20 de junio de 2013

“Las mujeres que abortamos no somos criminales”


Por Noelia Leiva

Una entrevista a Carolina Reynoso, la directora de una película que entiende que interrumpir un embarazo cuando se lo decide es defender la “autonomía sobre el propio cuerpo”, un derecho “censurado” por el patriarcado. Reúne historias contadas por sus protagonistas, “sin ocultarse”.




Hace unos diez años, Carolina Reynoso vivió lo que más tarde entendió como “la primera decisión autodeterminada” sobre su cuerpo: decidió interrumpir un embarazo. Aunque los temores eran muchos y la información casi nula, dio el paso que cambiaría el rumbo de su vida. Con los años pudo “resignificar” esa acción en una basada en el ejercicio de sus derechos, negados por el patriarcado, y sintió que debía avanzar un poco más.
La película “Yo aborto. Tú abortas. Todxs callamos” es el resultado de ese camino en el que no sólo pudo darle valor a la libertad de elegir sino que logró que otras mujeres hablaran de experiencias similares “sin tener que taparse la cara”.
Los cien minutos de largometraje comenzaron a prepararse en 2009 con el aval del Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales (Incaa). Filmaron en Tigre, Alta Gracia, Buenos Aires, Sierra de la Ventana, Punta Alta y Neuquén, donde encontraron quienes estuvieran dispuestas a correrse del “mito” de la sumisión y la culpa para contar que alguna vez decidieron no parir. Su preestreno en el festival Mujeres en Foco, el 7 de mayo último, fue el comienzo de lo que la directora consideró la “segunda parte” del trabajo, que es “encontrarse con la gente”, como definió. Su objetivo es llegar a todo el público -no sólo al “militante”, según afirmó- para reflexionar sobre la importancia de que cada quien tenga la libertad de decidir sobre su vida.
En el documental, cuentan su vivencia Ruth Guzmán Dávalos, Gladys Panizzi, Silvia “Ketty” Scheider, Relmu Ñanku, Cecilia “Checha” Merchan, Verónica López y la misma Carolina Reynoso.
-¿Cómo pensó que podría hablarse de aborto en una película?
-Yo no era militante por los derechos de las mujeres, no era feminista. Hasta que me involucré con la problemática del aborto porque me realicé uno. Decidí, a partir de interrumpir un embarazo y de vivirlo con cierto dramatismo, investigar la problemática. Estudiaba cine y tenía que hacer un trabajo práctico documental, entonces elegí este tema. Empezó a configurarse la idea de que las mujeres que abortamos pudiéramos hablar sin ocultar nuestros nombres. De ahí surgió que yo también tenía que estar delante de cámara, porque si tenía que pedirles a otras que lo hicieran no me parecía ético quedarme resguardada.
-¿Por qué cree que quienes hablan de este tema suelen ocultar su identidad?
-Porque hay una mirada muy culpabilizadora sobre las que decidimos abortar, que juzga el hecho de que una mujer no quiera seguir el mandato de ser madre. Se preguntan: “¿Qué cosa más importante puede querer hacer en su vida?”. A lo largo de la película se aborda ese cuestionamiento a las mujeres que no quieren tener hijos. Ahí radica la dificultad de la despenalización del aborto, que tiene que ver con la autonomía de los cuerpos, con romper con los mandatos de la sumisión y de ser más valoradas como madres que como mujeres.
-¿Cuál es la postura del trabajo sobre el rol masculino en esta lucha?
-Cuando entrevistamos a los Varones Antipatriarcales, explicaron que se sienten involucrados porque detrás de todo un embarazo no deseado hay un hombre que es responsable de ese espermatozoide. Consideran que incluso los que no tienen prácticas sexuales con mujeres se tienen que comprometer, porque tanto elegir con quién relacionarse como si se es mamá o no tienen que ver con la autonomía de los cuerpos.
-La posibilidad de ser autónoma es más lejana para las mujeres pobres cuando no pueden pagar por abortar en centros privados ¿Debaten sobre este punto?
-El documental no se centra en ese tema ni en las muertes (NR: el aborto es la principal causa de fallecimiento materno en Argentina) porque queremos abrir el debate en relación a las decisiones que nos son negadas a las mujeres. Pero es cierto que las que tenemos cierto nivel económico podemos ir a una clínica, aunque igual es clandestino y riesgoso.
“Dejar de sentirse criminales”
-¿Cómo dieron con las protagonistas del largometraje?
-El movimiento de mujeres ya trabajaba el tema, lo que nos facilitó los espacios donde poder llegar a estas mujeres. También, para la postal de la película hicimos una convocatoria para las que querían participar sólo en la foto y una de las participantes dijo que, si lo necesitábamos, ella podía contar su experiencia. Algunos casos nos costaron más que otros, donde había necesidad de hablarlo, de dejar de sentirse criminales. Por ejemplo, yo pude resignificar mi aborto a través de la película como una de las primeras decisiones autónomas que tomé respecto de mi cuerpo. En su momento no la pasé muy bien porque no tenía información y sí mucho miedo. Fue un cambio radical en mi vida.
-¿Por qué?
-Porque con el tiempo me empecé a dar cuenta de que éramos un montón las que abortamos. Pensaba que era un grupo reducido y oscuro, y después te das cuenta de que la problemática nos cruza a todos porque lo vivimos o porque acompañamos una mujer querida que se practicó uno. Incluso personas que estaban en contra de legalizarlo tenían su experiencia porque contaban que habían abortado cuando eran muy chicas o que una novia lo había hecho. Eso nos permite pararnos desde otro lugar.
-¿Qué importancia tiene la información en esa “resignificación?
-Es fundamental. Yo la pasé muy mal porque los médicos no me querían contar qué podía sucederme. Tenía miedo de morirme o de quedar estéril. Después también apareció la culpa por la mirada del otro. Preguntaba a algún profesional y me decía que me fuera porque íbamos presos los dos. O me daba información sobre un parto que yo no quería tener. Ahora el aborto con pastillas ayudó que no haya tanto temor, pero tener información es nuestro derecho: más allá de que sea ilegal y que el médico no lo practique, es su obligación contar qué implica. La relación con el paciente es confidencial, no puede mandar a nadie a la cárcel.
-¿Podría decirse que el objetivo del trabajo es ayudar a que otras mujeres tengan menos dudas sobre qué es finalizar un embarazo?
-Buscamos derribar mitos sobre cómo nos relacionamos las mujeres con el aborto y entre nosotras, que nos hermanemos y nos vinculemos de maneras distintas a la que nos enseñó el patriarcado. Siempre nos dicen que somos envidiosas o competitivas, y eso es un mito a romper. Cuando me pongo a pensar en las situaciones más difíciles, siempre estuve acompañada por mujeres. Tiene que ver con poder generar otras miradas entre las mujeres, valorar los conocimientos que compartimos y poder organizarnos. Si bien es cine militante, queremos llegar también a las personas que gustan ver de buenas películas, para ampliar el ámbito de difusión de la lucha por la legalización del aborto. Por eso también le dimos importancia a la forma que porta al contenido, trabajamos ficciones para presentar cada “mito” a derribar y atendimos a la buena fotografía.

Construcción colectiva
Así como dar con las protagonistas fue un trabajo que se logró de boca en boca, aspiran a que su difusión se replique de barrio en barrio. Preparan para dentro de “algunos meses” el estreno “oficial”, que será en un espacio Incaa, y después quieren mostrar la película en centros comunitarios del país que los convoquen a través del perfil de Facebook “Yo aborto. Tú abortas. Todxs callamos”.
“Estas películas de cine militante se completan en el encuentro con la gente, sino se tiene la sensación de que no está terminada”, recalcó Reynoso.

Publicado en Marcha http://www.marcha.org.ar/1/index.php/nacionales/92-generos/3587-las-mujeres-que-abortamos-no-somos-criminales

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