Por Guillermo D’Ambrosio y Noelia Leiva
Son una veintena de hombres y mujeres del sur del Conurbano bonaerense. A “pura pasión” dedican sus manos al cuidado de la planta a la que le ofrecen sus loas: la marihuana. Defienden su uso recreativo y medicinal. Impulsan el autocultivo como vía de erradicación del narcotráfico y una puerta de acceso a una vida más sana, en contacto con lo natural. Quieren que sus derechos se respeten de raíz, por eso piden la despenalización de la tenencia simple, en ajuste a recientes fallos judiciales.

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“Tierra, agua y pasión”
Unas mandarinas, una heladora con cubitos y una jarra de agua estaban listas para ser empleadas para satisfacer el apetito o la sed, en el mismo patio donde la charla se hacía de a muchas voces, alrededor de los plantines. El escenario representa la elección de vida que la ACZS promueve: alejarse de productos artificiales, tanto que la práctica del autocultivo termine por poner distancia de otras sustancias penalizadas, como la cocaína, o aceptadas socialmente, como el tabaco.
“Tengo que esperar que crezca, tiene sus tiempos. Eso te baja la ansiedad, aceptás el ritmo natural”, describió Juan, sobre su experiencia en la huerta. La preocupación por los beneficios del sol y la sombra para el crecimiento y florescencia lleva a los hombres y mujeres que los promueven a adoptar una “filosofía” cada vez menos próxima a los riesgos en la propia salud, en ocasiones con sensaciones de mejoras clínicas. Dedicación y observación se ponen al servicio de la creación de lo que luego podrá convertirse en un cilindro irregular cubierto de papel para ser fumado, pero también en brownies, pizzas o panes incorporados a la cocina cotidiana.
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Cosa juzgada
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal 2 de Rosario, Santa Fe, rechazó el 30 de agosto de 2007 un recurso de nulidad interpuesta por la defensa de Sebastián Eduardo Arriola y el planteo de inconstitucionalidad del segundo párrafo del artículo 14 que compone la ley 23.737. Es sobre esa parte de la norma que las diputadas de Libres del Sur Victoria Donda Pérez y Cecilia Merchán impulsan una derogación. Esa “es la base estructural mediante la cual la Ley de Drogas criminaliza sistemáticamente a los usuarios, ya que los obliga a demostrar su inocencia una vez sometidos al proceso penal”, adujo la cordobeza. 
La causa sentó un precedente en torno de la despenalización de la posesión simple luego de atravesar todos los estamentos apelatorios y arribar a la Corte Suprema de Justicia: en 2009, sus ministros afirmaron que “no se había acreditado que su conducta hubiese afectado de alguna forma a la salud pública” y que “era inadmisible una sanción” porque se fundamentaba en un “resultado” -la presunta afectación- que no había sido debidamente constatado.
Así, el debate en ciernes tuvo ayer una nueva actualización de la mano de los camaristas Jorge Ballestero y Eduardo Farah, de la Sala Primera de la Cámara Federal. Fue en favor de un joven que terminó preso por fumar un ‘porro’ en una calle del barrio porteño de Chacarita, hace dos años. El veredicto ratificó que es “inconstitucional” el articulado que reprime el consumo personal de escasas cantidades y que le cabe punibilidad a ese acto sólo cuando es realizado con “ostentación y trascendencia” de modo tal que tenga implicancias en terceros.
Desde la ACZS, Anahí afirmó que es sustentable una mirada sobre la cultura cannábica que exceda el abstencionismo, es decir, la prohibición del recurso como estrategia para evitar el tráfico ilegal de sustancias, desplazar su condena hacia aquellos químicos que sí son lesivos para el organismo social. “Primero hay que generar un cambio normativo, luego el cambio social se va a dar naturalmente”, estimó.
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¡Qué bonita vecindad!

 
Eduardo y Mariana tenían como vecinos de su casa en La Plata a algunos “fumones”, como los llamaban antes de conocer el arco iris cannábico. Además de usuarios, ponían pala y manos a la obra para cultivar las plantas que les daban las flores que les daban el THC. Entonces se animaron: colocaron un esqueje en su fondo y empezaron a dedicarle su tiempo, aunque regalaban cada cogollo a sus colindantes. Cuando se juntan con sus pares del colectivo, ella prefiere no fumar, aunque sí utiliza en su hogar el picadillo disecado disuelto en aceite o manteca para amasar. Él se prende un faso cuando tiene ganas. Ambos juraron que ya no descuidarían jamás su huerta.
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Amores verdes
Francisco, el marido de Manuela, se inclinó por la perspectiva verde hace años, casi tantos como los que dedica a la proliferación de compost de lombrices. Tiempo después, su compañera eligió sumarse al autocultivo y uso. La vinculación con la marihuana, aseguró, le devolvió energías porque disminuyó los dolores provocados por su convivencia con el VIH, cuando siquiera la morfina podía ayudarla. El ambiente relajado y afectivo que construyeron en la agrupación también colabora con el bienestar. La mujer llevó al grupo el debate sobre la posibilidad de “dar la cara” al comprometerse con el activismo para impulsar el cambio de paradigma jurídico y social.
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Arresto domiciliario
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Arresto domiciliario 

 
El cuádruple femicida Ricardo Barreda podría quedar en libertad la semana próxima si prospera un amparo judicial. Aún sin juicio, en similar condición está un cultivador quilmeño de 45 años que fue apresado y confinado a cumplir arresto domiciliario mientras aguarda ir al estrado. La casa del hombre fue allanada en condiciones de dudosa legitimidad por la policía local que encontró 35 ejemplares de cannabis sativa, de la subespecie lineo, que emplea para sobrellevar su afección al VIH, es decir, su consumo “es medicinal”, aseguran desde la ONG, que ya marchó en dos oportunidades por su caso.
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Profundo respiro
Cuando lo conocieron, Pablo era un joven que se destacaba por dos cosas: su robustez y sus intermitentes aspiraciones de un nebulizador que le abría los bronquios para respirar pese a su asma. La segunda condición poco a poco le ganó a la primera. Entonces descubrió que cerca de los almácigos de su amigo, el cultivador que integra la agrupación, el alivio venía también cuando inhalaba lo que él dejaba flotar en el ambiente. Ese olor acre pero penetrante le hacía ganar una autonomía que le permitió hoy abandonar las intermitentes ‘pitadas’ al aparato. 
