mi karma se había terminado”, señaló. Después vino la ayuda de una terapeuta para poner en palabras esa experiencia, lo que también le permitió compartir con otras mujeres: “Es nuestro derecho, no puede ser que seamos asesinas por decidir si embarazarnos o no ¿Nadie piensa que nos podemos morir o quedar mal por vivir esto como si fuéramos criminales? Porque te hacen sentir así”, enfatizó la estudiante de Derecho, que prefirió preservar su apellido.

Decidir expulsar el feto en formación es un entramado difícil de recorrer por el contenido condenatorio que le aporta la cultura occidental y cristiana. La figura de la madre conciliadora y amante de sus hijos o hijas que las iglesias se encargan de defender todavía pesa. Defender la vida se vuelve sinónimo de plantar bandera a favor de una tradición que es aliada al mercado negro de la muerte, aquel que las que tienen dinero pueden atravesar con menos secuelas pero que las pobres siquiera alcanzan porque no tienen con qué. Parteras ubicadas en consultorios ilegales nada asépticos, agujas de tejer y tallos de perejil hacen al folklore de los abortos menos comentados. Que, a su vez, constituyen la primera causa de muerte materna, aunque, en tanto acción penada, no existen estadísticas oficiales en Argentina sobre ese avasallamiento.

No sólo hay ‘rosarios’ sobre los ovarios sino la presión económica que opera en los despachos políticos. Pese a que esta semana se presentó nuevamente el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo que defienden 300 organizaciones y militantes autoncovocadas de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, el jefe de Gabinete Jorge Capitanich volvió a enfatizar en conferencia de prensa que “el Ejecutivo nacional no impulsa ni promueve” la iniciativa. La lucha promete ser ardua para que las más de 60 firmas del documento tengan el valor suficiente para lograr votos positivos.

Hacerlo público

El tiempo y la resignificación de lo sucedido permiten, a veces, que una vivencia difícil se vuelva lucha. Para Carolina Reynoso, realizadora de la película “Yo aborto. Tú abortas. Todxs callamos” que reúne testimonios disímiles de mujeres que tomaron esa decisión, contar con imágenes le permitió saldar la deuda interna de denunciar la complicidad. Hace poco más de una década fue ella la que estuvo en el lugar de quienes fueron sus entrevistadas en el film.

“La pasé muy mal porque los médicos no me querían contar qué podía sucederme. Tenía miedo de morirme o de quedar estéril. También sentía culpa por la mirada del otro”, describió. Al recorrer el país para conversar con pares se dio cuenta de que “había necesidad de hablar”, también en ella, que pudo pensar esa acción que había ocultado hasta entonces como “la primera decisión totalmente autónoma” de su vida, sintetizó.

Su recorrido simbólico abarca el sentido que tiene la maternidad en una sociedad en la que “se juzga mucho a una mujer que no quiere ser madre porque se pregunta qué otra cosa puede querer hacer que sea más importante”, denunció. Otro argumento que pretende conmover es el del ‘amor’ a las nuevas vidas, pero ¿qué hay, nueve meses y parto mediante, de esas personas cuyas familias no están preparadas para acompañaras en su desarrollo?

“Nadie merece ser un hijo no deseado, nadie merece ser madre sin quererlo”, enfatizó la actriz Marina Glezer, que eligió contar que la primera vez que se embarazó, a los 18 años, interrumpió la gestación. Entonces, en 1999, pagó 800 pesos en una clínica de Barrio Norte para abortar sin secuelas. Con el mismo compañero de ese momento decidió, más tarde, que sí era tiempo de procrear y entonces llegaron sus dos hijos.

“Después de pasar seis meses de infierno, hasta que dejó de ser clandestino y elaboré el duelo, sentí como causa propia la injusticia de no tener derecho a elegir. Yo no pude decidir con libertad y sentirme contenida pero la mujer que no tiene recursos puede perder la vida, es grave”, cuestionó. Vivir o morir por ‘políticas públicas’ que en realidad privatizan y reservan el derecho a quienes pueden pagar en la clandestinidad es el acto cruel de la democracia, la deuda de la ‘década ganada’. Ya son demasiadas muertes ¿cuántas más necesitarán para reconocer que parir o no parir es un derecho personalísimo?

Publicada en Marcha Noticias: http://marcha.org.ar/index.php/nacionales/92-generos/5040-no-queria-ser-madre-historias-sobre-el-aborto

Torta, chongo, lesbiana: ser lo que quieras

Foto: Laura Salomé Canteros

Por Noelia Leiva. La visibilización lésbica es una causa política que tuvo su espacio de acción en jornadas que se realizaron el fin de semana último. Recordaron a Pepa Gaitán, asesinada por amar a otra mujer. El puño está en alto para que nadie ni nada defina qué se es.

“Incluir” y “aceptar” son términos políticamente correctos de la perspectiva que aboga por la diversidad sexual ¿Pero qué hay que tolerar y desde donde? Para erradicar la barrera de lo “natural” desde donde se mira para dar la bienvenida a lo supuestamente distinto, jornadas de visibilización lésbica en todo el país reclamaron la equidad de derechos. Las militantes denunciaron la violencia física más evidente, como la que atravesó Natalia “Pepa” Gaitán, asesinada por tener novia. Pero también, la sutil que se cuela por los poros de la cultura heteronormativa.

Pese a las conquistas que logró el colectivo de lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersex y queers (Lgbtiq), en la calle todavía cuesta no pensar que el punto de partida es ser hombre o mujer, y que ‘todo lo demás’ constituye variantes. Y que a la mayoría de las personas les gusta alguien de otro género, pero hay que sumar a la vida social a quienes no. En algunos espacios de la comunidad donde la lectura fue permeable a las nuevas luchas todavía hay rastros de una mirada dicotómica de ‘nene-nena’. Pero el peso de los mandatos es mayor cuando ni siquiera se alcanzó a ese punto y el rechazo se convierte en golpes.

Si viviera, Pepa Gaitán podría dar cuenta de qué es ser segregada por ser lesbiana, pero fue asesinada a quemarropa en 2010 por Daniel Torres, padrastro de Dayana Sánchez, su novia. Lo inexplicable de la violencia más extrema suena más descabellado cuando se revisa, en el proceso judicial, la estrategia de la defensa que pretendía instalar a la víctima como una “mujer que daba miedo” por salirse del encuadre patriarcal de ser apacible y entregada a una relación monogámica con un varón. En nombre de ella se realizaron jornadas en la Ciudad de Buenos Aires, Bahía Blanca y Córdoba.

“Es muy inteligente y estratégico que se hable de visibilidad lésbica como consigna y que no se pida ‘paremos la lesbofobia’. Es un problema de violencia, no una enfermedad” individual, mencionaron a Marcha desde Desobediencia y Felicidad, un colectivo que realiza acciones anónimas en defensa de los derechos de las mujeres y las identidades disidentes. Ese llamado a nombrar las acciones por su nombre se instaló en la plaza porteña ubicada frente al Congreso nacional el 7 de marzo último, donde hubo música feminista y alternativa, más una radio abierta en la que organizaciones defendieron sus ideas de rebelión contra el patriarcado, en la cuarta jornada consecutiva con esa consigna.

Pepa fue símbolo también en Bahía Blanca y en Córdoba capital, de donde era. Allí una ordenanza municipal instaló en 2011 el Día de Lucha Contra la Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género. Las actividades duraron 48 horas y fueron acompañados por la familia Gaitán- Vázquez. “Es un caso importantísimo para nuestra comunidad y la sociedad en su conjunto porque visibiliza una serie de violencias que sufrimos las mujeres lesbianas en esta sociedad machista y heterosexista. En segundo término, porque sucedió el mismo año de la sanción del matrimonio igualitario, lo que demuestra que no bastará con buenas leyes para combatir la discriminación y los crímenes de odio”, entendió Verónica Castro desde Devenir Diverse, una de las organizadoras de las jornadas de visibilización en las sierras.

“Me nombro lesbiana siempre que veo que hay un contexto hostil hacia nosotras pero no comparto que haya una tensión identitaria entre lesbiana y mujer”, plantearon, a su turno, desde Desobediencia y Felicidad, que ‘stencilió’ remeras durante la actividad porteña. “Hay diferentes formas de habitarnos como mujeres. No decirme mujer lo sentiría como misógino pero reivindico otras formas de ser mujeres, sino sería dar por vencedor al discurso patriarcal”, enfatizó.

¡Ay, Andrea! ¡Hacete tortillera!

Aunque lo que da cuerpo a la fecha es una muerte provocada por un ‘heteromacho’, en las jornadas hay música, baile y risas. Es que también se trata de desestructurar el lugar tradicional del duelo –con su llorona paciente- en una movilización que busca romper las estructuras patriarcales opresivas. En Congreso, hubo música alternativa. Las Conchudas, una banda que empezó a gestarse hace dos años en un Encuentro Nacional de Mujeres, aportó cumbia con lenguaje propio: antídoto contra la opresión simbólica. Los temas que amaban bailar pero que eran violentos en sus letras sonaron en la plaza con otras palabras, las que convocan a que cada una se sienta en libertad de ser. “Ay, Andrea/¡hacete tortillera! /‘ Ay, Andrea / ¡Hacete feminista! / ¡Ay, Andrea!/ Seguí tu corazón”, cantan las seis.

“No hay nadie por fuera de cada una que marque nuestra sexualidad, la persona con la que tenemos ganas de construir. Y al que no le guste, que se vaya a Marte, porque ya no hay lugar en el mundo donde pueda tolerarse” la discriminación, planteó Lola, la percusionista del equipo. Que el sistema les diga a las niñas, adolescentes y adultas qué y cómo entenderse responde a la lógica capitalista de aplicar etiquetas porque “alguien que se sale de lo normativo ya no es parte de lo homogéneo y no es fácil de manejar”, consideró.

Por eso las lesbianas molestan y son invisibilizadas: se corren de lo que la matriz machista espera de ellas en tanto mujeres. “Y si sos pobre, es mucho peor”, denunció. La maternidad opera como excluyente de lo que es o no sinónimo de ‘ella’. Se estableció que las sujetas “vinieron al mundo para reproducir, no pueden elegir ser madre o no. Si no lo son, no resultan ‘productivas’”, analizó.

Una vez más, la categoría que define a lo políticamente señalado como ‘diverso’ puede servir para tranquilizar a quienes no se sienten parte porque así sintetizado ese colectivo tiene un espacio vital, parámetros, vidas capaces de ser conocidas. El temor que brinda lo no sabido puede irse si eso diferente tiene nombre. “Me defino lesbiana por una decisión política, para levantar la bandera de esa lucha. Pero en realidad no me defino nada, no tengo por qué. Es la sociedad la que lo necesita”, apuntó Lola.

Para comenzar, ponerle nombre tiene el sentido de recuperar los derechos, como el de vivir, que le arrancaron a Pepa. La lucha continúa para que, algún día, ya no haya que dar ni esperar descripciones.

Publicada en Marcha Noticias: http://marcha.org.ar/index.php/nacionales/92-generos/4889-torta-chongo-lesbiana-ser-lo-que-quieras

20 de diciembre de 2013

"La actitud del Ministerio de Salud es contraria a derecho"


Por Noelia Leiva. Lo consideró Perla Prigoshin, presidenta de la comisión que elabora sanciones hacia la violencia de género. Se refiere a la cartera porteña que determina que los médicos deben denunciar si sospecha que una paciente se practicó un aborto. No tratar la interrupción del embarazo en el Congreso es un caso de maltrato "institucional".


Un fallo de la Corte Suprema de 2010 deja en claro que los derechos personalísimos, que hacen a la dignidad e intimidad, deben protegerse incluso si por ello no se denuncia un delito. En contra de ese paradigma y del secreto profesional, tres médicas del hospital porteño Juan Fernández maltrataron y denunciaron a una mujer que llevaba un aborto en curso y solicitó asistencia. El caso, por el que hoy el movimiento antipatriarcal realizará un escarche en la institución, deja en evidencia cómo se denuestan a las ciudadanas: la prohibición de que decidan si parir o no y la agresión en los ámbitos dedicados a la atención ginecológica y obstetricia. Para Perla Prigoshin, abogada y presidenta de la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género (Consavig), la actitud manifiesta que "la ideología persecutoria está por encima de los derechos de las mujeres".
En junio, una joven de menos de 30 años ingresó al centro médico para solicitar la ayuda de especialistas. Las médicas Julieta Andrea Wainfeld y Virginia Driedrich le "hicieron comentarios inapropiados, la culparon de lo sucedido y le manifestaron que le indicarían menor dosis de analgésico para que sienta lo que hizo", transmitió un comunicado que emitió la Comisión para repudiar la actitud. Tras el cambio de guardia, la colega Rosana Buffa llamó a la fuerza de seguridad para denunciarla y volver a someterla a la humillación, mientras su salud se ponía en riesgo porque habían pasado "menos de 24 horas" desde la intervención quirúrgica que había atravesado. La justificación fue que la Dirección Legal y Técnica del Ministerio sanitario capitalino determina que los profesionales tienen que notificar a la Policía cuando suponen encontrarse frente a maniobras abortivas.
-¿Existe algún marco legal que ampare esta disposición del Gobierno que conduce Mauricio Macri?
Desde la Consavig entendemos que se trata de una indicación contraria a derecho. Es una barbaridad. Se encuentra, por ejemplo, el fallo de la Corte Suprema de la Nación por el caso Baldivieso (NR: en 2010 determinó, a partir de que un médico denunciara a su paciente por consumo de clorhidrato de cocaína, que "un derecho personalísimo a una esfera de intimidad, en cualquiera de sus fundamentaciones, supera al interés social en la aplicación de una pena"). Con toda claridad se establece después de él que el hecho de que una mujer recurra a un espacio hospitalario demandando ayuda por un aborto no puede ser utilizado como un elemento para denunciar. Con este fallo y la existencia del secreto profesional (cuya violación es un delito tipificado en el Código Penal), lo que indica el Ministerio de Salud es una falta de respeto a lo dispuesto por la Corte y una conducta que muestra a las claras que tiene una ideología persecutoria, por encima de los derechos de las mujeres.
-¿Hay elementos que respalden la actitud de las profesionales en tanto trabajadoras de un sistema con reglas a cumplir?
De ningún modo se puede justificarlas. Vamos a terminar con la obediencia debida de la dictadura. No quiero sonar irrespetuosa con el sufrimiento de quienes atravesaron la tortura y la desaparición pero, si la orden que te dan es ilícita, te podés revelar. No todo da lo mismo. Podemos decir que estaba el empleo en juego, pero qué tal si pensamos que la ética, que tanto se pregona últimamente, está por encima.
-¿Entonces hay elementos para iniciar acciones legales contra esa medida?
Podría hacerse una denuncia ante los tribunales en lo Contencioso Administrativo de la Ciudad para que de algún modo obliguen al Ministerio a retirar esa disposición. De ahí a la sanción hay una larga distancia.
-La paciente atravesó el maltrato por no haber contado con un espacio de salud seguro y público donde practicarse un aborto ¿Cuál es su mirada al respecto?
En una audiencia en la Cámara de Diputados fui invitada y definí que el no tratamiento de la despenalización del aborto, por lo menos, se configura como un hecho de violencia institucional contra las mujeres. Desde lo individual, estoy absolutamente de acuerdo no sólo con lograr que se despenalice sino que se legalice. Es una ocupación del Poder Legislativo que ya debería asumir.
- A partir de su labor en la erradicación de la violencia de género ¿cómo explica que haya sido una mujer la que denuncie a otra y de esta manera vulnere sus derechos?
Las personeras del patriarcado somos las mujeres. En esta dura asignación de roles, somos quienes criamos a los hijos e hijas, le indicamos conductas: "no seas maricón, devolvele la trompada" o le decimos a una nena "dale un vaso de agua a tu hermano ¿no ves que tiene sed?". Se nos inculca el servir. En estos casos no hablamos por nuestra boca, somos habladas por el discurso del dominador. Muchas festejan los chistes machistas que critican a las suegras o compiten con las amigas, porque en el fondo está el cuento de la Cenicienta, en el que se contrapone a la madrastra y las hermanastra, que son las enemigas, y hace falta el beso del príncipe para convertirse en mujer. Son patrones difíciles de erradicar. No me asombra lo que hicieron, pero me duele.
-A partir de la difusión del caso se puso sobre el tapete la violencia obstétrica, que atraviesan muchas mujeres cuando hacen consultas a ginecólogos u obstetras o cuando van a dar a luz ¿Cómo se puede erradicarla?
Trabajamos en una subcomisión sobre esta temática y dimos bastantes pasos. Promovemos acciones preventivas y sancionatorias de dos tipos: capacitaciones a quienes incurrieron en este tipo de violencia para sensibilizarlos y la incorporación del ítem como causal de sumario administrativo. Además, trabajamos en la redacción de una encuesta para conceptualizar lo mejor posible cómo se configura, ya que tiene puntos de contacto con la mala praxis y tortura: si a una mujer le realizan un legrado sin anestesia, no estamos frente a un hecho de violencia nada más sino frente a un acto de tortura.
-¿Cómo se dará a conocer esa encuesta?
La empezamos a hacer circular en charlas con efectores de salud. Después serán interpretadas y las pondremos a disposición de la comunidad. Otra acción es reunirnos y articular con el Instituto Nacional contra la Discriminación, el Racismo y la Xenofobia (Inadi), la Defensoría del Pueblo de la Nación y la Superintendencia de Servicios de Salud para dar curso a unas cartas de denuncia que pusimos a disposición de las mujeres para que puedan dejar una constancia cuando atraviesan estas situaciones de violencia.
-Pero para decirlo ¿hay que desnaturalizar el dolor?
Está claramente naturalizado el dolor y el padecimiento en el momento del parto (o de su interrupción, por los motivos que hasta el momento son no punibles). Desde ya que parir sin violencia no significa hacerlo sin contracciones, pero sí que puede trabajarse y gestionarse en un ámbito amigable y respetuoso. En el caso de que duela tanto que sea intolerable, puede usarse la anestesia indicada por el médico. Nadie tiene que atravesar por lo que no puede.

Publicada en Marcha Noticias http://www.marcha.org.ar/1/index.php/nacionales/92-generos/4665-hospital-fernandez-la-actitud-del-ministerio-de-salud-es-contraria-a-derecho

12 de noviembre de 2012

LGBTIQ: marchar con orgullo



 Fotos: Guillermo D'Ambrosio

Por Noelia Leiva

La Marcha del Orgullo LGBTIQ cumplió sus 21 años con logros legislativos. Señaló la educación sexual, la despenalización del aborto y el trabajo inclusivo como deudas. Y la erradicación de la violencia como una responsabilidad social.

“Bombón” sugería un cartel abandonado por algún carrito ni bien se ponía un pie en la porteña Plaza de Mayo al salir del subte. Bombona, bombxn: la insignia perdida por un heladero ambulante de los que nunca faltan se podía resignificar y escuchar en medio de la multitud que participó en la 21° Marcha del Orgullo LGBTIQ, plena de colores y besos con sabor a lucha, porque consignó a la educación sexual, el aborto legal y el trabajo inclusivo como deudas para con la igualdad. “Nuestros derechos no son de ningún gobierno”, criticaron, de rojo y a la izquierda, las organizaciones territoriales que denunciaron la “manipulación política” del oficialismo para que la lista de pendientes no se modifique.
Había razones para celebrar. Ya desde las 15, la tradicional plaza fue rodeada por puestos que ofrecían desde jabones artesanales hasta revistas independientes. La Ley de Identidad de Género, sancionada en mayo, y la de matrimonio igualitario, de 2010, hicieron al clima de fiesta en tanto logros del movimiento que, en sus orígenes -con la fundación del grupo Nuevo Mundo en 1969- era sólo gay y ahora llama a respetar los derechos de lesbianas, gays, bisexuales, travestis, transexuales, transgéneros, intersexuales y queers (LGBTIQ).
La multitud colorida fue la misma que todos los días se enfrenta a los paradigmas machistas de la heterosexualidad obligatoria. Pero cada segundo sábado de noviembre es para muchos la oportunidad de “salir del closet” o de reafirmar el dominio sobre el propio cuerpo. “Estoy ganando un mango sin fastidiar a nadie pero muchos héteros, incluso hoy, vienen a molestar porque quieren que vivamos debajo de la vereda”, graficó Alessandra Babino mientras despachaba bebidas frías en una tarde también fresca. Ella además es una de las protagonistas de la versión que la Cooperativa de Ar/TV Trans hace de La Casa de Bernarda Alba en centros culturales porteños.
Un Sarmiento con pelo rubio y labios carnosos fue el símbolo del bachillerato popular Mocha Celis, que está orientado a personas trans y tuvo su stand en la Feria del Orgullo para cuestionar la dicotomía patriarcal biologicista hombre/mujer. “Compartir experiencias es un ‘volver a empezar’, retomar un derecho que estaba vedado para nosotras”, describió Virginia Silveyra, una de las estudiantes. La apuesta a que “la calle no sea la única opción” del colectivo 'T' fue una constante de las historias, aunque también algunas exponentes replicaban en sus cuerpos la objetivación hegemónica, acaso para metabolizar la violencia y hacerse fuertes. El riesgo es naturalizarla.
Las trans con atuendos brillantes, las parejas ‘sado’, las mujeres maravilla, los novios o casados, los chicos en minishort, las que prefirieron el jean, los 'darks', los 'osos', las que se quitaron la tortura del corpiño. Todos y todas, libres, partieron en caravana a las 19 hasta el Congreso nacional. “Para nosotras la Marcha es importante porque nos visibiliza”, destacó Gabriela Bacin de Les Madres, un grupo de lesbianas mamás que luchan por el “reconocimiento legal, jurídico y social” de sus hijos.
En la cabecera de la movida fueron Alex Freyre y José María Di Bello -primeros casados bajo la ley igualitaria- y las legisladoras porteñas María José Lubertino y María Rachid, entre otros. Atrás el trailer de 100 % Diversidad y Derechos llevó pura electrónica. Calle 13 estuvo entre el repertorio de la disco ambulante de La Campora Diversia, que también tuvo a un Néstor Kirchner y un gorila gigantes. Y los Putos Peronistas, de La Matanza, llevaron cumbia para menear, mientras algunos sorprendidos miraban desde los bares tradicionales.
“Se nos privó de la posibilidad de decir ‘soy todo hombre, en cuerpo, alma y espíritu’”, cuestionó Gregorio Tobar desde la bandera de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM), que reúne a cristianos, metodistas, anglicanos, pentecostales y evangelistas y se dice libre de prejuicios sobre los géneros. “Se tergiversó el sentido de los textos sagrados para implementar ideas donde la sexualidad es mala y tiene que ser sólo reservada a la procreación, sin goce”, cuestionó.
En esa diversidad que marcó territorio también estuvo la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) con su dirigente César Ciglliutti, la Colectiva Santa Concha, que pedía a su diosa no “caer en el pudor”, y las Lesbianas Afrodescendientes, que sumaron la consigna “No al racismo”. Sobre Rivadavia, un graffiti recordaba que hace diez días el movimiento de mujeres reclamó “aborto legal en el hospital”.

Derechos sin gobierno
 

En los últimos años, la Marcha adquirió un acento kirchnerista porque desde el Gobierno nacional manifestaron su aval a reclamos históricos del movimiento LGBTIQ. Pero esas conquistas no se replican en el campo palpable de las relaciones entre personas, o al menos así lo resaltaron un grupo de organizaciones territoriales y de izquierda que llamaron a una “contramarcha”, aunque luego mezclaron sus banderas en una única caravana hasta Congreso, donde ya pocas banderas rojas se quedaron frente al escenario en el que cantaron Lía Crucet, Kumbia Queers, Leo García y la ovacionada Celeste Carballo.
“Reclamamos la libre adopción de las parejas igualitarias. Los hombres y quienes no se casen no tienen la posibilidad de adoptar. Además, no se garantiza en los hospitales públicos las intervenciones quirúrgicas ni los tratamientos hormonales para las personas trans”, denunció Daiana Asquini, de Las Piqueteras. Junto a ellas estuvieron la Federación Juvenil Comunista y el Socialismo, entre otros. Coincidieron en criticar la pérdida de estado parlamentario del proyecto para despenalizar el aborto, así como la “estatización de la comisión organizadora”, formada por colectivos afines al oficialismo.
En el acto central llamaron a aplicar la Ley de Educación Integral, erradicar la trata y derogar los códigos contravencionales que ejercen la “violencia institucional” contra el colectivo, sobre todo hacia las trans en situación de prostitución. Abuchearon a dirigentes políticos y sociales que instalan la discriminación: al jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri, por vetar la Ley de Aborto No Punible; al Consejo Superior de Educación Católica por ir contra la laicidad de las escuelas; al gobernador cordobés, Juan Manuel De la Sota, por no actuar contra la “represión transfóbica” ni apoyar el esclarecimiento del femicidio de la militante travesti Vanesa Ledesma; y al mandatario salteño Juan Manuel Urtubey y su par tucumano, José Alperovich, por “imponer la educación religiosa”. En cambio, homenajearon, entre otras personas, a Claudia Pía Baudracco, coordinadora nacional de la Asociación de Travestis Transexuales y Transgénero de la Argentina (Attta), que falleció en marzo último.
La emoción se compartía debajo del escenario. Acaso como siempre pero con menos miedo
porque estaban juntos. “Hace dos días que me separé. Ahora que estoy sola por ahí me
lastiman más, espero que no”, le dijo a esta cronista una muchacha que había nacido con
nombre de varón. Pero no. El desafío es que ni ella ni nadie se quede en soledad si se trata
de recuperar sus derechos.


Publicada en Marcha.org.ar: http://www.marcha.org.ar/1/index.php/nacionales/92-generos/2465-lgbtiq-marchar-con-orgullo

15 de junio de 2012

Cannabicultores del sur pidieron la despenalización en el Congreso


Fue en una audiencia con los legisladores y otras entidades dedicadas a plantar marihuana. Destacaron que si cada usuario siembra y cosecha, se reduciría el narcotráfico. Apelaron al respeto de los derechos individuales y a la “descriminalización”.

Salir a contar e informarse para perder el miedo son las consignas comunes para los cultivadores de marihuana que llevaron al Congreso de la Nación el pedido de despenalizar la plantación y tenencia para consumo personal, para restituir derechos y combatir el narcotráfico. La Agrupación Cannabicultora Zona Sur (ACZS) representó a la región en la audiencia del miércoles último, en la que organizaciones de activistas ahondaron frente a los legisladores en la reducción de daños al apelar a productos naturales y enfatizaron en que la aprobación de la ley eliminaría la exposición de los usuarios a la represión policial o institucional.
Es que no sólo se trata de que cultivar o fumar deje de ser un delito sino que también piden la “descriminalización” de ese colectivo compuesto por muchas personas que poco a poco salen a la luz, aunque en algunos barrios todavía son presas de la coerción. “Queremos que se entienda que si no hay cultivo de marihuana caeríamos en el narcotráfico. No somos delincuentes por consumir. Desde chicos siempre estuvimos en el medio, llevamos la de perder: con el ‘transa’ porque nos podía sacar plata o dar cualquier cosa, o con la Policía si nos agarraba. Hoy por suerte hay muchos chicos que nunca compraron y que fuman lo que cosechan”, le explicó a LA TERCERA Marcelo Coratoli, integrante del grupo local que realizó actividades de concientización y talleres para saber cómo avanzar con el armado de ‘huertas’ en casa.
Precisamente, el entramado del poder al que el cambio de paradigma pondría en jaque es el que los militantes consideran que retrasa la aprobación de la norma, aunque algunas versiones aseguran que podría demorarse hasta que logre un mayor consenso social y así captar los beneficios políticos de la aceptación para sumar a la imagen positiva del Gobierno. En lo formal, la audiencia de anteayer se planteó como la última instancia para recolectar información y decidir si en quince días el proyecto se trata en la Cámara de Diputados nacional, para luego ir al Senado. El aval de funcionarios como Aníbal Fernández y de miembros de la Justicia como Eugenio Zaffaroni da esperanzas a los cultivadores de que se abrirá el debate.
Para desarticular el mito de que despenalizar traería automáticamente un uso generalizado y obligado de los cogollos, una de las miembras de la ACZS contó cómo su hija de 20 años decidió no apelar al cannabis pese a que su madre siembra en su casa y comparte información sobre sus alcances. La ley, precisamente, recalcaría la vigencia del derecho a decidir en libertad qué conductas personales adoptar, sin ser penados ni estigmatizados por la forma de vida que sostiene cada ciudadano. Para quienes lo deseen, el uso permitido de las flores podría llevarse a aplicaciones medicinales que, según algunos activistas, es una de las cualidades de la hierba.

Por Noelia Leiva