14 de marzo de 2011

Recolectando derechos perdidos

El Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) convocó por segunda vez en su historia a la elección de conductores de la cooperativa que lo representa. La celebración tiene sabor a triunfo porque consiguieron trocar una actividad producida por la pobreza, como es la colecta de cartón de las casas para vender, en una fuente organizada de ingresos, pese a que su condición laboral sigue sin formalizarse. Hay una regla madre: los niños y las niñas no trabajan.

La democracia consolidó la centralidad de los individuos como decisores de la vida política de su propia comunidad en polis conformadas por una reducida cantidad de personas, a comparación de las urbes 2.0. Pese a la lejanía de la Grecia original, epicentros de trabajo barrial revalorizan el concepto de elección de representantes del Soberano. El Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) es un ejemplo de esa perspectiva, que transformó una actividad laboral desprendida de la exclusión social como la recolección de residuos urbanos en una práctica con reconocimiento institucional. En la selección del directorio de su cooperativa “El amanecer de los cartoneros” participaron 1500 miembros, la mayoría del Conurbano sur.
Fue la segunda celebración ciudadana en dar cuerpo al concepto de organización política y social. Durante el encuentro, los cuartos oscuros se armaron en Tandil y Olivera, a metros del Parque Avellaneda. Hombres y mujeres viajaron, como todos los días, desde Lomas de Zamora y Lanús hasta el centro porteño, aunque esa vez no para recoger los desechos de las casas. “Uno ve que en sindicatos y universidades, en la política en general, se agarran a piñas por tres votos, y que gente que viene del barro, de la pobreza más profunda, tenga este sentido cívico es gratificante”, redimió Juan Grabois, abogado y militante del colectivo.
Como todo equipo autogobernado, sus miembros acordaron un orden de prioridades que responde a sus necesidades básicas: participación equitativa y protección de la infancia son dos pilares en la gestión de la actividad en el día a día. Los ingresos producidos por el grupo son distribuidos horizontalmente, pero el efectivo que cada quien obtiene al vender lo recolectado durante la jornada va al bolsillo individual, porque “es importante que la cultura del trabajo y la solidaridad vayan de la mano: no se puede ser solidarios en base al trabajo ajeno, salvo situaciones extremas”, subrayó el referente, en diálogo con LA TERCERA.
Si bien el camino hacia las urnas internas no tiene obstáculos por definición (no faltan los ‘punteros’ barriales que avizoran los beneficios de conquistar una masa de 2200 personas como es el Movimiento), entre los candidatos que fueron escogidos hace 15 días no había dirigentes mayores porque “decidieron dejarles el lugar a los más jóvenes”. Los grandes aportan desde afuera de la Comisión, ahora presidida por Emilio Carrasco, la experiencia de los primeros años de lucha, cuando Mauricio Macri ocupaba la pantalla mediática para impedirles caminar por las callecitas de Buenos Aires.
La persistencia de la meta bien fijada les permitió acceder a una obra social, un monotributo y un “incentivo” de 600 pesos mensuales. Llevan un uniforme similar al personal de limpieza contratado por el Gobierno porteño que los “identifica como trabajadores”, en un terreno de detrimento del prejuicio producido en las arterias más ‘tops’ al inicio de la visibilización de la tarea.
“Por el nivel adquisitivo de los barrios de Capital Federal, se produce más cantidad de carros que en el Conurbano. Es más redituable trabajar acá”, explicó Grabois. Así como el titular del PRO “tuvo que aceptar un programa de reciclado prácticamente dirigido por las cooperativas”, muchos frentistas incorporaron el trato igualitario con los adultos que ‘cartonean’. Se logró, en general, tanto, que hasta nacieron historias de amistad y amor.

Igual de niños

Una condición diferencia a los trabajadores y las trabajadoras de quienes no deben serlo: la edad. “Los chicos están en una guardería para erradicar el empleo infantil del sector”, planteó, categórico, el integrante del MTE. Para la Fundación Che Pibe, que se encarga de cuidar a los nenes y las nenas, el nombre adecuado es Escuela Maternal Infantil y Casa del Niño, porque “no es un lugar para ‘guardar’ a los pequeños”, diferenció Marcela Val, miembra de la entidad de Villa Fiorito.
La clave para el éxito del programa es pensar actividades desde la educación popular que les hable desde un lugar de pares.  “A un pibe que viene de una situación de vulnerabilidad no podés dejarlo frente a la televisión durante siete horas, sin una actividad superadora”, instó. Los 150 gurrumines concurren desde las 17 hasta la última hora del día, que es el tramo en el que sus padres van a vender lo obtenido y ellos se quedarían solos.
Por septiembre de 2009, cuando largó la iniciativa, los niños todavía trabajaban como adultos, a diferencia de otros de su edad, que estaban en la escuela. Ahora “pueden dar una mano, que es normal, pero ya no como antes”, cuando se desenvolvían como si sus cuerpos fueran mayores. Pero no todo está hecho: hace falta llevar el cupo a 200 integrantes y, por lo tanto, ampliar el predio. Para colaborar con mano de obra o materiales, pueden comunicarse a fundacion_chepibe@hotmail.com y 4286-5987.


Por Noelia Leiva

Publicado en La Tercera del 14 de marzo de 2010 http://www.diariolatercera.com.ar/detalle.php?articulo=Recolectando-derechos-perdidos&tipo=1&documento=7515&sistema=diarios

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