29 de marzo de 2011

“Voy a quedarme en mi hijo”


Por Noelia Leiva y Guillermo D’Ambrosio

El guitarrista montegrandese subió al escenario para compartirlo con su padre y homónimo, de 70 años, y Juan, tercera generación de ese abolengo musical, en un show que reversionó clásicos del cancionero argentino. El ganador del último Gardel en tango masculino conversó a solas con LA TERCERA sobre su génesis callejera, su incursión vocal y su recuerdo de los años de plomo.

El mismo abrazo a través del tiempo, como si el escenario del Colegio Naciones Unidas de Esteban Echeverría fuera el ‘patio de tierra’ que reúne a una comunidad en derredor de las melodías típicas. Un abrazo de seis manos que enlazó un trío generacional y de herramientas musicales: el “verdadero” Luis, Luis hijo y Juan Salinas son parte de una familia de músicos que se encontraron el miércoles último en un recital gratuito en Monte Grande que los relegitimó como eximios fabriqueros de sonidos de vientos, cuerdas y percusión locales. Fue en una convocatoria en el que el ganador del último Gardel como mejor intérprete masculino de tango congregó a casi mil personas.
En la noche previa al Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el guitarrista montegrandense con glorias internacionales honró el desarrollo libre de un lenguaje que puede hablar de identidad, el de elegir una combinación de armonías propias para canciones clásicas del acerbo nacional. “Cada uno tiene que hacer lo que mejor sabe hacer”, aconsejó el consagrado concertista que no teme considerarse en busca de alcanzar un “mejor Salinas”, siempre mediante la vibración de las cuerdas, pero esta vez en compañía de las de su garganta.
-¿Su regreso al distrito es una oportunidad para actualizar historias?
-Vienen muchas cosas a la mente. Le contaba a mi hijo (Juan, de 11, que subió al escenario a tocar el cajón peruano y el bajo) que cuando tenía la edad de él íbamos con Norberto Penale a las plazas, la que está frente a la estación primero y después la Mitre porque había un colegio de chicas (la Escuela 1). Siempre salía algo para los colectiveros de la línea local 501 y no nos cobraban el pasaje.
-¿Con quiénes te juntabas a tocar?
-Con Norberto Gurvich, el Paz Martínez. Estuve la semana pasada con él, era de las figuras de acá y nos abrió las puertas. Él le daba a la guitarra como los dioses. Y se fue armando un ambiente musical… En Monte Grande siempre hubo una cosa muy abierta con el rock sinfónico, el tango y el folklore. La música andaba por acá.
-¿Qué hay en usted de aquel muchachito que tocaba en el colectivo?
-(Más bien) lo que se mantiene siempre es el hecho de que uno hace lo mejor que puede y disfruta con lo que toca y el público. La cosa no es llegar a ningún lado sino encontrar el camino y caminarlo. Ahí uno va y viene, pero volver al lugar de uno implica verlo desde otro lado.
-Al pensar un recital ¿hay un objetivo en vista al público?
 -Que el momento sea único e irrepetible. A veces ser local puede ser bueno o ponerte más nervioso (N. de R.: dio cuenta de la segunda apreciación sobre las tablas). La primera vez que toqué (en Echeverría) después de mucho tiempo fue en el Cine Monte Grande, me acordé de la gente que no está, como mi vieja, y en ese momento me quebré, me costó seguir hablando, de hecho, sólo seguí tocando. Siempre hay una emoción diferente y pensás que tenés que venir más seguido.

Los mejores bises


Momento antes de arrancar, en el camarín, la figura le adelantó en exclusiva a LA TERCERA: “La última vez que vinimos hicimos algo de latin jazz. Pero como el año pasado fue muy productivo, me nominaron a un Gardel por folklore y lo gané en tango, la idea es hacer un poco de esos géneros con alguna que otra sorpresa”.
Hasta la primera despedida del show, se sucedieron tangos y piezas folklóricas como “Milonga Sentimental” y el vals de Héctor Quatromano “Quiero ser tu sombra”, intercalados con un potpurrí de zambas y chacareras célebres, interpretadas con sus particulares acordes acompañados por el santiagueño Alejandro Tula en percusión, Amilcar Ábalos en bajo y Diego Lozano, en teclado. Después de que un grupo de desprevenidos espectadores creyeran que no había bises, llegó lo anticipado a este medio.
Fue el instante más emotivo del encuentro -en el que Salinas recibió un obsequio del intendente Fernando Gray en marco del programa La trova echeverriana- cuando convocó a su padre y homónimo, “el verdadero Salinas”, al que ya le había dedicado chamamés de su autoría. El armoniquista de 70 años interpretó dos temas que dejaron en claro que la mística sigue intacta y pidió un momento de atención para agradecer no sólo esa invitación sino la intervención en “Sin tiempo”, el último CD triple del hombre de los dedos de oro.
Para el cierre y sin aviso, Juan se sentó en el cajón peruano para evidenciar que no sólo comparte su vocación musical sino también el histrionismo escénico a la hora de conectarse con las notas. Redobló la apuesta, un par de canciones más tarde, con “Isn't she lovely” de Stevie Wonder a través del bajo, con acompañamiento guitarrero de papá.

Rosarigrandense

En una cita donde abundaron las referencias artísticas locales, la telonera del espectáculo no podía ser menos que una echeverriana, aunque por adopción. Carola Nadal, acompañada por Leonardo Ríos (guitarra) y Walter Rodríguez (bombo), presentó temas de su disco “A Fontanarrosa”, en honor a su coterráneo dibujante. No faltó la ineludible mención a Salinas a través de un tango del local Luis González.
“La vida me trajo para acá y encontré un pedacito igual a Rosario porque hay muchos artistas. Eché mis raíces, encontré la vida, mi familia, muchos amigos y gente que incluso hoy permite desarrollarme”, definió la cantante a los cronistas.



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Luis, el verdadero

Cuando subió las escaleras hacia los micrófonos, Luis Salinas padre ya tenía en claro el mensaje que iba a transmitir: “No voy a irme de este mundo porque muera nomás, voy a quedarme en mi hijo y en los que vengan detrás”, recitó. El vecino del barrio Lauda se alejó de la vidriera musical hace 35 años, pero el arte perduró en el ADN.
-¿Cómo sintió el reencuentro con Juan y Luis?
-Son dos regalos que me hizo la vida. Cuando ya pensaba que las flores se habían muerto vino él (por su sucesor) y me dijo ‘no, tenemos que hacer el disco’. Pero, como le digo a mi hija, ‘no estoy más orgulloso del Chini -su nieto- que de Luis, se siente orgullo porque le dan continuidad a la música de uno’.
-¿Cómo entiende los pasos que da su hijo en la carrera, su modo de reinterpretar los clásicos?
-Una vez le dije que tendría que hacer música comercial porque él hacía jazz solamente. Me contestó: ‘Es lo mismo que me pidas que me case con una mujer con plata. Yo hago lo que me gusta’.

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“Los militares deben estar donde tienen que estar”
El concierto terminó ya entrado el 24 de marzo. Treinta y cinco años habían pasado de la última vez en el que un escuadrón militar, con apoyo civil, llevó adelante una sublevación antidemocrática que acopió tantas muertes y desapariciones que se convirtió en la dictadura más cruenta recordada por los argentinos. La música, trinchera de muchas de esas víctimas, voz de muchos de los rebeldes y evocadora de muchas de las ausencias sin esclarecer, nunca se corrió del frente.
“En esa época hice la colimba, de 1976 a 1978. Fui de los primeros que hicieron (el Servicio Militar Obligatorio) con 18 años. Me tocó el cuerpo de Infantería de Marina, en Bahía Blanca. Esos dos años fueron duros”, describió Salinas, acodado en un aparador circunstancial, ante la consulta de este medio.
Esa vivencia y alguna pertinaz recomendación familiar marcaron la senda por la que el músico decidió posicionarse en el devenir republicano: “Creo que los militares tienen que estar donde tienen que estar, no pueden ser gobierno porque están formados para otra cosa. Mi vieja me decía que para hacer lo que (fuera que) hagas tenés que prepararte, y lo militares están para otra cosa. Hay cosas muy oscuras de las que prefiero no hablar porque las pasé y es de mal gusto. Pero lo que viví cuando salí fue una cosa que a uno lo ha marcado. No estoy de acuerdo con el asesinato, de cualquiera de los dos lados”.
Inaudito, perturbador. Puede que la realidad conmine de modos extraños, incómodos, pero allí está y reclama participar. “No creo demasiado en la política porque de donde vengo y desde que soy chico veo pibes comiendo en la calle, o que cuando tienen determinada edad ya no se les da bolilla”.
No ajeno a las contradicciones, el montegrandense reclamó acción a aquellos a los que no da crédito: “Más allá de la derecha o la izquierda, el Estado debe ocuparse de la gente que está indefensa. La delincuencia se combate con trabajo no con Policía más dura. Creo mucho en las personas que trabajan, estudian y hacen lo mejor que pueden.
Tal vez así, casi sin darnos cuenta, la cosa cambie”.


Publicado en La Tercera del 29 de marzo de 2011


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