24 de octubre de 2009

El camino de la lucha colectiva

 Por Noelia Leiva

El predio estaba abandonado. Un grupo de trabajadores desocupados lo recuperaron e instalaron allí cuatro centros productivos y una escuela para adultos. Sin patrones pero organizados, su lucha se llevó un nombre: Darío Santillán. Desde su asesinato, reivindicar a su compañero es otro de los motivos que los impulsa a seguir la transformación social.

"Saber qué es lo equitativo y no hacerlo, he ahí la cobardía”. La frase de Confucio abrió la charla. Sobre la mesa, un libro del filósofo chino y otro sobre la vida de Fidel Castro, además de herramientas para tratar el metal. Carlos Romeo es una de las personas que trabaja en la herrería. En total, son cuatro los proyectos productivos que funcionan en el predio recuperado Roca Negra, en Monte Chingolo, Lanús, bajo el “esfuerzo militante” del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) local desde hace 6 años. Allí trabajó Darío Santillán antes de ser asesinado el 26 de junio de 2002. Allí se gesta una mirada propia para luchar por “el cambio social”.
La consigan es clara. Los integrantes del movimiento buscan revolucionar y revolucionarse para llegar a “ese hombre distinto que quería el Che, que sea solidario, pueda compartir, acompañar”, definió Carlos, de cuerpo cansado por el trabajo al sol y conceptos decididos. Se trata de una cruzada por una forma de trabajar y de educar distinta, sin líderes ni patrones.
En el Roca hay herrería, bloquera,taller de serigrafía y un mercado frutihortícola. El 10 por ciento de las ganancias se destinan al movimiento y el resto es repartido de forma equitativa entre los trabajadores. Además, avanza el sueño de la escuela propia, a la que ya concurren 17 alumnos y tiene una importancia particular porque deja asomar un cambio en las prioridades de las personas más pobres, aunque aún halla necesidades básicas insatisfechas. Antes la gente se sumaba por la promesa de obtener un “bolsón de alimentos o un plan social”. En cambio, la escuela permite incorporar adherentes que se interesen por los valores del MTD a partir de comprenderlos, de aprender a leer y escribir. “Antes reclutábamos por la panza. Ahora, por la cabeza”, puntualizó el herrero.
Las decisiones de qué comprar,cómo organizar la labor productiva y cómo defender la lucha se toman necesariamente en asamblea. Que la agrupación no tenga referentes retrasa los tiempos de acción pero, a la vez, la fortalece porque “si mataran al líder, todo se desorganizaría”. Para Carlos, en el movimiento pasa otra cosa: “Acá nosotros sabemos que si nos matan, va a haber un montón de compañeros atrás del asesino y va a tener cadena perpetua”.

La historia

El predio de Camino General Belgrano al 4400 estaba deshabitado desde hacía 15 años. Guillermo Parodi, su dueño, pidió un crédito de 10 millones de pesos y desapareció.En 2002, las Madres de Plaza de Mayo entendieron que era el espacio ideal para fundar un centro de producción solidaria, aunque más tarde la reacción de la organización no fuese la más deseada. Al principio, los MTD de Lanús, Almirante Brown y Solano se reunieron para poner en marcha esa forma distinta de compartir el trabajo con el otro, sin patrones. Pero de a poco, por distancia geográfica y criterios diferentes, se decidió que los representantes lanusenses iban a ser los únicos responsables del predio.
Pero en septiembre de 2008, recibieron una mala noticia. Tras más de una década y media sin presentaciones fiscales, el Roca Negra debía ser rematado. Una primera movilización al Centro de Martilleros de Capital Federal dilató la fecha de la operación, hasta que con el segundo intento de remate la organización entendió que debía agudizar la resistencia e ir por la expropiación. Entonces acudieron a las Madres.
“Fuimos a hablar y le contamos. Nos dicen: ‘Qué vamos a hacer nosotras, fíjense ustedes qué pueden hacer y los acompañamos, pero no queremos hacer nada más con eso’. Imaginate, es como si te abandonara tu mamá”, relató Carlos. “Así que empezamos a ir a La Plata. Les decíamos a los diputados: ‘Dale, firmame la ley”.
El 27 de febrero el proyecto de expropiación ingresó en la Legislatura bonaerense. La Cámara Baja lo aprobó el 30 de abril y el Senado le dio el sí definitivo el 26 de noviembre de 2008, a partir de lo cual el espacio pasó a pertenecer a la asociación civil del movimiento, “Semillita de Algarrobo Colorado”.

La identidad

“Somos piqueteros y estamos orgullosos”, subrayó el hombre de la herrería. A veces, la misma gente del barrio prioriza su “prejuicio” y prefiere comprar en otro lugar porque cree que quienes trabajan en el Roca son “gente difícil de tratar”, sonrió Carlos. La reacción de algunos vecinos es, en definitiva, un reflejo de la desviación más amplia del concepto en la vidriera de los medios, con un tinte en general negativo y una mirada que no abarca al contexto social de la lucha. “No podemos negar lo que somos. Y menos cuando hasta los hijos de puta, como los del campo, usan nuestros métodos” para sus reivindicaciones.

La lucha después de la muerte

Desde el 26 de junio de 2002, para Leonardo Santillán integrar el MTD genera sentimientos encontrados. La lucha, por un lado, lo alimenta pero, por otro, le hace sentir de cerca la ausencia de su hermano, Darío, asesinado por una bala policial en Puente Pueyrredón.Ambos trabajaron en la bloquera del movimiento en Villa La Fe, Lanús, que luego se trasladó al Roca Negra por falta de espacio. Allí compartieron labores hasta el día de la muerte. Ahora, el trabajo es una forma de recordarlo, al tiempo que se autogenera la posibilidad de acceso a ese derecho.
Durante el verano, él y Juan trabajan en la fabricación de bloques que venden a 2,50 pesos. “Son más baratos que los de afuera pero de mejor calidad”, subrayó Leonardo. En una semana, se propusieron hacer mil unidades para poder tener un stock disponible para cuando surjan pedidos. Es que en la bloquera, como en todos los proyectos que funcionan en el predio, el trabajo no es constante.
“Darío nos marca el camino, como tantos otros”, se emocionó Leonardo. Para él, se trata de acompañar la lucha en el campo popular para “evitar que más compañeros se caigan”.

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