14 de enero de 2011

Mujeres que viven con VIH: 'pacientes' de la indiferencia


Por Noelia Leiva

Los profesionales se ubican en el lugar del saber. Pero no explican. A veces, ni siquiera revisan a sus pacientes porque todavía asocian al virus con “la promiscuidad o el uso de drogas”. Y si ellas planifican su maternidad, no falta quienes le presagian para sus hijos o hijas un destino alejado de la buena salud. Así lo rescató el último informe elaborado por la Red Argentina de Mujeres Viviendo con VIH-Sida.

Patriarcado: red invisible que pretende organizar el destino de las personas según su género, con privilegio del masculino, al que corona como detentor natural y anacrónico de la dominación. Ese detrás de escena social no es ajeno a la esfera sanitaria, donde ni siquiera la intimidad es entendida como potestad de las sujetas. El lugar de poder ejercido por el médico, es, en ocasiones, el pedestal del que son expulsadas las ‘pacientes’, ya cautivas desde su definición semántica. Por eso, el 63 por ciento de las mujeres que viven con VIH en la Ciudad de Buenos Aires, el Conurbano bonaerense, Rosario y Córdoba manifiesta tener una "mala relación"con su especialista de cabecera.
Así lo develó el último informe que elaboró la Red Argentina de Mujeres Viviendo con VIH-Sida (Ramvihs), el segundo de la institución. De las 30 entrevistadas, 23 reconocieron que los galenos a los que consultan "no están nada interesados en su situación socioambiental", de modo que diagnostican sus casos a partir de la reducción del ser a una de sus partes. A veces, ni siquiera acceden a revisarlas. "Todavía nos encontramos con prejuicios personales que relacionan al virus con la promiscuidad o el uso de drogas", cuestionó María Eugenia Gilligan, coordinadora de la investigación.
Las fronteras de lo privado parecen apenas bambalinas. "Una tiende a decir ‘en quién confío’ y cuando vas al Servicio de Salud rompen la confidencialidad con carteles gigantes en la historia clínica (que dan cuenta de esa afectación en el sistema inmunológico) o comentan entre las enfermeras o el personal de limpieza", describió la referente. "Esta patología está tan relacionada con lo sexual que una espera un poco de contención", planteó. Sin embargo en el consultorio la recepción puede tornarse adversa.
Según 'Im-Pacientes II', como denominaron al análisis, el 80 por ciento de las consultadas no recibe información sobre las características y efectos secundarios de la medicación, otro factor para que los pasos de ellas sean tan largos como el oncólogo, depositario del saber, lo permita. Sólo tres puntos porcentuales menos de ese conjunto asegura que los profesionales nunca les contaron acerca de las vías de transmisión y la formas de prevenirla. 
"La imposición verticalista del médico, maltratos y amenazas redundan en la no adherencia de las mujeres por períodos prolongados", reza el informe. Algunas desconocen que pueden realizar una interconsulta o cambiar de centro sanitario para atenderse si no están conformes con los resultados. Otras, temen que como represalia a denunciar la situación deficitaria que atraviesan les cierren las puertas, sobre todo cuando no poseen recursos para costear el tratamiento en espacios privados.
El condicionamiento económico las lleva a soportar largas filas para solicitar turnos, retirar los remedios o ser atendidas, tanto que esa "burocracia" para alcanzar las respuestas es identificada por la Red como otra forma de discriminación -en el marco de ámbitos sanitarios desbordados- donde hasta el mismo personal administrativo asume el escalón del ‘mandamás’ para con quienes esperan recibir un diagnóstico.
La Ley Nacional de Sida (23.798) erradica la estigmatización como filtro para las relaciones personales y laborales hacia quienes deban tratarse por la enfermedad del lazo rojo, así como habilita un "registro nacional de infractores" para los que dañen la dignidad de esos ciudadanos y ciudadanas. Sin embargo, el faltante de herramientas informativas legitima la relación "asimétrica" -en términos de la evaluación- entre las mujeres y sus curadores, próxima a las charreteras que el modelo tradicional de familia da a los adultos por sobre los niños y que el marco machista deposita en el varón.

"Vas a traerlo para sufrir"

Los cristales patriarcales se encargaron de ver los cuerpos femeninos como medio para ‘dar a luz’ a los hijos, preferentemente hombres. A las dueñas de ese físico se les asigna la función social de madres, no como elección sino en tanto sinónimo de pertenecer al mujerío. Las que conviven con el virus ni siquiera pueden contar con ese espacio finiquitado, según juzgan una porción de los herederos de Hipócrates. "Cuando decís que querés tener un bebé, te contestan ‘No podés. Vas a traerlo para sufrir'", describió Gilligan, a partir de los diálogos registrados entre las participantes.
Un tratamiento que controle la carga viral y la profilaxis adecuada hacen abundar a las posibilidades de que la descendencia no presente el mismo cuadro médico que sus madres. Mientras no deseen quedar embarazadas, la norma 25.673 que creó el Programa de Salud Sexual y Reproductiva les garantiza el acceso a anticonceptivos del tipo que elijan, pero nada más que el 20 por ciento de las consultadas lo saben.
En el caso de pedir pastillas o un Diú (Dispositivo Intrauterino), "se niegan porque creen que si usas eso no te vas a cuidar con preservativo y vas a ir desparramando el virus de cama en cama", disparó la representante de la institución. Por eso, el norte de la ONG es "instalar el tema en la agenda pública, sensibilizar" el abordaje horizontal y claro de la temática para todas y todos.

La palabra justa

‘Portadora’ o ‘contagio’ son términos que la Ramvihs descartó de su lenguaje. Es que el conocimiento de algo empieza cuando puede ser nombrado. "Hace 20 años se hablaba de mal incurable, hoy es una enfermedad crónica por la cual se toman todos los días medicaciones", ancló la responsable de la investigación. "Todas las personas son sanas, algunas viven con VIH", subrayó. 
Por eso, sostener que una persona ‘contagió’ a otra es etiquetar a un culpable. La transmisión ('vertical' si se produce en el vínculo madre-hijo) es el término correcto, libre de voluntad. Tampoco recomiendan adoptar la categoría 'grupo de riesgo' porque puede invertir la carga de la prueba para convertirse en 'peligro' para los demás, en lugar de sujetas con su salud amenazada si se interrumpe el tratamiento. 
Para las entrevistadas, hablar de Sida resulta un camino espinoso, sobre todo cuando tampoco encuentran comprensión en su entorno afectivo. Ahondar en sus sensaciones fue posible en el estudio tras generar un lazo de confianza con quienes hicieron las preguntas, también convivientes con el virus. La entidad capacitó a algunas de sus miembras para invitar al diálogo. Las que dieron su testimonio fueron amas de casa, trabajadoras desocupadas, empleadas domésticas, meretrices, pensionadas, docentes y artesanas, de 18 a 58 años y de todos los estados civiles.

Más información:
http://www.ramvihs.org.ar/home.htm


Publicada en Artemisa Noticias el 14 de enero de 2010

http://www.artemisanoticias.com.ar/site/estudios_detalle.asp?id=61&idnota=7322

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