10 de enero de 2011

La "esperanza" tiene casa nueva

El hogar que recibe a chicos y chicas que conviven con VIH se mudó a su sede propia, en la que comenzó a trabajar hace cinco años, tres menos de los que lleva en funcionamiento. Más espacio para jugar y desarrollarse acompaña la propuesta de la organización: información para “fortalecerse” y tomar sus propias decisiones. En su flamante vivienda también necesita del acompañamiento solidario.

“Nuestro mensaje es la esperanza”, sintetiza Silvia Casas cuando debe describir la razón de ser de MANU, el hogar de niños, niñas y adolescentes que viven con VIH, cuyas siglas retoman la autodefinición: Mucho Amor Nos Une. Luego de ocho años en marcha, comenzaron la mudanza hacia su sede propia, en Monte Grande. Un espacio donde cada persona tenga más posibilidades de jugar y ser cuidada, de acuerdo a sus necesidades.
Weiman 670 es, finalmente, la dirección en la que ya reciben a los chicos y chicas que, más que con una enfermedad, llegan con la carga que la sociedad puso sobre sus espaldas sin pedirles permiso. La organización se encarga de que tomen sus medicamentos, realicen sus estudios y descubran su ‘yo’, ajeno a los estigmas. De acuerdo a sus edades, se les acerca la información para que sepan de sí y puedan conectarse con quienes deseen.
A la flamante vivienda llegan tras cinco años de trabajo voluntario, en el que contaron con donaciones de vecinos, empresas y ayudas de organismos gubernamentales. Del departamento que la familia Díaz Morales les había cedido en comodato, lograron un lugar con capacidad para 18 huéspedes, con habitaciones diferenciadas para bebés, nenes y adolescentes, una sala donde alojar a algún residente cuando presente un cuadro que pueda afectar a los demás, como varicela; un cuarto para los ayudantes, otro para almacenar los remedios y la atracción central: un fondo listo para ser el escenario de los juegos.
Los 12 habitantes del hogar, de 8 meses a 20 años, participan de un “trabajo profundo” que persigue el objetivo de permitirles “estar fortalecidos primero y después poder explicarle al otro su condición de persona con VIH, que es otro modo de vida, no sinónimo de muerte”, planteó Casas, coordinadora y fundadora de la institución, en diálogo con LA TERCERA.
Es que merced al equipo de profesionales y al reconocimiento que MANU supo ganarse, la atención del cuadro clínico no presenta imprevistos por fuera de los márgenes de cada diagnóstico, pero “lo más difícil de superar son los factores agregados, el estado de abandono en sus primeros años de vida”. Para acompañarlos en el camino de crecer, hay quienes concurren ad honorem para cocinar, ordenar y dar apoyo escolar, entre otras actividades.
También, hay grupos vinculares que deciden dar un paso más y se ofrecen como padrinos, de modo que, luego de una entrevista con el equipo directivo, pueden invitar a un niño a su residencia por un fin de semana, para que el pibe sienta una clase diferente de encuentro afectivo del que recibe de sus pares y miembros de la entidad.
“Lo que les pasa a ellos es porque sus padres no supieron (que se podía prevenir la transmisión del virus), pero pueden hacer cosas mejores. Por ejemplo, si deciden tener hijos, les decimos que con un tratamiento y profilaxis (sus descendientes) pueden ser sanos”, explicó la referente, que no dejó de hacer hincapié en la importancia de multiplicar la información comprometida con la salud sexual y reproductiva desde la infancia, de acuerdo a la etapa madurativa de cada sujeto.

Por Noelia Leiva

Publicado en La Tercera del 10 de enero 

http://www.diariolatercera.com.ar/detalle.php?articulo=La-esperanza--tiene-casa-nueva&tipo=1&documento=7030&sistema=diarios

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