20 de diciembre de 2013

“¡Al machismo ponele bomba!”


Por Noelia Leiva. Por segundo año, los Varones Antipatriarcales organizaron un encuentro en el que participaron más de un centenar de muchachos que cuestionan la masculinidad patriarcal. Ni machos ni fachos: feministas.







“Un hombre no comienza jamás por presentarse como individuo de un determinado sexo: que él sea hombre es algo que se da por supuesto”, cuestionaba Simone de Beauvoir en su célebre obra “Segundo sexo”. Como el patriarcado los tiene a ellos como vectores del poder que concentran y aplican por herencia cultural, cambiar la mirada sobre la masculinidad resulta un paso fundamental en la lucha por la equidad entre los géneros. Ése es el objetivo planteado en el Segundo Encuentro de Varones Antipatriarcales, que se realizó este fin de semana en Mendoza con delegaciones de seis provincias. “Ni machos ni fachos” es la consigna que identifica al colectivo, que se autoproclama feminista.
Desde el vamos, la propuesta desafía la ‘heteronorma’: un grupo de hombres -alrededor de 120- que no se conocen conviven en un campo durante tres días, dispuestos a hablar de sí. Una vez allá, hay otra consigna que interpela aún más, que es sentirse en la libertad de que las cosas les pasen porque, aunque sus DNI digan que son varones, pueden emocionarse, besar, abrazar. “Nos encontramos desde el lugar del amor para crear vínculos lejos de las prácticas cotidianas de competencia y de fuerza, y poder  derribar muchos de los prejuicios que hacen a la homofobia”, definió Alejandro Aymú, uno de los representantes capitalinos del movimiento y participante de la experiencia por segundo año consecutivo.
El sábado, cuando llegaron, pusieron el cuerpo en acción en actividades lúdicas y espacios de yoga que sirvieron para romper el hielo y empezar a pensar. En la jornada siguiente, se realizaron talleres que ahondar sobre “los feminismos”, el aborto y la explotación sexual, entre otros temas. Hubo ítems en los que no se alcanzó consenso, como si hay que adoptar una mirada reglamentaria o abolicionista sobre la prostitución, pero “se pudo avanzar en el diálogo”, recalcó el militante. Se trata de interpelar e interpelarse: aquí, a los “varones prostituyentes”; en todos los órdenes, a los hombres que inexorablemente fueron criados bajo dogmas machistas y que tienen la oportunidad de erradicarlos.
“¡Al Estado ponele bomba!¡Al machismo ponele bomba!”, cantaban en ronda bajo el sol en uno de los momentos que compartieron todos. Fue al ritmo de la canción que en su versión original invita a “menear suavecito para abajo”. Los muchachos gritaban “feminismo desde abajo” y transformaban el “movimiento sexy” del ‘hit’ en uno “anti: antiimperialista, anticlerical, anticapitalista y antipatriarcal”.
El lunes, hubo espacio para plantear los ejes de un documento que aún no se difundió y que concentrará las ideas del encuentro, que abordó en simultáneo dos vías difíciles de trabajar. Por un lado, el replanteo individual en tanto sujetos que cuentan con la legitimidad social de ser dueños de sus cuerpos y decisiones -acaso también de los de las mujeres y otras “identidades disidentes”- por el simple hecho de ser hombres. Por otro, mostrarse en lo social como personas capaces de aportar al movimiento de las mujeres por la igualdad de oportunidades.
“Lo personal se vuelve político y lo político, colectivo. Es todo experimentación, no tenemos referencias, sólo lo hacemos”, enfatizó Aymú. Hace tres años que defienden esa lógica como grupo, que funciona en el centro cultural Olga Vázquez de La Plata, la Casa Nuestra América en Capital Federal y El Transformador  en Haedo. Hasta Mendoza también llegaron delegaciones de Santa Fe, Neuquén, San Luis, Córdoba y Tucumán.

Para no ser un ‘animal de costumbre’
Un poco por hábitos no cuestionados, otro poco por la comodidad de ser el que manda, hay rasgos de la cotidianeidad que marcan la desigualdad. Incluso para quienes cuestionan al patriarcado existen “micromachismos”, que son “pequeñas prácticas invisibles o muy naturalizadas que determinan la opresión”, definió el militante, según se conversó en uno de los talleres.
Esos rastros van desde “dejar pasar a una señorita en el colectivo para mirarle la cola” o porque tienen que subir ‘primero las damas’ hasta “pensar que la mujer tiene que hacer la comida, lavar y planchar o creer que los roles de dirigencia los tiene que ejercer un varón”, enumeró. “Son señales que hacen que pongamos en conocimiento el lugar de jerarquía. Las tratamos de advertir y revertir a partir de la problematización”, sostuvo.
También es animarse a hacer lo que mira mal el manual del ‘macho’: besarse, abrazarse, emocionarse. Eso también implica otra manera de relacionarse con pares, que a veces es difícil de gestar por fuera de los espacios donde se da la reflexión. Ése es el desafío: quitarse el patriarcado “del propio cuerpo”, correrse de las conquistas heredadas.
El cimiento del camino que recién comienza es considerarse “un desprendimiento” del movimiento feminista ya que a partir de su cuestionamiento a los privilegios machistas es que ellos comenzaron a ser críticos con el rol responsable de lo masculino en esa disparidad. No pretenden cambiar la forma estereotipada de ser hombres por otra distinta pero única: “La idea es desarmar estos modelos hegemónicos a partir de una multiplicidad de prácticas y saber que los genitales no nos hacen varones o mujeres, son parte de identidades que vamos construyendo”.

Publicado en Marcha Noticias http://www.marcha.org.ar/1/index.php/nacionales/92-generos/4734-al-machismo-ponele-bomba

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