28 de abril de 2012

¿Qué talle sos?


Por Noelia Leiva

La tiranía de la moda. De acuerdo con la ley, los talles deben estar basados en la medida del cuerpo y no en la de las prendas.

Son tres palabras que pueden convertirse en una trampa. «¿Qué talle sos?», pregunta la vendedora con naturalidad, y el verbo «ser» da a entender que la medida de la ropa puede definir la identidad de una persona. Es que la moda no admite rollitos pero sus imperativos pueden generar consecuencias en la salud, sobre todo en las adolescentes, como la bulimia y la anorexia.
En la provincia de Buenos Aires, la ley 12.665 sancionada en 2005, exige que haya stock de prendas femeninas juveniles desde el 38 al 48, pero los comercios no la acatan. Las multas por su incumplimiento subieron un 17% en comparación al primer cuatrimestre del año pasado.
El porqué de la legislación responde a la «defensa del consumidor» y «la protección a la salud», sostenida en «la libertad de elección, en condiciones de trato digno y equitativo» a partir del manejo de «información adecuada», explica la disposición 880 que reglamenta la norma y señala al Ministerio de la Producción provincial como su autoridad de aplicación. Letra escrita cuyo incumplimiento puede generar consecuencias en la vida de las adolescentes y que, por lo tanto, también es una forma encubierta de violencia de género.
La cartera encabezada por Martín Ferré sancionó entre enero y abril últimos a un 170% de comerciantes más que en el mismo período de 2010. Un comunicado del área reconoció que de los 1.244.550 pesos de multas, 445.950 correspondieron a castigos por infringir la ley de Talles, un 35% del total. Según la norma, es obligatoria la marcación numérica de la indumentaria, la inclusión de un pictograma que indique la equivalencia con las dimensiones corporales de acuerdo con las normas Iram y la disposición de varias unidades en stock de toda la curva. Un principio similar está vigente en Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos, Santa Cruz, Córdoba y la ciudad de Buenos Aires, también con legislación propia y con denuncias de incumplimiento. En 2009 se presentó un proyecto nacional que obtuvo la media sanción de los diputados, pero no prosperó.
«Todavía se vende ropa de talles ideales, y es grave porque está culturalmente aceptado», cuestiona Osvaldo Bassano, presidente de la Asociación en Defensa de los Derechos de Usuarios y Consumidores (Adduc). La problemática se hace más difícil de controlar porque «no hay estadísticas» sobre los niveles de producción y los comerciantes aducen que no les entregan variedad de tamaños, aunque, en realidad, «falta un verdadero compromiso porque la importancia de facturación suplanta el cumplimiento de la ley», evalúa.
La Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME) participó en la elaboración del proyecto, hace 6 años. En una circular del 22 de diciembre de 2005 planteó su adhesión al «espíritu» de la norma pero advirtió que «sólo regula una consecuencia menor del problema de la bulimia y la anorexia». Además, pidió que «la variación de talles se cumpla con la existencia de distintos colores», según otro comunicado de agosto de 2006, para responder con más facilidad a la demanda de stock. Sin embargo, debido a esa limitación, la clienta debe elegir entre llevarse el tono deseado o la medida que le sienta bien.
«Un comerciante no puede comprar la misma cantidad de unidades de todos los talles, porque vende 100 del medio y 1 o 2 de los más grandes», plantea Alberto Kahale, empresario del rubro de la ropa deportiva e integrante de CAME. «Se busca hacer un promedio, se compra toda la tira pero menos cantidad de las puntas, que no siempre se venden y se terminan poniendo a un precio regalado antes de que pasen de moda», explica Kahale, también presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Lomas de Zamora. Una muestra de ello es, según el referente, la proliferación de los números reducidos y los más amplios en los outlets.
La inversión de los oferentes se pelea con la demanda, pero el producto de ese juego puede ir mucho más allá de la compra. En el mercado, también interviene la concepción que las jóvenes tienen de sí mismas. Y el precio de lo aceptado como bello puede ser demasiado alto. «Es avaricia versus inclusión. Para facturar más no importa discriminar», sentencia Bassano, cuya mayor preocupación radica en que «el consumidor prefiere no comprar a tener que hacer reclamos, por lo que termina por aceptar o consentir la discriminación».

Moda de señoras

Jésica Bustos tiene 23 años y una altura que supera la media. Su contextura demanda talles más grandes que los que suelen encontrarse en las tiendas. «Me cuesta conseguir ropa porque todo viene mal confeccionado, sin respetar las tablas de centímetros de los talles y en general llegan al 38/40. Generalmente, a partir del 48 los pantalones son rectos y tiro alto. No hay variedad ni modelos parecidos a los que se exhiben en las vidrieras», describe la estudiante, mientras recorre Balvanera en busca de ropa.
Como ella, son muchas las que no se sienten satisfechas. Algunas terminan por vestirse con «moda de señora» por no encontrar tamaños acordes. Otras quieren ver reflejado el cuerpo 90-60-90 que se legitima en las publicidades y, aunque ya sean flacas, empiezan a generar estrategias para dejar de comer. Cuando la imagen que ven no es la que anhelan y no encuentran prendas que las conforme en los negocios, esto «les genera culpa y se autoexcluyen», denuncia Maiten Strazzaboschi, presidenta de la Fundación Mujeres en Igualdad.
En las calles céntricas de Monte Grande, una ciudad del Conurbano sur, se replican maniquíes con figuras femeninas extra flacas, como en el resto del mapa bonaerense. «Los cortes son demasiado bajos y los talles son restringidos, además de irreales. Ya no busco pantalones», se queja Julieta Rico, una joven de 21 años cuya contextura no muestra sobrepeso pero que, de todos modos, está fuera de los estándares de las agencias de modelos.

Vestidas de princesas

«Muchas sienten que deberían adaptarse y pierden de vista el criterio de
lo saludable. La cantidad de dietas que se hacen, las cirugías estéticas en niñas o adolescentes y los trastornos alimentarios dan cuenta de eso», refuerza Strazzaboschi, una de las impulsoras de la legislación, que trabaja para que se extienda a todo el territorio nacional.
Entonces, frente a frases tan instaladas como «¿qué talle sos?» o «no entro en este pantalón», vale la pena preguntarse si se es un talle o por qué la chica tiene que entrar en un pantalón y no es el pantalón el que tiene que entrarle a ella», plantea.
Mía y Ana no son dos amigas que intercambian secretos sobre sus amores o se reúnen para salir a bailar. Son, en realidad, los nombres con que las jóvenes identifican a la bulimia y la anorexia, respectivamente. Son códigos manejados por los grupos de chicas que conviven con ellas y las reivindican como el camino necesario para alcanzar lo que creen que le da el verdadero sentido a la existencia: la belleza. «Porque la vida es como el arte, existe sólo para mirarla», sentencia uno de los tantos blogs que legitiman los trastornos que las destruyen.
No son una logia porque están al alcance de todos y todas. Ellas están ahí, reunidas a través de un monitor en foros online que pueden ser la única vía de contacto con el mundo aunque, paradójicamente, aspiran a mostrarse ante él para alcanzar la gloria de la
perfección. Pero nada parece ser suficiente. Siempre hace falta más esfuerzo para ser una «princesa», tal como desean.
El mundo que generaron a partir de estas patologías se sostiene en el intercambio de experiencias de las que tienen más camino recorrido como «mía» o «ana». Tomar hasta 6 litros de agua al día para quitar la sensación de hambre, masticar chicles sin azúcar para calmar la ansiedad y decirle a la familia que prefieren comer en la habitación para poder esconder los alimentos sin que sea evidente que no los
ingirieron son algunas de las recomendaciones que se dan para lograr una flacura extrema, que permita vestirse con las prendas más pequeñas del mercado. También deberían ser indicadores para el entorno sobre la necesidad de buscar ayuda.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) menciona a los trastornos alimentarios como uno de los «factores y situaciones de riesgo» que pueden llevar al suicidio, según un informe presentado en Ginebra en 2001. «Entre el 1% y el 2% de las jóvenes adolescentes sufren de anorexia o bulimia. Las jóvenes anoréxicas sucumben frecuentemente a la depresión y el riesgo de suicidio es 20 veces mayor que en el resto», plantea el documento.

El cuerpo del poder

«El cuerpo es un terreno de proyectos donde importa el mostrarse. Las adolescentes, que se encuentran en el proceso de afirmación de su identidad, lo ponen en el lugar del éxito», analiza la psicóloga social Marta Boimel, integrante de la Asociación Latinoamericana de Magistrados, Funcionarios, Profesionales y Operadores de Niñez, Adolescencia y Familia. Entonces, lo que ingresa por los ojos será lo que ubique a las personas en un grupo, les dé poder o popularidad.
«Argentina ocupa el segundo lugar en trastornos alimenticios. La bulimia y la anorexia son enfermedades reconocidas por la OMS y también son formas de violencia de género porque el 90% de quienes conviven con ellas son mujeres», denuncia Boimel, también sexóloga educativa. La reducción de las posibilidades de vestirse con el estilo deseado «impacta en la subjetividad» de las jóvenes, que de por sí atraviesan una «crisis del factor interno».
En esa etapa crucial, la presencia de un grupo de pertenencia «es esencial», pero también puede jugar negativamente si se trata de un contexto de legitimación de los estereotipos, como los grupos de jóvenes «amigas de Ana y Mía», como se autodenominan.
«La ley de Talles no se cumple, hay multas pero se necesitan fuertes decisiones políticas para revertir este incumplimiento, porque además de las inspecciones deben promoverse cambios de valores y actitudes –insta Boimel–. Se tiene que empezar por la
familia, la escuela y los medios de comunicación para que se dediquen a educar para la vida».

Publicado en la Revista Acción de septiembre de 2011: http://www.acciondigital.com.ar/01-09-11/pais.html#sociedad

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