29 de diciembre de 2010

La casa del vecino Norberto que se llamaba Rodolfo

Por Noelia Leiva

La periodista local Patricia Serrano se presentó como testigo en la causa por crímenes de lesa humanidad en la ESMA a partir de una investigación realizada sobre la última vivienda de Rodolfo Walsh. Está ubicada en el barrio El Fortín del distrito. Allí el escritor vivió durante tres meses con un nombre falso. En ese lugar también escribió la Carta a la Junta Militar. De ese hogar lo secuestró un grupo de tareas. Treinta y tres años después un juicio avanza tras los nombres de los culpables.
                                                             
“Por tres meses, Freyre fue otro vecino del barrio. La casa la compró con el mismo documento que había utilizado para escribir Operación Masacre, cuando por primera vez sintió la urgencia de una identidad falsa y papeles apócrifos. Más de quince años después, ese documento permitió a Rodolfo Walsh ser Norberto Freyre otra vez, en San Vicente”. Así da sus pasos iniciales el artículo que elaboró la periodista local Patricia Serrano sobre los tres meses que el escritor detenido y desaparecido en 1977 vivió en el distrito. Por esa investigación fue llamada a declarar como testigo en la causa por los crímenes de lesa humanidad perpetrados en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). En adelante, una de las aristas en las que ahondará la Justicia es la relación de la Policía local en el operativo que destruyó la vivienda, secuestró volúmenes de la obra inédita del militante y borró su paradero.
La proximidad geográfica pero más “la admiración” por el hombre que supo escribir la Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar movilizaron la búsqueda de información hace unos dos años, describió la comunicadora. Esa llama la impulsó hacia el mismo “barrio obrero” en el que hace tres décadas pisó, con los zapatos hundidos en el barro, el sujeto que decidió presentarse al vecindario con un nombre distinto para preservar su vida, aunque las botas terminaron por aniquilar su libertad.
Es que los ‘puntos finales’ al relato detrás del discurso oficial y el olvido neoliberal de 1990 contribuyeron a que todavía no se definieran el principio, nudo y desenlace de las experiencias tras los muros del hogar de El Fortín, hoy habitada por María Salas, hermana de Rubén, un efectivo retirado. Desandar el derrotero local de Walsh permitiría “reconstruir su historia y resolver la de San Vicente, que es tan necesario”, entendió la vecina.
Para dar con los datos de ese pasado reciente, la herramienta fue la entrevista cara a cara con las personas que vieron desde sus ventanas el accionar del grupo de tareas. A la gente de los terrenos lindantes “les dijeron que estaban buscando a una pareja, se confundieron de casa primero” hasta que dieron con la buscada y a punta de arma les indicaron “que se quedaran adentro”, relató la investigadora, en diálogo con LA TERCERA. Pese a que quienes ya son adultos mayores recuerdan esa jornada, muchos se enteraron de quién había sido en realidad Freyre cuando ella se acercó a desenredar el ovillo de vivencias violentadas.

De refugio a patrimonio histórico

Paradójicamente, a la cara de acción concreta de un modelo económico que estaba afianzado en la propiedad nada parecía importarle adentrarse en un espacio familiar cuya titularidad estaba escriturada. La expropiación de los bienes de los detenidos en centros clandestinos era el festín de los hombres del Falcon verde, sin contar el crimen de cosificar y apropiarse de niñas y niños. La casa del periodista en el partido no fue la excepción.
Allí había llegado en enero de 1977, tres meses antes de que escribiera la misiva a quienes iban a ser sus asesinos, en un juicio que recién ahora busca dar con el nombre de los culpables. Vivía con su compañera Lilia. Las parcelas “fueron compradas con dinero prestado por su primera mujer. Necesitaba algo barato pero que estuviese conectado con Capital y cerca del agua. El viejo Matute, dueño de una inmobiliaria del pueblo, se la vendió a un precio módico”, reflejó la sanvicentina en la crónica publicada en el diario Crítica que le valió la convocatoria como testigo del proceso judicial sobre la tortura y los homicidios ocultos tras las paredes blancas de la ESMA.
Entonces decidió que todos en el vecindario creyeran que era Norberto Freyre quien se había mudado. “Las partidas municipales (identificadas como 004411, 059749, 059750 y 059751) llegaban con ese nombre”, explicó Serrano a este medio. Así fue hasta que el Ejecutivo decidió dar de baja esa facturación, cuya deuda apenas superaría los 5 mil pesos, para convertir ese espacio de muerte en uno donde reviva la memoria: patrimonio histórico distrital.
Mientras el Congreso Nacional analiza darle a ese techo una importancia histórica federal, en su interior todavía habita la hermana de un policía cuya relación con el operativo que secuestró al autor está en averiguación.

Para que no hablen “los de los derechos humanos”

Rubén Salas ingresó a la escuela de cadetes Juan Vucetich en 1974. Dos años después, egresó y comenzó a ‘prestar servicios’ en la Comisaría Segunda de Almirante Brown. A partir del testimonio de Serrano se incorporó a la causa un listado del personal que en 1977 se desempeñaba en esa dependencia -en el que está incluido el hombre- para verificar “la colaboración de la Policía local para ayudar (en el ataque al dirigente) y permitir que pasara”, señaló la periodista.
Ese personaje aseguró, según el escrito publicado en el medio nacional ahora defendido por sus trabajadores, que hacia 1978 tomó la vivienda del referente de Montoneros y reparó su estructura, devastada por los verdes, como respuesta a un pedido de su madre. “Viste cómo son las viejas cuando se les mete algo en la cabeza”, trató de justificar el sujeto, según el informe. “Tengo miedo. Los de derechos humanos, con esto de que soy policía retirado, pueden hacer cualquier cosa, inventar”, esbozó.
Su hermana, María, es la actual moradora de la vivienda. “Esta casa estaba destruida. Nosotros la arreglamos. Es nuestra casa”, recalcó la mujer en el trayecto informativo que sirvió de dato a la Justicia. Cansada de las consultas incipientes sobre el dueño original del espacio, no suele dar explicaciones sobre su llegada a ese punto del Conurbano ni permitir tomar fotografías en su interior.
La vinculación entre la arteria local de la nada inactiva fuerza de la provincia durante la dictadura es la próxima instancia a revelar. Aunque Patricia Walsh, dirigente política e hija de Rodolfo, “tiene la idea de que la familia consiga una salida buena, que no sea para nada forzada, que se pueda conseguir una solución para todos”, aclaró la periodista.

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“La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años.
El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades”.
Así inicia la Carta a la Junta militar firmada con fecha del 24 de marzo de 1977. Al otro día, un grupo de tareas lo secuestró en su casa.


Publicado en La Tercera del 1 de diciembre de 2010

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