3 de febrero de 2010

Un programa para que los derechos de la infancia no se tomen vacaciones

Por Noelia Leiva


La Universidad de Lanús lo organiza desde 2000. Durante enero, recibe a 400 chicos de nueve comedores populares de cuatro distritos. Beneficiarios y beneficiarias pueden realizar actividades culturales, deportivas o de iniciación en oficios. A través del juego se aborda la importancia de que sean valorados como sujetos.

Un Quijote de hierro que lucha contra gigantes molinos de viento mira, desde una plaza, a niños y niñas que participan en talleres de abordaje lúdico de la defensa de sus derechos. Como al personaje literario que recuerda la escultura, a la realidad de esos chicos también la rodean amenazas: la pobreza, el inacceso a la educación, la exclusión en sus diversas caracterizaciones. Contra ello luchan los más de 60 docentes que reciben durante enero a 400 personas de 5 a 12 años, en el marco del programa que desarrolla la Universidad Nacional de Lanús (UNLa) para proteger la infancia.
Fue en 2000, tres años después de que la casa de altos estudios local inaugurara su calendario académico, cuando las actividades incorporaron un pilar extra con la mirada puesta en la población de niños que no contaban con la garantía de culminar sus estudios para luego ser diplomados en alguna carrera, si elegían estudiar. Había que actuar antes para facilitar las herramientas que luego les daría la posibilidad de optar. Así, la entidad se acercó a organizaciones comunitarias para que sus concurrentes más pequeños pudieran participar de actividades deportivas, educativas y –desde este año- de iniciación en oficios.
“Es una elección acerca de cuál es el rol de la universidad, que tiene una función pública. La rectora (Ana Jaramillo) dice que nuestros sueldos y el presupuesto nacen de los impuestos que toda la gente paga, y quizás sólo el 1 por ciento de esa población accede” a la entidad educativa, explicó a LA TERCERA Carla Micele, directora de Cooperación del establecimiento y responsable del programa “Los derechos de los niños no se toman vacaciones”. Con la intención de tener “las puertas abiertas”, la invitación se multiplica entre cinco comedores populares del distrito, más dos de Lomas de Zamora, uno de Esteban Echeverría y otro de Avellaneda. Además, pueden incorporarse hijos de los no docentes y profesores del espacio de formación.
A las 13, los pibes arriban al predio de la UNLa en micros que la misma institución contrata. Reciben un refuerzo del almuerzo (jugo con una barrita de cereal, un turrón o un sanguche), para recargar energías de cara a una tarde colmada de actividades y evitar panzas vacías si alguien no había ingerido alimentos durante la mañana. Después, siguen cuatro horas de diversión, donde las propuestas de juegos incorporan conceptos sobre la calidad de sujetos y de pares de todos y todas. Danzas, artes plásticas, teatro, ajedrez, informática, percusión, bijouterie, acercamiento a deportes como fútbol, rugby, softball, básquet y volley, más la orientación a oficios como carpintería o soldaduría, integran el abanico de opciones para aprender.
Organizados por edad y género, las tareas culminan todos los días a las 17. Entonces, una merienda con los compañeros y los ‘profes’ es el momento previo a regresar a los ómnibus para volver al barrio. La proposición se completa con una atención sanitaria en manos de los médicos cubanos del proyecto Tatú, así como la visita, en los próximos días, de responsables del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) y la Facultad porteña de Odontología. Este viernes será el último día de la edición 2010, por lo que las familias podrán participar en el acto de cierre donde los chicos darán su balance de lo compartido durante el mes.

Jugar en serio
No son irreconciliables la fantasía de las creaciones lúdicas infantiles y la labor por el reconocimiento de los derechos. Llamarse por el nombre como uno de los elementos fundantes de la identidad, dialogar sobre las posibilidades que adiciona el estudio o el trabajo y organizarse en equipos de iguales son los cimientos del programa, abordados en el contacto cotidiano. “En aquello que parece un castillo alejado, al que nadie puede acceder, ven personas como ellos, que vestimos como ellos, que no tenemos un trato distinto, que los respetamos”, subrayó la encargada del proyecto, que también indicó al vicerrector Juan Geneyro y la Secretaria de Cooperación y Servicios Públicos Georgina Hernández como sostenes de la iniciativa.
Cuando los pequeños ingresan por primera vez, se observa que “no juegan ni se vinculan”, describió la psicóloga. Y ello no está alejado de la situación de vulnerabilidad en la que viven por la que, muchas veces, la violencia social se traduce en vínculos agresivos. “Viven muchas problemáticas, les pegan, les gritan”, reflejó, por su parte Miryam Medrano, encargada del comedor Héroes de Malvinas de Monte Chingolo. El convencimiento de que ese escenario no es el único posible en sus vidas es el objetivo principal de la convocatoria, que espera renovarse el año próximo. “Queremos que tengan confianza en sí mismos. A Don Quijote lo trataban de loco porque luchaba contra molinos de viento, contra los que nosotros también peleamos. Si les damos la fuerza a los pibes para que también puedan luchar contra los gigantes, les damos una alternativa”, concluyó Micele.
 
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