15 de abril de 2011

Juana, su familia y amigos

Por Noelia Leiva

Las muñecas 90-60-90 monopolizan la oferta para las nenas. Pueden jugar a ser cocineras, madres o amas de casa, como se espera que sean cuando crezcan. Pelotas y autitos están vedados para ellas, y a ellos no les puede gustar el rosa. Sin embargo, los grandes pueden proponer el desarrollo de la creatividad sin barreras de género. Opciones que reflejan la diversidad en sus personajes, para cerrarle la puerta al 'juego dirigido'. 

Los blocks miran de costado porque, en el rato donde todos y todas pueden elegir en qué sector de la sala jugar, mientras los nenes pelotean, las nenas se reúnen en torno a la habitación en miniatura que incluye una cama, una mesita, una cocina y sus respectivas ollas. Una niña revuelve en una fuente un preparado sabroso e invisible sobre una hornalla sin gas que encendió tal como algún adulto o adulta hace en casa. Hay osos alrededor que, como hijos obedientes, aceptan alimentar su panza de peluche. La ‘seño’ observa conforme, cada cosa está en ‘su lugar’.
Durante la infancia, el campo del juego resulta tierra fértil para erigirse y hacer de cuenta que todo está bien. Todo, si no se da un paso por fuera de lo permitido: delantales, agujas de coser y muñecas para ellas; balones, imitaciones de armas y superhéroes musculosos para ellos.
Para la consultora de comunicación Ana Correa, la realidad bajo las luces de neón en las jugueterías se puso en evidencia cuando, después de Felipe, llegó su hija Malena. Si bien en el jardín de infantes ya había conocido peleas entre las pequeñas a causa de las características de sus cuerpos, cuando pensó que su nena iba a ser parte de ese mundo terminó por convencerse de que 'nada refleja a la mujer real'. Entonces, había que hacerlo: se asoció con la diseñadora Paola Flores y la abogada especialista en derechos humanos Jessica Lipinszki para crear El Mundo de Juana, una línea de juguetes de tela que representan identidades disímiles como se encuentran en la convivencia cotidiana.
'Había una única oferta, las estanterías estaban colmadas de muñecas hiperdelgadas, que se maquillaban o eran amas de casa, como si la revolución industrial nunca hubiese llegado' al planeta de la fantasía, bromeó. Las características de las personas en miniatura 'no expresaban la mínima diversidad', sino que la producción en cadena repetía a chicas rubias, de ojos claros y con siluetas ajustadas a las revistas de moda.
Activas, decididas, alegres e inteligentes son calificativos asignados a las réplicas femeninas que se venden en caja y legitimadas como meta para las de carne y hueso, también reducidas al estamento de objeto. Eso entendió el trío que elaboró sus 'juguetes con valores' cuando decidió que Juana, rellena con vellón, prefiriera el rojo y el violeta al rosa, y tuviera cabellos castaños algo ondulados, acomodados en dos colitas. Su compañera inseparable Mía es 'rellenita' y su amigo Miguel usa anteojos.
Carola es su mamá, que puede ser periodista, folklorista o veterinaria, según decida su portadora o portador, y, para horror de Ruth Handler  -la creadora de Barbie- tiene una hija nacida de una pareja anterior. Ambas son de tez morena, porque las raíces originarias de América Latina se reivindican en la piel. El papá de la 'familia ensamblada' es Francisco, un hombre de barba y cejas pronunciadas que puede aparecer con atuendo de chef, rockero o un sujeto 'conectado' a la web a través de su computadora portátil. 

La rueca mágica

Un llavero es, frente a los ojos de un bebé de meses, un desafío a explorar que suena y brilla. Un guante plegado en torno al dedo gordo puede ser un hombrecito con sombrero y la personalidad que se le antoje a quien le da movimiento. Hasta una habitación vacía es el escenario propicio para fabricar seres amistosos que conversan y se ríen. Si cualquier objeto puede cobrar vida, ¿por qué coartar el arco iris recreativo con ofertas lúdicas únicas, que tienden a convertirse en las deseadas por el público infantil merced a los artificios publicitarios?
En la realidad cotidiana, hay mujeres que, por elección o adaptación, son madres que dividen el tiempo entre su empleo y la atención a sus niños. Pero ni siquiera hay rasgos de esa distribución de las horas en los paquetes, ni de familias conformadas por personas del mismo género o monoparentales, aunque 'los juguetes sirven para ensayar roles' que, con los años, se llevarán a la práctica, recalcó Beatriz Caba, presidenta de la Asociación Internacional por el Dercho del Niño a Jugar (IPA).
Esos vehículos de la imaginación 'no tienen sexo. Las niñas pueden jugar a la pelota y los varones con las muñecas porque tal vez sean padres un día y un bebé también precisa la seguridad de los brazos de un papá. Si no se jugó ese rol, no tiene por qué sentirse la necesidad de saberlo', defendió la docente. Pero por falta de información o naturalización, los protagonistas del mundo de los chicos pueden caer en la red sexista de la asignación de los espacios.
'Los juguetes tienen una razón de ser como intermediarios de la acción, transmisores de la cultura y los valores', enfatizó la titular IPA. La ilusión se pone en movimiento y le abre la puerta a 'la socialización, la identificación, los sentimientos, la inteligencia emocional', rescató. También a la liberación del cuerpo, que debería ser para ellas una premisa desde sus primeros pasos: 'Requieren del juego motriz para desarrollar la musculatura. Tampoco podemos pensar que no tienen que usar los autitos, si nosotras manejamos', convocó.
'Una muñeca (delgada) por sí sola no equivale a que una niña será anoréxica', aclaró, categórica, Caba. 'Tiene que ver con el contexto en el que los niños juegan, lo importante es el abanico cultural que despliego para mi hijo', avanzó. Sin embargo, la rutina y la velocidad propias de las urbes o las necesidades irresueltas en las barriadas olvidadas pueden confluir contra la diversidad.

Publicado en Artemisa Noticias el 15 de abril de 2011

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