26 de octubre de 2009

Educación sexual o cómo mirarse a sí mismo

Por Noelia Leiva 

Hablar sobre deseos y sentimientos no es tarea sencilla, menos si se trata de los propios. El tratamiento educativo de la sexualidad le demanda al adulto generarse interrogantes, romper prejuicios. La información para el respeto del otro, en una “educación para la vida”.


Es como mirarse al espejo, pero a uno que buscara más allá de lo que se ve a simple vista. Como cuando la imagen del yo interroga, la sexualidad genera cuestionamientos que, a veces, se resuelven con el silencio. El abordaje de la temática desde la educación está reglamentada por una ley y diseñada por un programa nacional, con un cumplimiento progresivo. Contra los prejuicios, la necesidad de un recorrido integral del sujeto, que es sexual en sí mismo.
Las críticas a hablar sin eufemismos se sucedieron a lo largo de los años. La última, proveniente de un arzobispo de la Iglesia Católica, asociaba la información sobre la problemática con conceptos “neomarxistas”. Para los especialistas, las observaciones negativas del diálogo con niños y adolescentes se explican por un entramado de causas más asociadas a la persona que dice, al reflejo de las propias dudas, que a ponerse en el lugar de quien recibe la información.
Que la sexualidad no es otra cosa que genitalidad es el primer espejismo a desenmascarar, lo que demanda involucrarse desde aspectos más profundos del ser: “Implica trabajar los sentimientos, los afectos, la comunicación. Debe formar parte de la educación para la vida, es fundante de cada uno de nosotros”, definió Marisa Milesi, responsable del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable en Esteban Echeverría. La clausura de expresar lo que moviliza remite a la falta de respuestas, sustentada, a su vez, en la reducción de la información.
El plan oficial comenzó a funcionar en 2002. Cuatro años más tarde, la ley 26.150 demandó la elaboración del Programa de Educación Sexual Integral, por el que “todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual en lo establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada”. Los contenidos se abordan desde espacios institucionales como “Salud y adolescencia” o Biología, aunque para ello es preciso que los docentes trabajen sobre qué es para sí mismos ese aspecto vital. La misma observación se extiende a los adultos en el grupo familiar.
Es que “desde el silencio y lo actitudinal también se transmite”, señaló a LA TERCERA Marta Boimel, sexóloga educativa y asesora del Consorcio Latinoamericano de Anticoncepción de Emergencia (CLAE). “Detrás, hay mucho dolor y muerte”, interpretó la especialista. Y las estadísticas grafican que crecen los fallecimientos de las mujeres y los niños por abortos o enfermedades de transmisión sexual.

El campo del nosotros

Trabajar la temática remite a la construcción de las personas, entendidas en su marco sociocultural. Para ello, hay una acentuación progresiva de una visión desprovista del marco patriarcal que permita vivir sin culpa la libre elección, negada por modelos ajenos de qué es ser mujer y qué ser hombre. El abordaje áulico apela al reconocimiento del otro como par, como base de la relación consensuada con quien está al lado.
Como se trata de vínculos, la participación determina el camino a seguir “desde las dudas y preguntas de los chicos”, aseguró Natalia Baigorria, coordinadora de Niñez, Adolescencia y Familia lomense. La utilización de métodos anticonceptivos y el asesoramiento sobre VIH/Sida son los principales tópicos sobre los que se dialoga. Con la misma óptica, la subsecretaria de Educación de Almirante Brown, Esperanza Córdoba, resaltó la importancia de “que, sobre todo en las zonas vulnerables, no vivan los embarazos no deseados como un mero designio”.
Desde los 4 años, los contenidos se orientan al cuidado del propio cuerpo, a conocer “que les pertenece todo el tiempo, que hay cosas que pueden permitir y otras que no”, explicó Boimel. Es una herramienta más para impedir que sufran abusos sexuales, “un abuso de autoridad que, en algunos casos, se aprovecha del vínculo de amor que siente el niño”, cuando los agresores pertenecen al núcleo de adultos significativos.
Cuando son más grandes, el trabajo también se cimienta en la importancia de elegir cuándo y con quién mantener relaciones sexuales, en función de una decisión integral del sujeto, que lo comprometa desde lo que es y que cuente con las medidas para la protección de la salud. A diferencia de quienes consideran que exponer lo que pasa es una manera de incentivar prácticas irresponsables, la educación sexual se plantea como “un elemento fundante del respeto por el otro”, subrayó Milesi.
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Diálogo fuera de las aulas

El tratamiento de la sexualidad en los barrios periféricos del Conurbano se topa con la falta de caminos con la que cuentan niños y adolescentes que no tienen recursos económicos. La dificultad para acceder a la información en zonas donde el nivel de escolaridad es bajo deja a los sujetos más desamparados frente a sus propias dudas. En ese marco, organizaciones sociales y políticas trabajan en la inclusión.
“Primero hay demanda, los pibes quieren saber, después aparecen los prejuicios”, describió René Contreras, del área de Salud de Barrios de Pie en Esteban Echeverría. En las exposiciones en La Morita y Altos de Monte Grande, se repite el concepto de la mujer como responsable de la prevención de embarazos mediante la utilización de píldoras anticonceptivas, sin que el varón esté obligado a usar preservativos, incluso cuando las pastillas no actúan contra el contagio de enfermedades.
Los talleres buscan favorecer la planificación familiar, que encuentra dos obstáculos fundamentales: “Los discursos contradictorios que provienen de algunos sectores de la Iglesia y la situación de riesgo social”, factores que el referente señaló como causas del alto número de mamás adolescentes.

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