29 de diciembre de 2010

“Los pibes a veces ‘existen’ porque cometieron un delito”

Por Noelia Leiva

Lo advirtió la directora del Centro de Referencia del Departamento Judicial de Lomas de Zamora que recibe a chicos y chicas menores de 18 años que cometieron delitos. Atiende casos de seis distritos. El equipo entiende que el conflicto con la Ley es generado como una “crítica” a la sociedad, una expresión de una necesidad insatisfecha, de un derecho vulnerado. De los hechos punibles, sólo el 4 por ciento fue llevado a cabo por niños o adolescentes hasta 16.

Frente a cada uno de los y las jóvenes que llegan al Centro de Referencia del Departamento Judicial de Lomas de Zamora, el objetivo de su equipo es facilitar una “inserción plena” en el contexto social de esos adolescentes que cometieron algún delito. Encarnan una alternativa a las medidas clásicas de privación de la libertad, desde una mirada integral de los individuos. Las historias de cada quien, sus deseos, la lectura de la sociedad de consumo y la inequidad como algunas de las claves para el abordaje.
Las experiencias de los tres representantes del grupo de trabajo que dialogaron con LA TERCERA -la directora del espacio y trabajadora social Jorgelina Camiletti, la psicóloga Agustina Romero y el operador comunitario Alberto Gallini- convergen hacia una mirada que borra la culpabilidad de la juventud para hablar de responsabilidad, sin dejar de entender el conflicto con la norma penal como una consecuencia de la vulneración previa de derechos. Reciben a pibes derivados por los jueces de Esteban Echeverría, Ezeiza, Almirante Brown, Lomas de Zamora, Lanús y Avellaneda.
-¿Desde qué paradigma se posicionan en el trabajo con los jóvenes?
-J.C.: Nuestro paradigma es el de la promoción y protección de los derechos de los chicos, a partir de la ley 13.634 que no puede pensarse fuera del marco de la 13.298. Nos abocamos a la responsabilidad de los pibes.
-A.R.: Su espíritu es que el joven llega a cometer un delito porque tiene algún derecho vulnerado. A partir de la intervención judicial, se restituye. Como organismo ejecutor de la ley, recibimos al chico, hacemos una evolución psico-social y de su entorno. Buscamos construir junto al pibe una inserción social plena, porque la que tenía en algún punto fue deficitaria.
-¿La institucionalización de los jóvenes es la última medida?
-J.C.: Este dispositivo es una alternativa a eso. Consideramos que el pibe es privado de la libertad en diferentes formas. En los Centros de Contención, por ejemplo, porque está por una orden del juez. Por más que no tengan rejas, está ahí contra su voluntad. Los que vienen al Centro de Referencia también lo hacen obligados porque es una decisión judicial. (N.de R.: De los 180 varones y 7 chicas que se derivan al espacio, sólo 40 no cumplen con las pautas dadas por los profesionales).
-¿Qué importancia tiene la palabra de los jóvenes en los encuentros?
-A.R.: Considero que llegó a su situación porque no tomó las mejores decisiones por sí mismo. Dejar que decida tiene que ver con una ausencia porque si todavía no es mayor de edad es porque no tiene una total autonomía. Muchas veces los padres resaltan que le dieron libertad y los traicionaron, cuando lo que necesitan es tener al padre o la madre normándolos, además de darles afecto.
-J.C.: A los pibes se los escucha pero también deben escuchar porque tienen que entender por qué están acá, que somos un equipo de trabajo que les va a dar herramientas para que puedan seguir adelante. Pensaba en qué lugar tienen los chicos: el ‘no lugar’, porque no pertenecen a ningún lado y, lamentablemente, a veces ‘existen’ porque cometieron un delito.
-A.G.: En su mayoría no fueron escolarizados o la última vez que fueron a la escuela tenían 12 años. Empezaron en otra y los echaron. Lo bueno de las medidas alternativas es que siguen con sus familias, en el barrio, por eso también debe haber modificaciones en su entorno.
-¿Cuán crucial es la relación con el grupo vincular?
-A.R.: Los atravesamientos familiares, sociales e institucionales son determinantes. Para la  promoción de los derechos del pibe también debemos hablar con la familia para que pueda hacer un reordenamiento. Es muy común que un padre diga ‘yo no crié a mi hijo para esto, yo le hablo’. Lo primero que decimos es ‘¿lo escucha? ¿su hijo habla?’. El chico siempre va a volver al ámbito familiar y es ahí cuando debe haber una reformulación. Queremos transmitir un modelo vincular donde exista diálogo y acuerdo.

“Los derechos del victimario fueron vulnerados antes”

-Si pudieran sintetizarse las causas que llevan a que un chico efectúe un delito, ¿cuáles serían?
-A.R.: En lo biológico, están los problemas en la nutrición que hacen que el chico no desarrolle bien su sistema nervioso, no maneje bien sus impulsos. Por otro lado, la (falta de) seguridad de recursos para mantener sus necesidades, que repercute en cuestiones anímicas del pibe y sus padres, al no sentirse con el poder de satisfacer las necesidades de sus hijos. Se ve una madre narcisista, sobreprotectora, omnipresente, con dificultades para establecer un vínculo estable. El padre suele estar ausente, si no es en figura lo es emocionalmente. Hay conflictos no resueltos entre los padres que el chico recibe y pone en escena. Suelen ser jóvenes sobreadaptados porque se adecuan a un ambiente hostil cuando no tienen las estructuras de pensamiento necesarias para hacerlo. Hay problemas que tienen que ver con la autoestima de los chicos para construirse una realidad, un futuro. En la adolescencia todo tiene una inmediatez. Se agrupan con sus padres para satisfacer necesidades urgentes. La sociedad del consumo lo favorece. Los chicos no quieren ir a la escuela para tener un proyecto a futuro, quieren plata ya y si no consiguen trabajo van a buscarla de otra manera. Esto no siempre tiene que ver con que tengan hambre, eso también es un prejuicio. Quieren acceder a lo que ven que otros pueden tener. Como todo el mundo, quieren pertenecer.
-¿Se relaciona con el ‘tener’?
-A.R.: Sí, es la sociedad del tener más que del hacer. También, como otras causas, hablamos de padres con problemas de alcoholismo que los chicos muchas veces reproducen. Hay cultura en la familia relacionada con la transgresión de las normas, que no necesariamente implica el delito y la violencia pero el chico termina por tomar esa posta. También vemos padres que se sienten mermados en su rol, por ejemplo, por tener alguna discapacidad. Esto les repercute anímicamente por no poder cumplir el modelo hombre-macho-proveedor, ni construir otro. Los pibes necesitan desarrollar formas alternativas a la verbal para expresar su problemática. Con su accionar, le ponen el cuerpo a una crítica bastante fuerte a lo que somos como sociedad.
-J.C.: Entonces los pibes no nacen chorros o malos. Son un producto de esta enumeración, de la inequidad. Es más fácil mostrar un joven que cometió un delito que a quince adultos que hicieron lo mismo. Sobre el 100 por ciento de los delitos, sólo el 4 está cometido por menores de 18 años.
-¿Eso echa por tierra que bajar la edad de imputabilidad reduciría la cantidad de delitos?
-J.C.: Tenemos una ley que dice que los jóvenes que pueden ser punibles tienen que tener entre 16 y 17 años pero en la provincia de Buenos Aires hay jóvenes de 14 y 15 años privados de la libertad porque la misma norma (la 13.634) en su artículo 64 permite que un juez institucionalice a un joven no punible bajo la categoría de ‘seguridad’. Crearíamos lugares para encerrar a los chicos cada vez más niños y no es la solución. Es más profundo
-A.G.: Hay que fortalecer a los Servicios Zonales y Locales.
-A.R.: Y la prevención primaria del delito. Dicen ‘entonces hay que defender los derechos del asesino o el victimario”: los de la víctima siempre están más defendidos por la sociedad en su conjunto, los del victimario se suponen vulnerados mucho antes de haber cometido el delito, que es una consecuencia de esa vulneración previa.
-J.C.: Es un mito que ‘no pasa nada’, que ‘entra y sale si es menor de edad’. En la provincia, hay 490 pibes privados de la libertad y 2.700 con medidas alternativas.

Publicada en La Tercera del 28 de diciembre de 2010

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